INDIA: Sin respuestas ante renuncia de Musharraf en Pakistán

La política de India hacia Pakistán se encuentra a la deriva tras la renuncia de Pervez Musharraf a la presidencia de ese vecino país, para eludir un juicio político.

El Ministerio de Relaciones Exteriores indio señaló en una declaración que no tenía comentarios para hacer, subrayando que se trataba de un "asunto interno" pakistaní.

Sin embargo, funcionarios en Nueva Delhi lamentan en privado el alejamiento de Musharraf, efectuado el lunes, y alertan que podría revertir la reciente mejora en las relaciones bilaterales. Temen que su ausencia aliente a grupos extremistas a volverse más activos en India.

El vínculo bilateral transita entre las acusaciones de Nueva Delhi a Islamabad de violaciones del cese del fuego en la frontera, una erupción de protestas masivas en el valle de Cachemir, tras varios años de calma, y la creciente rivalidad entre ampos países por Afganistán.

Funcionarios y políticos indios parecen estar divididos entre una posición decididamente favorable a Musharraf y otra más neutral, prefiriendo esperar a ver cómo los enfrentados líderes civiles de Pakistán se desenvuelven en esta difícil situación.
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Pero ambos sectores miran los acontecimientos políticos en Pakistán a través del prisma de las relaciones bilaterales, marcadas por la disputa sobre el territorio de mayoría musulmana de Cachemira, que se remonta a 1947, cuando los británicos decidieron dividir a su ex colonia en dos naciones, tomando como base la religión de los habitantes.

El grupo favorable a Musharraf está encabezado por el asesor nacional de seguridad M.K Narayanan. Muchos de sus integrantes creen que Pakistán jamás tendrá una exitosa transición a la democracia a causa de la influencia de los militares en la sociedad y la política, y que tampoco superará su hostilidad hacia India. Por eso prefieren tratar con un líder militar o alguien que cuente con el apoyo del ejército.

Exactamente una semana antes de que Musharraf anunció su renuncia, Narayanan declaró a un diario de Singapur que el juicio político al presidente paquistaní crearía un "gran vacío" que daría a los extremistas libertad de acción "en nuestro lado de la frontera".

Haciéndose eco del punto de vista de Estados Unidos, Gran Bretaña y Arabia Saudita, que habrían negociado los términos del alejamiento de Musharraf, Narayanan dijo que "el juicio político no debe realizarse. Y si se tiene que ir, debe alcanzarse algún tipo de compromiso". Agregó que India estaba "muy preocupada" por el vacío político de Pakistán.

El segundo grupo es más cauteloso. Reconoce que la posición de Musharraf quedó muy debilitada cuando dejó de ser jefe del ejército en noviembre y que no ha perdido legitimidad desde entonces.

Consideran que su alejamiento se volvió inevitable, especialmente cuando las dos fuerzas políticas mayoritarias, el Partido del Pueblo de Pakistán y la Liga Musulmana de Pakistán-N se unieron para reclamarle la renuncia y anunciaron que le harían juicio político si se negaba.

"Pero incluso esta posición más discreta no constituye una respuesta política coherente", dijo Anuradha Chenoy, profesor de estudios internacionales en la Universidad Jawaharlal Nehru.

"La actitud india es muy contradictoria. Por un lado se enorgullece de ser una democracia y se ha unido a la iniciativa global para promoverla liderada por Estados Unidos. Pero por el otro lado no da la bienvenida a la democratización cuando se produce en su propia región", agregó.

Chenoy citó el caso de Nepal. La política de Nueva Delhi estuvo marcada hasta hace poco por una visceral hostilidad hacia los maoístas de ese país, y continuó apoyando a la monarquía mientras se gestaba el movimiento de masas que finalmente la desplazó.

Días antes de las cruciales elecciones para formar una asamblea constituyente en abril, Narayanan expresó la preferencia india por el conservador Partido del Congreso Nepalí, que tuvo un pobre desempeño en los comicios, en los que el Partido Comunista (maoísta) ganó el mayor número de los escaños que se cubrían en forma directa.

"La incoherencia india hacia Pakistán nace de una profunda falla conceptual", señaló Chenoy. "Muchos políticos creen, al igual que sus colegas estadounidenses, que es más fácil tratar con el poder cuando está concentrado en las manos de un individuo o una institución como el ejército. Pero en realidad, quienes tienen el poder en una democracia son más responsables", agregó.

A su juicio no tiene sentido que India se ponga "nostálgica" respecto de Musharraf. "Un nuevo grupo de dirigentes lo ha reemplazado y tiene que tratar con ellos. No es un signo de madurez decir que hay en Pakistán un vacío de poder, porque no existe. Además, Musharraf no tuvo mucho éxito en mantener a los militantes bajo control", aseguró.

Los responsables de la política de seguridad nacional india vieron a Musharraf con gran desconfianza durante sus primeros cuatro años en el poder, sobre todo por el papel que había jugado como arquitecto del conflicto de Kargil, que estalló entre India y Pakistán un año después de que ambos países hicieran su primer ensayo de armas nucleares en 1998.

Pero cambiaron su actitud en 2004, cuando comenzó el proceso de paz y se negociaron una serie de medidas apuntadas a generar confianza mutua. Apreciaron especialmente la oferta de Musharraf de discutir la cuestión de Cachemira y lograr una solución sin modificar la frontera.

Pero esta evaluación no es compatible con la información que manejan las agencias de inteligencia indias, que aseguran que en las últimas semanas Pakistán facilitó la infiltración de militantes en esa región, aunque en menor escala que en el pasado.

Por otra parte, los políticos indios exageraron la contribución de Musharraf al proceso de paz y su compromiso de combatir a Al Qaeda y la milicia islamista Talibán. Se reveló hace poco que protegió a sus miembros mientras proclamaba enfrentarlos como parte de la "guerra contra el terrorismo" liderada por Estados Unidos, obteniendo enormes beneficios económicos.

Asimismo, los líderes indios expresan su compromiso con la no proliferación nuclear, ignorando la complicidad de Musharraf en la transferencia de tecnología y componentes que permiten fabricar esas armas a otros países, como Corea del Norte e Irán..

Simultáneamente, subestiman el cambio en las relaciones de poder en Pakistán. Aunque Musharraf dejó de ser jefe del ejército, era visto como un símbolo del poder militar. Su alejamiento fortalecerá a los políticos elegidos por el pueblo a través de elecciones.

Karamat Ali, activista y dirigente sindical en Cachemira, afirmó que "sin duda, la renuncia de Musharraf es resultado de un gran cambio en la opinión pública, atribuible fundamentalmente a la movilización de la sociedad civil para lograr la reincorporación de los jueces que él había desplazado y a la actitud cada vez más irreverente de la prensa".

Según Ali, "no hay nada único en el apoyo de Musharraf al proceso de paz con India, ya que es un objetivo compartido por los principales partidos políticos y la sociedad. No se detendrá a causa de su renuncia. En realidad, se había convertido en un obstáculo por su creciente impopularidad".

Analistas consideran que Nueva Delhi esta actuando con miopía respecto de los acontecimientos en Pakistán y no se muestra solidaria con el proceso de democratización en ese país.

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