GEORGIA: Donde la Guerra Fría nunca terminó

Mientras la amenaza de una guerra recrudece en Georgia, la puja geopolítica entre Estados Unidos y Rusia se vuelve más y más violenta. La conflagración armada nunca estuvo tan cerca de la frontera ruso-georgiana.

El conflicto comenzó cuando tropas georgianas intentaron tomar control de la región de Osetia del Sur, área, de hecho, autónoma y protegida por fuerzas rusas de mantenimiento de la paz desde 1992.

Moscú respondió con una amplia operación militar en Osetia del Sur, con lo que logró repeler a las fuerzas georgianas de la capital, Tskhinvali, 100 kilómetros al noroeste de la capital georgiana, Tiflis, y avanzando en territorio georgiano.

Mikheil Saakashvili, presidente de este país del Cáucaso con 4,6 millones de habitantes, afirmó que la "invasión" rusa fue premeditada.

Abjasia, otra región separatista del occidente de Georgia que proclamó la independencia el mismo año, también se ha sumergido en el conflicto al ponerse del lado de Rusia.
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Los choques esporádicos entre soldados georgianos y separatistas no eran raros, pero la hostilidad nunca alcanzó el grado de virulencia actual.

La medida georgiana tomó al parecer por sorpresa a los líderes occidentales, que habían advertido contra una solución militar.

Ivan Sukhov, periodista experto en el Cáucaso de Radio Europa Libre, advirtió el viernes que Saakashvili había asumido "una posición torpe hacia Occidente, pues Georgia se ha ubicado consistentemente como opuesto a la acción política".

"Aunque las acciones georgianas fueran provocadas por fuerzas de Osetia del Sur, se trata de un error político serio", se lamentó.

Georgia parecía decidida a exponer al mundo la intervención de Rusia en Abjasia y en Osetia del Sur, y presenta el conflicto como si se planteara entre una supuesta democracia occidental y un supuesto autoritarismo oriental.

El propósito, según esta visión, era forzar una incursión occidental más decisiva.

La intención de reanimar la retórica de la Guerra Fría quedó patente en el paralelo que trazó Saakashvili entre la actual situación de Georgia y las intervenciones de la hoy disuelta Unión Soviética, entonces hegemonizada por Rusia, en Hungría (1956) y en Checoslovaquia (1968).

Es posible que uno de los objetivos de la intervención militar georgiana sea internacionalizar el conflicto, de modo de modificar el formato de la actual misión de mantenimiento de la paz en Osetia del Sur, controlada por Rusia, y facilitar a la larga la reintegración pacífica o forzosa del área en disputa.

Muchos expertos ven en la inopinada decisión de Georgia la primera consecuencia política de la independencia de Kosovo, que formalizó en febrero su divorcio unilateral de Serbia.

También fue alentada por los manifiestos separatistas de los líderes en Osetia del Sur y Abjasia, y la renovada determinación de recuperar la soberanía territorial.

Los líderes de las regiones separatistas confían en que, después de la independencia de Kosovo, no es necesario el consentimiento de Georgia si una potencia más fuerte garantiza la seguridad del nuevo país.

Los argumentos emitidos son similares a los conocidos desde Kosovo: un pasado de guerra azuzada por diferencias étnicas, que dejó miles de civiles muertos y numerosos desplazados en ambos lados.

Insatisfecha por la independencia de Kosovo, promovida por Estados Unidos, Moscú prometió una respuesta adecuada. El primer paso fue la formalización de vínculos con las dos regiones separatistas georgianas en marzo.

Rusia tiene un as en la manga que Occidente no podía exhibir en el caso de Kosovo. Moscú sí puede afirmar que el conflicto en su frontera meridional afecta directamente su seguridad, y que 80 por ciento de la población en esas áreas tienen pasaporte ruso.

Moscú asegura que se registraron unas 1.600 muertes de civiles a manos de fuerzas georgianas, que no fueron verificadas de manera independiente, si bien periodistas occidentales comenzaron a interesarse en los testimonios de los refugiados supuestamente sometidos a violaciones de derechos humanos.

Si estas afirmaciones fueran, al menos, verificadas, Rusia perdería credibilidad en su carácter de pacificador regional.

Además de Kosovo, Rusia estaba irritada por la promoción de Ucrania y Georgia como miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por parte de Estados Unidos, así como de los planes del país norteamericano de instalar un sistema de defensa misilística en Europa oriental.

La candidatura de la OTAN fue presentada por Estados Unidos y ex aliados de esa nación en el disuelto bloque socialista, como mecanismo para ampliar el área democrática y limitar la expansión de las tendencias autoritarias de Rusia más allá de sus fronteras.

Muchas elites de países ex comunistas tienden a creer que Rusia está inherentemente inclinada hacia el autoritarismo y al expansionismo, tendencias de las cuales la antigua Unión Soviética era apenas otra expresión.

Pero países de Europa occidental desconfían del compromiso de Georgia con la democracia liberal y temen la tensión territorial que implicaría su integración a la OTAN, por lo cual procuran postergar esa decisión.

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