En una de las salas donde se subasta la producción de tabaco en la capital de Zimbabwe, un grupo de pequeños agricultores prepara la cena.
Para algunos, es su segunda semana en la ciudad, a la que fueron para vender su cosecha. Han recibido como pago a cuenta 20 dólares de Zimbabwe, equivalentes a un dólar estadounidense en el mercado negro.
Hasta el 1 de agosto, hacían falta 500.000 millones de la moneda local para comprar un dólar. Pero en esa fecha el gobierno introdujo una reforma monetaria que quitó 10 ceros a los billetes en circulación.
Este martes, la cotización oficial era de 16,32 dólares zimbabwenses por cada unidad de la moneda de Estados Unidos, aunque en el mercado negro giraba en torno a los 20.
El pago a cuenta recibido por los agricultores ni siquiera alcanza para cubrir los gastos diarios de una persona en Zimbabwe, cuya economía está destruida por la hiperinflación. Un pan de molde cuesta más de un dólar estadounidense.
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Los agricultores reciben el resto de los pagos en cheques, pero cobrarlos es muy complicado a causa de la seria escasez de billetes. Muchos bancos cerraron sus sucursales en las áreas rurales, forzando a los campesinos a viajar a la capital para conseguir su dinero.
Luego de vender su cosecha en el mercado, los agricultores quedan varados en la capital, sin suficiente efectivo para pagar el precio del pasaje de vuelta a sus hogares. No les queda otra alternativa que buscar refugio en las salas donde se subasta el tabaco.
La muerte de 14 campesinos en un accidente en junio, cuando el camión en el que viajaban cayó a un río en su trayecto hacia Harare, llevó a que los agricultores pidieran que se establezcan mercados descentralizados para la venta de sus cosechas.
En el pasado había varios en distintas partes del país y a ellos se dirigían los compradores interesados en los diferentes tipos de productos. Pero todo cambió como consecuencia de las invasiones de granjas propiedad de blancos en 2000, alentadas por el gobierno, que convirtieron a muchas comunidades agrícolas en ciudades fantasma.
Algunos de los antiguos centros de comercialización son ahora usados como depósitos por organizaciones no gubernamentales.
"Aunque trabajemos duro en los campos, no es de ninguna ayuda. Cuando vendemos la cosecha, el dinero en efectivo que recibimos no sirve para nada y cobrar los cheques lleva tiempo. Llevamos aquí dos semanas, esperando que el banco nos pague", dijo a IPS Cecilia Madzanise, pequeña productora de tabaco de Concession, una comunidad agrícola a unos 80 kilómetros de Harare.
El costo del viaje de vuelta a su casa es de 2,50 dólares estadounidenses, pero cuando vendió su cosecha sólo recibió el pago a cuenta de alrededor de un dólar. Ahora vive a crédito, sin poder dejar la capital.
"Es mejor que acerquen los mercados a nosotros, así no tenemos que gastar dinero para viajar a Harare, donde terminamos varados como ahora. Lo que nos pagan es muy poco y cobrarlo es difícil", agregó Madzanise, quien apoya el reclamo de establecer puntos de comercialización de las cosechas en diversos lugares del país.
Los agricultores están pagando altos costos de transporte para llevar sus productos al mercado. El intento de asociación entre productores, para compartir el precio de contratación de un camión, no funcionó. Los transportistas, buscando maximizar sus ganancias, les cobran de todas formas individualmente.
Quienes cultivan productos frescos han sido los más afectados, ya que deben viajar a la ciudad al menos una vez por semana.
"Estamos gastando muchísimo dinero en costos de transporte y alimentación. Si los mercados estuvieran en las zonas rurales o los compradores se trasladaran a ellas sería mucho mejor. Ahora no podemos pagar los aranceles escolares o comprar comida para nuestras familias porque todo el dinero se lo llevan los costos de transporte", dijo a IPS Alec Ngwende, un pequeño productor de vegetales.
El presidente de la Asociación de Tabaco de Zimbabwe, Andrew Ferreira, apoya la idea de crear mercados regionales. "Pero debemos ser cuidadosos respecto de cómo lo hacemos, porque eso afecta los precios que se pagan por los productos", advirtió.
Algunos de los tradicionales compradores europeos, que adquirían directamente las cosechas de los pequeños agricultores, han dejado de hacerlo, como protesta por las violaciones a los derechos humanos del gobierno del presidente Robert Mugabe.
La mayor cadena de supermercados de Europa, Tesco, dejó de comprarles en junio. Según la asociación que reúne a los productores de frutas y verduras se trataba de su mayor cliente, que adquiría 50 por ciento de su producción.