Daisaku Ikeda, presidente de una de las organizaciones pacifistas más influyentes de Japón, asegura que «para revivir y dar nueva energía a los esfuerzos tendientes al desarme nuclear hay que desafiar el concepto de que las armas atómicas son un mal necesario».
La red no gubernamental Soka Gakkai Internacional, con sede en Tokio y más de 12 millones de miembros en unos 190 países, está intensificando los esfuerzos para lograr el objetivo de un mundo libre de armas nucleares.
"Debemos recordar a la gente que aunque actualmente no se están usando, esas armas representan un enorme costo de recursos monetarios, tecnológicos y humanos que consumen para su desarrollo, despliegue y mantenimiento", dijo Ikeda, quien es, además de activista por la paz, filósofo budista.
La intensificación de la campaña coincide con las vísperas del aniversario del lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón por parte de Estados Unidos.
La primera fue arrojada en la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, marcando el comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
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Una segunda bomba fue arrojada sobre Nagasaki el 9 de agosto. Japón se rindió el día 15. Un año después, 140.000 personas habían muerto como consecuencia de esas explosiones nucleares.
Japón, en alianza con la Alemania nazi y la Italia fascista, ingresó a la guerra en 1941, como correlato de su política expansionista, que ya lo había llevado a invadir China en 1937. El alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, señaló que esa ciudad es una pieza clave de la campaña que busca eliminar las armas nucleares para 2020, en la que participa junto con el grupo "Alcaldes por la Paz".
En una entrevista con IPS, Ikeda señaló que los habitantes de Hiroshima y Nagasaki no han dejado de elevar su voz para recordar al mundo la amenaza que plantean las armas nucleares.
— ¿Hasta qué punto el gobierno de Japón apoya esta campaña? ¿Qué impacto puede tener esta iniciativa sobre el desarme nuclear cuando todas las anteriores no lo lograron?
— La falta de voluntad de las potencias nucleares es un punto clave que impide el desarme. Pero, al mismo tiempo, creo que la ausencia de interés, la inexistencia de un sentido de urgencia entre los ciudadanos del mundo es otro factor fundamental. Creo que esta campaña es fruto del poderoso e irrefrenable sentido de responsabilidad que experimentan las víctimas de los bombardeos atómicos hacia las futuras generaciones.
En la cumbre de julio del Grupo de los Ocho países más poderosos se emitió una declaración que hace referencias específicas a la necesidad de llegar al desarme nuclear. Se trató del primer pronunciamiento de este tipo de ese organismo que incluye a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.
Como país anfitrión de ese encuentro, Japón tiene una especial responsabilidad respecto del desarme nuclear. Debemos revivir un estado de conciencia, que nace del sentido común, acerca de la irracionalidad de la opción por las armas nucleares, y para lograr esto es fundamental que los ciudadanos comunes continúen expresando su oposición a través de instrumentos como esta campaña.
— ¿Cuál es su reacción frente a los escépticos que dicen que el desarme es una meta inalcanzable, considerando que el mundo ha aceptado en las últimas tres décadas que se sumen al "club atómico" tres nuevos miembros como India, Israel y Pakistán?
— La tentación de bajar los brazos ciertamente existe. Pero no podemos darnos ese lujo, porque la presente situación es insostenible. Si pensamos sobre el tema, resulta claro que la posesión de armas nucleares sólo intensifica la desconfianza mutua y las sospechas. Incrementan las tensiones y las amenazas a la seguridad nacional en las relaciones entre los Estados.
Al mismo tiempo, es imposible imaginar que las armas nucleares sirvan como disuasión para los grupos terroristas. Es por esto que confiar en ellas para alcanzar objetivos de seguridad en el mundo de hoy es cuanto menos una propuesta dudosa. Debemos enfocar el tema desde una perspectiva que puede ser llamada "nuevo realismo".
Pensemos acerca de los países que estaban desarrollando, o ya poseían, armas atómicas pero las abandonaron porque decidieron que tenerlas no ayudaba a sus intereses de seguridad nacional. Argentina, Belarús, Brasil, Kazajstán, Libia, Sudáfrica y Ucrania optaron por este camino. Basados en acuerdos de seguridad regional se dieron cuenta de que podían alcanzar sus objetivos sin depender de las armas nucleares.
La única defensa total es su eliminación y la seguridad de que nunca volverán a ser producidas. Debemos garantizar que todos los materiales fisionables que pueden ser empleados para fabricarlas sean estrictamente controlados, en condiciones confiables. Esto no sólo promoverá la seguridad nacional, sino la de la humanidad. Abolir los arsenales atómicos es la alternativa más realista que tenemos.
— ¿Cree que las cinco mayores potencias nucleares —Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China— tienen autoridad moral para pedir el desarme o la no proliferación cuando ellas se niegan a desmantelar sus arsenales?
— Ya hace mucho tiempo que dije que a ellas les corresponde la principal responsabilidad. Esta es la razón por la que continúo reclamando la reanudación de las estancadas negociaciones sobre desarme entre Estados Unidos y Rusia. Y es también la razón por la que insto a esos cinco países a desarrollar un marco internacional con una fecha límite obligatoria para llegar al desarme nuclear.
En 2010 habrá una conferencia internacional para revisar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Hay que volver a su espíritu original: evitar el peligro de la guerra atómica y salvaguardar la seguridad de los pueblos. Se debe encontrar un camino para promover la no proliferación y el desarme, para ayudar a las naciones a liberarse de su dependencia respecto de las armas nucleares.
— En septiembre de 1981 Israel bombardeó una supuesta instalación nuclear en Iraq y en septiembre del año pasado lanzó un ataque similar contra una instalación en Siria. ¿Tiene Israel el derecho moral para actuar de esta forma, violando soberanías nacionales y siendo poseedor de armas nucleares?
— Los pueblos de todas las naciones tienen el derecho a vivir en paz y seguridad. Y cada país debe perseguir este objetivo a través de medios pacíficos. El uso de la fuerza militar nunca produce verdadera estabilidad. La fuerza crea nuevos círculos de odio y resentimiento, dejando un legado negativo que acechará a todas las partes.
Las chispas del conflicto no pueden ser extinguidas con más fuego. Se necesita agua. En lugar de las llamas del odio, necesitamos un torrente de diálogo. Es la mejor forma de apagar el incendio.