La historia demuestra que las ruedas de negociaciones comerciales multilaterales sobreviven, y la actual Ronda de Doha no es una excepción, señaló Carlos Pérez del Castillo, el negociador uruguayo que en 2003 presidió el consejo general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sin embargo, el fracaso de las últimas negociaciones de Doha, celebradas en esta ciudad suiza a fines de julio, presagia que la ronda entrará en un período de hibernación, comentó Pérez del Castillo a IPS.
El letargo se prolongará hasta el momento oportuno, cuando las condiciones estén maduras para que las partes se involucren en una genuina negociación. Y eso no ocurrirá a lo sumo antes del segundo semestre de 2009, vaticinó.
Habrá que aguardar las elecciones de Estados Unidos, en noviembre próximo, luego la designación del representante comercial (ministro de Comercio Exterior) y probablemente la aprobación por parte del Congreso de ese país de la autorización de promoción comercial, el aval que permite a la Casa Blanca la concertación de acuerdos internacionales en esta materia sin necesidad de demandar la venia legislativa.
El experto uruguayo, que en la actualidad asesora a organizaciones privadas, estimó que la reanudación de las negociaciones de Doha tendrá que esperar igualmente los cambios de autoridades en las comisiones de la Unión Europea (UE), que se producirán el año venidero, y las elecciones en India, que deberán efectuarse antes de mayo.
De todas maneras, el último fracaso de las negociaciones ha infligido un grave daño al sistema multilateral de comercio y a la credibilidad de la OMC, dedujo Pérez del Castillo en un intercambio con IPS vía electrónica, desde sus oficinas en Montevideo.
Una de las mayores amenazas proviene de la posibilidad de que los socios comerciales más industrializados, frustrados por no obtener lo que deseaban de la OMC y por el ritmo lento de las negociaciones entre los 153 Estados parte de la institución, opten por mudar el proceso a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) u a otra entidad en la que dispongan del control total, previno.
En ese sentido, ya hubo algunos precedentes en materia de créditos a la exportación y de inversiones, que "afortunadamente fracasaron", recordó.
Los países que quieran participar de esas negociaciones no tendrán otra alternativa que ingresar a la OCDE, el grupo que incluye a todos los países industrializados, "si es que les permiten". Esto perjudicaría gravemente a la OMC, advirtió.
Las negociaciones de la Ronda de Doha, lanzadas en esa ciudad en noviembre de 2001 con la intención de profundizar la liberalización del comercio mundial, debían concluir el 31 de diciembre de 2004, pero las divergencias entre las partes condujeron a sucesivas frustraciones, como la última de fines de julio.
La versión de la OMC y de muchos de los participantes de las discusiones últimas es atribuirle el fracaso a las diferencias, principalmente entre Estados Unidos, por una parte, e India y China, por otra, acerca de un mecanismo especial de salvaguardia para preservar a las naciones en desarrollo de invasiones sorpresivas de productos agrícolas.
Pero Pérez del Castillo entiende que atribuir el descarrilamiento del proceso iniciado en la capital de Qatar al único factor del mecanismo de salvaguardias es "una simplificación exagerada".
Aún si esa cuestión hubiera sido resuelta, otras cantidad de situaciones de los dos capítulos principales de la negociación, como agricultura y productos industriales (identificados también por la sigla NAMA, en inglés), habrían surgido para impedir el objetivo de concertar las modalidades o parámetros de la etapa final de la ronda.
Por ejemplo, los casos de la reducción de las subvenciones al algodón reclamada por países africanos, de las reservas de los países de África, Caribe y Pacífico (ACP) al acuerdo sobre banano convenido por la UE con los exportadores latinoamericanos o del número de líneas arancelarias de productos especiales que serían elegidas para eximirlas de cortes arancelarios.
En el campo de NAMA, las discrepancias persistían en varios países respecto de la relación a los coeficientes de reducción de aranceles industriales y las flexibilidades que se proponían en compensación, como era el caso de Argentina y de otros países integrantes del grupo NAMA 11, liderado por Sudáfrica, rememoró el experto uruguayo.
Todas esas cuestiones eran probables candidatas para desencadenar una ruptura, sostuvo el especialista uruguayo.
Aspectos de política interna de algunos estados desempeñaron también un papel para impedir una convergencia durante las reuniones de julio, que congregaron a ministros de unos 30 países y a delegados de los demás integrantes de la OMC.
India, en una situación política frágil, con débil apoyo del sector rural y elecciones a corto plazo, nunca mostró signos de compromiso en sus posiciones maximalistas, interpretó Pérez del Castillo. Su defensa rotunda de la seguridad alimentaria y de los pobres del área rural a través del mecanismo de salvaguardia fortalecerá sin duda la base política de su gobierno, opinó.
El economista uruguayo describió que la delegación estadounidense llegó a la semana de negociaciones con escasa credibilidad por carecer de una autorización legislativa de promoción comercial, por un lado, y por la "indecente, desde la perspectiva de la OMC, aprobación de la ley agraria", por otro.
Los representantes de Estados Unidos querían concertar las modalidades de agricultura y NAMA, pero "a un precio que pudiera venderle a su Congreso". Con el correr de los días, comprendieron que había pocas posibilidades de obtener un acuerdo significativo, en especial con respecto al acceso a los mercados en agricultura y en NAMA, continuó.
Finalmente, la disputa sobre las salvaguardias especiales con India y China dio a Estados Unidos una buena excusa para retirarse sin perder toda la credibilidad, observó.
Las preocupaciones de Argentina, en tanto, fueron dedicadas exclusivamente a NAMA y, de manera sorprendente, abandonó en la práctica la defensa de sus intereses respecto de la agricultura, opinó Pérez del Castillo.
Los argentinos no respaldaron a Uruguay y Paraguay en su defensa de las salvaguardias especiales, aunque originalmente había copatrocinado una propuesta de los dos países, todos integrantes del Mercado Común del Sur (Mercosur) junto a Brasil, sobre el mismo tema.
La actitud argentina debe haber sido influida por las tensas relaciones dominantes en el interior de ese país precisamente con el sector agropecuario, y por el deseo de evitar a toda costa la extensión del conflicto al área industrial, sentenció el experto.
Al tener en cuenta la actual coyuntura de elevados precios de los productos básicos y de frágil situación del proceso de industrialización interna, los delegados argentinos no vieron necesidad de apresurar un acuerdo, sugirió.
La Unión Europea pareció sentirse cómoda con el paquete de acuerdos presentado por el director general de la OMC, el francés Pascal Lamy, expuso Pérez del Castillo.
Sin embargo, los europeos insistieron en que su apoyo a esas medidas dependería de los resultados que obtuvieran en propiedad intelectual, donde pretenden extender la protección de las indicaciones geográficas más allá de los únicos productos hasta ahora abarcados, que son los vinos y los licores.
China, que todavía soporta la carga de las medidas de liberalización comercial relacionadas con su acceso a la OMC, en 2001, probablemente se sintió aliviada con el fracaso de las negociaciones, que le hubieran exigido esfuerzos adicionales, interpretó.
Respecto de Brasil, Pérez del Castillo observó que trató de concertar un acuerdo a toda costa.
Para preservar el liderazgo del Grupo de los 20 (G-20), de países en desarrollo congregados por afinidades en la negociación agrícola, el canciller brasileño Celso Amorim había sacrificado desde antes el nivel de ambiciones de su país en agricultura, en especial en acceso a los mercados, puntualizó..
De esa manera, Brasil sostenía los intereses defensivos de aquellos miembros del G-20 que son importadores netos de alimentos, como India, China, Egipto, Venezuela y otros.
En las negociaciones de julio, Amorim endosó las propuestas de Lamy, incluidas las modestas reducciones del apoyo doméstico que distorsiona el comercio por parte de los principales actores.
También aprobó los términos sugeridos para desencadenar la aplicación de las salvaguardias especiales, al igual que los coeficientes y las flexibilidades sugeridas para NAMA, prosiguió el ex jefe de la misión comercial uruguaya ante la OMC.
Como resultado, la delegación brasileña perdió el apoyo de India, de China y también de Argentina, y probablemente de otros miembros del G-20, sostuvo.
La conclusión debilitó ciertamente la posición que Brasil se había asignado de portavoz del Tercer Mundo, reflexionó Pérez del Castillo.
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