Vegetales, arroz y otros cereales en al menos 53 ciudades de África, América Latina y Asia podrían comercializarse algún día con una etiqueta que advierta: «esto es un subproducto de aguas servidas».
Con el trasfondo del aumento en los precios de los alimentos y la escasez mundial de agua potable, los agricultores de huertas urbanas se ven forzados a usar aguas residuales no tratadas o de ríos contaminados para mantener su actividad y sobrevivir económicamente.
Un análisis de 53 ciudades revela que se trata de una práctica común en las naciones más pobres del mundo, donde el empleo de aguas residuales es vital para el ingreso de los agricultores y la seguridad alimentaria, aunque al mismo tiempo plantea riesgos críticos para la salud.
El estudio, realizado por el Instituto Internacional de Manejo del Agua (IWMI, por sus siglas en inglés), señala que en alrededor de 80 por ciento de las ciudades investigadas se utiliza agua parcialmente o no tratada para la agricultura. Fue difundido en coincidencia con la Semana Mundial del Agua, que se desarrolla desde el 17 hasta el 23 de agosto en Estocolmo.
En 70 por ciento de las ciudades analizadas, más de la mitad de las huertas son irrigadas con aguas residuales no tratadas o diluidas en arroyos o riachuelos.
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Su empleo es un fenómeno generalizado, en una superficie de alrededor de 20 millones de hectáreas en el mundo en desarrollo, indica el informe. Usualmente incluye efluentes industriales y residuos, además de desechos de cocinas y baños.
Esto se registra especialmente en países asiáticos, como China, India y Vietnam, pero también es común en casi todas las ciudades de África subsahariana y varias latinoamericanas, como Bogotá, La Paz, Lima, Santiago de Chile y Sao Paulo.
El estudio indica que las aguas residuales son mayoritariamente empleadas para producir vegetales y cereales, sobre todo arroz, lo que plantea preocupaciones sobre los riesgos de salud para las personas, sobre todo si los consumen sin cocinar.
Pero al mismo tiempo, estas aguas turbias contribuyen de forma importante a la oferta de alimentos y aportan un medio de vida a los pobres urbanos, especialmente mujeres y migrantes recientes desde el interior de los países.
El informe pone como ejemplo a la ciudad de Accra, capital de Ghana, que tiene una población de alrededor de dos millones. Se estima que 200.000 habitantes compran diariamente vegetales que se producen en apenas 100 hectáreas regadas con aguas residuales.
Consumidores en las 53 ciudades analizadas dicen que preferirían no comprarlos, pero que no tienen forma de conocer el origen de los productos que están comprando.
Los agricultores son concientes de que esa fuente de irrigación es peligrosa para la salud de los consumidores y ellos mismos, pero tienen pocas opciones, dado que el agua subterránea segura es una alternativa poco disponible, según el documento.
Los aspectos positivos y negativos de esta práctica sólo han recibido atención recientemente, dijo Colin Chartres, director general del IWMI, que cuenta con el apoyo del Grupo Consultivo Internacional sobre Investigación Agrícola (Cgiar, por sus siglas en inglés).
El estudio, agregó, ofrece el primer análisis exhaustivo, en varios países, sobre las condiciones existentes y las dificultosas opciones que surgen para balancear las ventajas y desventajas.
Al preguntarle sobre si los beneficios superan a los riesgos, Liqa Raschid-Sally, de IWMI-África Occidental, dijo a IPS que no existen estudios exhaustivos sobre el tema.
"Pero es totalmente claro que si ponemos fin a esta práctica se interrumpirá la oferta de ciertos tipos de vegetales a las ciudades, que en 75 por ciento de los casos se abastecen de huertas urbanas o suburbanas que emplean aguas residuales", agregó.
La más elemental de las reglas económicas, la de la oferta y demanda, enseña que si se hace eso habrá un aumento en los precios de los vegetales en las ciudades. Los riesgos sanitarios pueden ser manejados, agregó.
En Ghana, Indonesia, Nepal y Vietnam, por ejemplo, los agricultores almacenan las aguas residuales en estanques para permitir que los sólidos en suspensión sean eliminados. De forma inadvertida, esto posiblemente reduce la cantidad de bacterias en el agua.
El mensaje para las naciones más pobres es que pueden aplicar estos métodos para reducir los riesgos y sólo necesitan ser incorporados en los servicios de extensión agrícola, dijo Raschid-Sally.
"No estamos alentando a usar aguas residuales, sino buscando mejorar esas prácticas", agregó.
Pay Drechsel, de IWMI-Ghana, afirmó que los beneficios y los riesgos se dan en dos niveles: el de los agricultores y la sociedad.
En los países pobres, donde los servicios sanitarios no se expanden al ritmo de la urbanización, los agricultores a veces no tienen más opción que la de usar agua contaminada. Prohibirlo por ley amenazaría los medios de vida de miles de familias, con un impacto en la pobreza mucho mayor que la exposición a agentes patógenos, que es manejable.
Si hay fuentes alternativas de agua segura disponibles, combinadas con el transporte refrigerado de vegetales de hoja, esta opción es decididamente preferible, indican los expertos.
"Coincidimos con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en que no es necesario detener la irrigación con aguas residuales", señaló Drechsel a IPS.
Para mantener el abastecimiento de vegetales a las ciudades, la OMS recomienda barreras que fácilmente pueden reducir el nivel de patógenos en las cosechas.
"Hemos probado y verificado este enfoque. Su implementación, sin embargo, requiere cambios de conducta y un 'mercadeo social' de la seguridad alimentaria, como el que vemos en las campañas que promueven el lavado de las manos", agregó Drechsel.
Pero la situación es diferente en las economías emergentes, donde la industria química plantea una amenaza adicional, advirtió.
Raschid-Sally indicó que el uso de aguas residuales está relacionado en algunos casos con la crisis de escasez mundial de agua y, en otros, con la carencia de fuentes seguras alternativas.
"La descarga incontrolada de aguas residuales está contaminando grandes volúmenes de agua fresca", agregó.
Según Drechsel, "por un lado, donde las aguas residuales son sólo tratadas parcialmente, o no tratadas, son contaminantes y reducen nuestros recursos de agua segura. Por el otro, donde estamos en condiciones de utilizarla estamos recuperando un recurso valioso".