Empresas brasileñas de electricidad donan anualmente más de 30.000 nuevos refrigeradores a familias pobres, como parte del Plan Nacional de Eliminación de gases clorofluorocarbonos (CFC), que dañan la capa de ozono. Esa cantidad aumentará porque la Ley de Eficiencia Energética, modificada en 2007, obliga a las compañías energéticas a destinar 0,5 por ciento de sus ingresos netos a investigaciones tecnológicas y renovación de refrigeradores, el doble de lo fijado en 2000, informó a Tierramérica Rafael Lourenço dos Santos, especialista en regulación de la Agencia Nacional de Energía Eléctrica.
Brasil prohibió los CFC en nuevos productos nacionales desde 1999 y su importación desde 2007, pero aún tiene 11 millones de refrigeradores con esos gases. Los aparatos que los emplean sólo se reabastecen de CFC reciclados en plantas de regeneración, explicó Tatiana Zanetti, de la Unidad de Ozono del Ministerio de Medio Ambiente.