El narcotráfico, los persistentes bajos precios internacionales y la apreciación de la moneda local alimentan la crisis cafetera de Colombia. Sólo en el municipio de Pereira, en el centro de la principal región de cultivos del grano, la producción cayó en los últimos 12 años de 17.000 a 8.000 hectáreas.
A pesar de la merma en la producción, este país mantiene la calidad en su café. "Después de Brasil y Vietnam está Colombia", afirmó a IPS Omar Acevedo, secretario ejecutivo de la Federación Nacional de Cafeteros, regional Risaralda.
"La calidad se logra en base al proceso laborioso de los caficultores, que lo recogen a mano, lo despulpan, le dan tratamiento de secado al sol o en silos mecánicos, teniendo siempre en cuenta la importancia del alimento", explicó Acevedo.
En todo el país se calcula que los cultivos de café cubren hoy 900.000 hectáreas, 90 por ciento de ellas en manos de productores de pequeña escala, que en promedio trabajan cinco hectáreas, según datos oficiales. Este grano ocupa el tercer lugar entre las exportaciones colombianas, con siete por ciento del total, después del petróleo y el carbón.
La crisis del sector afecta a unas 550.000 familias en este país con 44,5 millones de habitantes.
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El llamado Eje Cafetero, sobre la cordillera central colombiana, abarca el norte de los departamentos de Valle del Cauca y Tolima, el sur del Antioquia, y los departamentos de Quindío, Caldas y Risaralda, del cual la ciudad de Pereira es su capital.
El cultivo del café, con los beneficios que representa, se remonta en esa extensa área occidental desde fines del siglo XVIII y mantuvo una posición de privilegio hasta hace casi tres décadas, cuando comienza a sufrir los efectos directo e indirectos del auge de la producción y comercio de drogas.
Los más nombrados carteles de narcotráfico se ubicaron en Antioquia y Valle del Cauca, en los extremos del Eje, y Risaralda fue el puente entre ambos, aunque se afirma que el verdadero origen de esta actividad ilegal en Colombia comenzó en esta región.
"Los narcos de esta zona del país fueron sutiles, no hicieron aspaviento, la mayoría fue gente rica que fortaleció sus bienes y luego abandonó el negocio", aseguró a IPS un intelectual de la región que pidió reserva de su nombre. "Todos lo sabemos en Pereira, pero nadie lo dice, porque a nadie le conviene", agregó.
Menos sutiles fueron los jefes de mafias de Antioquia y Valle, que compraron sus fincas a pequeños caficultores, en especial de los departamentos de Risaralda y Quindío, para convertirlas en sitios de recreo algunas veces, y de escondite otras, en ambos casos con uso de la tierra para pastoreo de ganado.
Aparte de los departamentos del Eje, también se cultiva en los departamentos de Boyacá, Caquetá, Casanare, Meta, Cundinamarca y Huila, y en los norteños Guajira, Cesar, Magdalena y también Norte de Santander, donde se inició la producción comercial en 1835.
Risaralda ocupó el primer lugar en la producción de Colombia hasta fines de la década de los 80, pero hoy pasó al sexto escalón, detrás de Antioquia, Caldas, Huila, Tolima y Valle del Cauca. Quindío, el departamento de menor extensión geográfica, ocupa el último lugar entre los que conforman el Eje Cafetero.
"La cantidad de hectáreas cultivadas en Risaralda ha disminuido, pero aumentamos el número de árboles. Sólo en la zona más cercana a Pereira hoy tenemos alrededor de 2.000 más, y ejecutamos el programa de renovación de cultivos, apoyando a cada caficultor con 200 pesos (nueve centavos de dólar) por árbol renovado", dijo Acevedo.
Según este funcionario de la Federación, "la situación actual es sostenible para la mayoría de los campesinos que viven en sus tierras, crían a sus familias, y cuando no tienen trabajo venden su mano de obra en fincas (establecimientos) más grandes".
No sienten lo mismo los "chapoleros", nombre con el que se designa a los recolectores temporales.
"La situación es crítica. Hace más de dos años que mi parcela no da para nada y tampoco encuentro empleo fácil", comentó a IPS Ramón Martínez, mientras espera una posibilidad de trabajo temporal en el parque central de Montenegro, al sur del departamento de Quindío, con unos 200 hombres más en iguales circunstancias.
Es una situación que se repite cada sábado. Y como una ironía, en Montenegro se ubica el Parque Nacional del Café, donde llegan cientos de turistas todo el año para conocer la historia del grano y todo el proceso desde su recolección hasta ponerlo en los mercados nacional e internacional.
"Es triste, porque con ese gran parque y todas las ganancias que produce, los trabajadores estamos cada vez más pobres y los niños buscan que los turistas les regalen monedas", se quejó Martínez
Por su parte, Acevedo afirma que "la situación es producto del precio internacional bajo y del drástico descenso del precio del dólar que hemos sufrido en los últimos tres años, lo que no permite que se compensen los gastos de producción".
En marzo de 2003 cada dólar equivalía a 2.953 pesos colombianos, mientras que en la actualidad esa relación gira en torno a los 1.700 pesos y continúa con tendencia a la baja.
"Es entonces cuando necesitamos ayuda del gobierno para compensar el precio interno y se logre un margen de ganancia", indicó Acevedo.
En este factor incide la entrada al país de grandes capitales como consecuencia de la política de privatización que ha impuesto el gobierno del derechista Álvaro Uribe desde su primer mandato iniciado en 2002.
"Esta bonanza económica es sólo una burbuja que estallará en cualquier momento, y que incide en toda la situación agrícola del país. Lo único que no está en crisis son los cultivos para biocombustibles y la producción de coca, que ha crecido 40 por ciento en los últimos años", señaló a IPS el senador Gustavo Petro, del opositor Polo Democrático Alternativo (PDA).
En cambio, Acevedo entiende que el ingreso de firmas multinacionales "crea empleo", además de que, "con base en las políticas de seguridad democrática del presidente (Uribe), la gente empieza a volver al campo", sostuvo el dirigente cafetalero en referencia a la agresiva estrategia militarista del gobierno contra las guerrillas izquierdistas.
Analistas económicos consideran que en los factores de la crisis influye también el rompimiento de pacto de cuotas en la Organización Internacional del Café, por efecto de las políticas neoliberales puestas en marcha en 1989.
Como consecuencia de ello se aumentaron los fletes del transporte marítimo, y en Colombia se produjo un paulatino debilitamiento del Fondo Nacional del Café y de las cooperativas de caficultores.
En 1997 comenzó la liquidación de la Flota Mercante Grancolombiana, en la cual la federación cafetera tenía cerca de 80 por ciento de acciones, y finalmente sucumbió en 2007 el Banco Cafetero.
En cuanto a políticas estatales vigentes, Jorge Robledo, senador del PDA, considera que son "escasas y malas".
"El crédito, como en todo el agro, es caro, los subsidios estatales apenas alcanzan para generar la sensación política de que el gobierno está atento a la suerte de los cafeteros, y no olvidemos que buena parte de lo que hacen las instituciones cafeteras se paga con la plata que aportan los mismos productores", puntualizó.