Tras una original campaña de recolección de pequeños objetos de bronce para fundir que duró dos años, un artista plástico argentino levantó una estatua de cuatro metros de alto de Ernesto Che Guevara, que se emplazará este mes en Rosario, su ciudad natal.
"El objetivo primero fue hacer un homenaje al Che, que el 14 cumpliría 80 años, pero también la idea era demostrar que se puede hacer sin ayuda gubernamental o de un partido político sino a partir del esfuerzo y la solidaridad del pueblo", explicó a IPS el autor del trabajo, Andrés Zerneri.
La obra, que espera en un paseo público de Rosario, la ciudad más populosa de la oriental provincia de Santa Fe, pesa casi tres toneladas y muestra a Guevara de pie, con el cabello largo y ondulado, la boina con la estrella de cinco puntas y las mangas de su traje de combate recogidas. La imagen es la de un guerrillero sin armas.
"Los militantes de partidos de izquierda no comprendieron la obra. Consideran que es un proyecto lavado porque no tiene un fusil. Pero su contenido reivindica los ideales del Che. Para él, las armas eran un medio, no un fin, y servían tanto a sus objetivos como un libro o una palabra", opinó Zerneri.
El Che nació en Rosario, una de las tres mayores ciudades de Argentina, el 14 de junio de 1928, aunque hay biógrafos que afirman que fue exactamente un mes antes. Su familia se trasladó enseguida a Buenos Aires y de allí a la central provincia de Córdoba, buscando el aire puro de las sierras por recomendación médica ya que el niño padecía de asma.
Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires entre fines de los años 40 y comienzos de los 50, época en la cual emprende con un amigo, Alberto Granado, su viaje iniciático por América Latina, experiencia que en 2004 fue llevada al cine por el director brasileño Walter Salles con el título de "Diarios de motocicleta".
A mediados de los años 50, en el marco de otro de sus tantos periplos por el continente, se contacta con exiliados cubanos en América Central y poco después ya en México se suma a las huestes lideradas por Fidel Castro para marchar a la isla caribeña y lanzar la ofensiva guerrillera final contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959).
En los comienzos de la Revolución Cubana, este médico argentino se constituye en uno de sus pilares, ocupando la titularidad del Ministerio de Industria. Su compromiso político y social lo llevó luego a combatir en África y en especial a Bolivia, donde es capturado por el ejército, con ayuda de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), y asesinado el 9 de octubre de 1967.
Su muerte prematura y violenta contribuyó a convertirlo en símbolo de una utopía universal, la de una sociedad igualitaria.
Sin embargo, su imagen, reproducida al infinito en carteles y remeras, no tenía aún un monumento en Argentina, acorde con el tamaño de su popularidad internacional. Sólo hay en algunas ciudades y localidades menores de provincia pequeños bustos o estatuas que, a lo sumo, reproducen el tamaño natural de su figura.
La idea de contar con un gran monumento surgió en 2006 y desde entonces Zerneri, que vive y trabaja en Buenos Aires, lanzó una convocatoria para que todos los que quisieran participar acerquen llaves de bronce para fundir, a fin de tener suficiente material para la tarea.
Se pensó en llaves que son objetos pequeños que permiten una participación amplia, pero la expectativa del artista fue superada. "Fueron 14.575 personas que aportaron unas 75.000 llaves y otros objetos, algunos muy queridos por ellos. La obra se transformó al final en un medio para que muchos se expresen", definió.
Una familia de argentinos, que durante la última dictadura (1976-1983) se exilió en Alemania, le contó al artista que guardaban como una reliquia el llavero de la casa de Buenos Aires adonde pensaban volver algún día. Finalmente sus hijos se establecieron allí y nunca volvieron, pero le dieron las llaves, entre lágrimas, contó.
Esas llaves quedaron expuestas en la pantorrilla del Che, un fragmento de la obra que deja ver parte del proceso creativo. En cambio hubo que fundir candelabros, medallas de deportistas, y el premio recibido por una murga cuyos 60 integrantes votaron por unanimidad destinar el bronce a la estatua del Che.
También contó Zerneri que un científico le acercó trozos de un microscopio que fue el primero construido en Argentina para ver átomos. Otro cedió la placa de la tumba de su padre, atada con hilos de cobre a un crucifijo que perteneció a su madre. "Por favor, que los fundan sin desatarlos", pidió el hombre.
La obra fue erigida en arcilla y luego cubierta de bronce. Los interesados en participar se acercaban al taller del artista a llevar su aporte, o lo mandaban por correo desde el interior del país y desde lugares más lejanos, como Cuba, Estados Unidos, Venezuela, Sudáfrica. La fundición cobró su trabajo en kilogramos de metal.
Al conocer el proceso, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina ofreció al artista "lo que necesitase". También lo hicieron partidos políticos, embajadas y autoridades municipales. Pero Zerneri prefirió seguir la labor sin aceptar ayuda gubernamental, ni dinero de empresas o particulares.
Al finalizar el trabajo a fines de mayo, la estatua fue trasladada en un camión por la avenida Corrientes, una arteria central de Buenos Aires que llega hasta el tradicional Obelisco y sigue hasta el principal puerto del país. Centenares de admiradores del Che acompañaron al artista en ese traslado.
En el puerto de Buenos Aires, el monumento se cargó en un buque arenero y, como un inusual mascaron de proa, asomó por diversos puertos del río Paraná, que atraviesa de norte a sur el país, hasta desembarcar en Rosario, donde las autoridades comunales decretaron el proyecto de interés municipal y le dieron lugar en el Parque Hipólito Irigoyen.
En ese paseo la imagen será descubierta como parte de una serie de homenajes a la figura que incluyen conferencias, seminarios, concursos y recitales de música y poesía.
En tanto, la escultura ya mira hacia el noroeste, como en un diálogo simbólico con la otra gran estatua del Che emplazada en Santa Clara, Cuba, esa sí con un fusil en la mano.
Por ahora aguarda en un paseo que a partir del 14 de junio se llamará "Plaza del Che".