La posibilidad de una crisis acecha a la economía de México debido al gasto fiscal creciente, destinado a importar y subsidiar combustibles, y a la progresiva caída de las exportaciones petroleras.
Los problemas podrían estallar en cinco o seis años más, si el gobierno del conservador Felipe Calderón no toma medidas y permanecen esquivos los acuerdos políticos de gran caldo sobre el sector energético, advierten observadores.
Las señales de alarma están ya presentes y se abonan en la contracción económica de Estados Unidos, el principal socio comercial mexicano, y en la crisis alimentaria mundial.
Para enfrentar la coyuntura, a fines de mayo el gobierno elevó los subsidios a programas sociales, abrió las importaciones de granos y anunció nuevos gastos para mejorar la infraestructura agrícola.
La población ya entró en estado de alerta, si bien la moneda se mantiene estable, la inflación resiste presiones, las finanzas públicas no tienen déficit y hasta se anunciaron jugosas inversiones extranjeras: a inicios de este mes, varias empresas prometieron invertir 6.700 millones de dólares.
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Sondeos de opinión pública indican que consumidores, empresarios y analistas ven con pesimismo la situación.
El grado de confianza de los consumidores cayó en mayo a su punto más bajo de los últimos cuatro años, según una encuesta del estatal Instituto Nacional de Estadística realizada en unas 2.500 viviendas de diferentes puntos del país.
Ese mismo estudio indicó que sólo 34 por ciento de los productores de distintos sectores consideran que es buen momento para invertir.
Mientras, el sondeo mensual que realiza el Banco de México (Central) entre analistas privados, indicó que sólo 10 por ciento de quienes fueron consultados en mayo opinaron que la situación mejorará en lo que resta de 2008. Se trata del registro más bajo en los últimos siete años.
"Hay tensión y el panorama a largo plazo no es nada bueno, sobre todo por el sector del petróleo", dijo a IPS el economista y asesor empresarial Armando Galván.
Las exportaciones de crudo son ahora de 1,4 millones de barriles por día frente al promedio de 1,8 millones de 2004. Esas ventas, que financian 40 por ciento del presupuesto del Estado, van en franca caída, y no hay en el panorama ni el dinero, ni la tecnología disponibles para extraer más petróleo.
Además, el horizonte de reservas probadas es de apenas nueve años y no existe en la actualidad ninguna estrategia, proyecto de ley o plan sobre cómo cubrirá el Estado mexicano gran parte de sus ingresos fiscales cuando el crudo se agote y deba importar todo lo que consume de hidrocarburos.
Casi la mitad de las gasolinas ya provienen de importaciones.
Aunque el precio del barril de petróleo mexicano (de 159 litros) se cotiza en alrededor de 108 dólares, más de doble que lo estimado cuando se definió el presupuesto del Estado para el presente año, no hay excedentes en las arcas fiscales, porque cada vez se gasta más en la importación de derivados.
Este año se destinarán 20.000 millones de dólares para subsidiar el consumo, pues aunque el país compra las gasolinas a precios cada vez más elevados en el extranjero, los precios de venta internos son menores.
Este aspecto puede llevar a la recesión de la economía, si el gobierno no compensa la importación de gasolina con precios internos más realistas, advierten observadores.
"Subir los precios de las gasolinas es una medida política casi suicida en la actualidad, pero tarde o temprano habrá que hacerlo, pues la más simple aritmética nos indica que este subsidio es insostenible y que desatará una crisis en cinco o seis años más", señaló Galván.
Mantener represado el precio de las gasolinas y del gasóleo beneficia sobre todo a los sectores más adinerados. Casi 70 por ciento de los combustibles son consumidos por 20 por ciento de la población, la de mayores ingresos, según estudios del Instituto Nacional de Estadísticas.
Blanca Heredia, representante en México de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) declaró que este país debería eliminar el subsidio a los combustibles pues beneficia sobre todo a los más ricos.
Si bien los subsidios generalizados logran mantener bajos los precios del transporte público y de los productos que se mueven en el mercado, quienes más se benefician son los sectores pudientes, insistió.
En un encuentro privado con expertos del sector económico, Alejandro Werner, viceministro de Hacienda, reconoció el 5 de este mes que el gasto para sostener los precios del gas, las gasolinas y el gasóleo hasta 50 por ciento por debajo de los de Estados Unidos, se está "volviendo insostenible" y que en algún momento habrá que cambiar esa política.
Los subsidios deberían dirigirse a mejorar programas sociales y a inversiones, reconoció el funcionario.
Pero el presidente Calderón se comprometió a no eliminarlos para enfrentar los problemas derivados de la carestía mundial de alimentos que podría prolongarse varios años.
Además, en 2009 habrá elecciones legislativas de mitad del período, y una medida tan impopular como subir los precios del combustible conllevaría un alto costo político para el gobierno.
Desde mayo se debate en el parlamento una reforma petrolera presentada por el gobierno, destinada a modernizar la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
Los observadores están de acuerdo en que la polarización política en torno de esa propuesta es de tal grado que concertar cambios parece por ahora casi imposible.
"Es verdad que hoy no hay déficit de presupuesto y que la inflación es baja. Pero el déficit se disparará al acabarse el petróleo, mientras que la inflación, actualmente reprimida, terminará por manifestarse en toda su intensidad", escribió el columnista del diario Reforma, Sergio Sarmiento.
"De hecho, cuando se deje de subsidiar el precio de la gasolina, como inevitablemente ocurrirá, veremos situaciones críticas", añadió.