COMERCIO: Situación embarazosa en negociación industrial

Las tratativas de la Ronda de Doha sobre aranceles industriales en la OMC han llegado a un grado de tirantez extrema, tanto que el diplomático responsable de esas discusiones, el canadiense Don Stephenson, decidió esta semana interrumpir las discusiones.

Portavoces oficiosos de las naciones industrializadas responsabilizan de esa tensión a los integrantes del llamado Grupo NAMA 11, conformado por Argentina, Brasil, Egipto, Filipinas, India, Indonesia, Namibia, Sudáfrica, Túnez y Venezuela, atribuyéndoles intenciones de socavar el sistema multilateral de comercio.

"Nosotros queremos todo lo contrario. Para Argentina, una de las prioridades es un sistema multilateral fuerte y evidentemente estamos trabajando para eso", dijo el director de negociaciones económicas internacionales de la cancillería de ese país sudamericano, Néstor E. Stancanelli.

La OMC (Organización Mundial del Comercio) considera la liberalización de los aranceles aduaneros, denominada en la jerga oficial como Acceso a los Mercados de Productos No Agrícolas (NAMA, por sus siglas en inglés), uno de los pilares, junto a la agricultura, de la Ronda de Doha lanzada a fines de 2001 en la capital de Qatar.

Stancanelli explicó, en diálogo con IPS, que el problema de la negociación industrial se reduce indudablemente a una divergencia de posiciones. "Sostenemos una posición distinta de la que tienen los más importantes países industrializados y es compartida por los países del Grupo NAMA 11. En agricultura la situación es diferente.

IPS: —¿Cómo se reflejan esas disparidades?

Néstor E. Stancanelli: —Esto se puede ejemplificar con cifras. El mundo industrializado, países como Estados Unidos, los de la Unión Europea y Japón, van a bajar sus aranceles industriales, de acuerdo a los coeficientes propuestos por Stephenson, aproximadamente entre 37 y 44 o 45 por ciento.

Pero conforme a los coeficientes propuestos para los países en desarrollo, incluyendo flexibilidades, esos recortes deberían oscilar entre 49 o 50 por ciento y 58 por ciento.

—¿Por qué son inaceptables esas reducciones diferentes?

—El mandato de esta negociación establece que debe regirse por el principio de reciprocidad, menos que plena, a favor de los países en desarrollo.

Esto quiere decir que los países en desarrollo tienen que recortar menos sus aranceles industriales que los países ricos.

Como se ve, aquí se trataría de una responsabilidad menos que plena a la inversa. Es decir, a favor de los países industrializados. Por tanto, se trata de discutir estos temas en la negociación, pues los que más tienen que contribuir son los que disponen de un nivel de desarrollo mayor.

—¿Ese principio tiene fuerza jurídica?

—La reciprocidad menos que plena figura en el mandato de la Ronda de Doha, fue ratificado en el marco aprobado por la OMC en julio de 2004 y aparece igualmente en el acuerdo de la sexta conferencia ministerial de 2005 de3 Hong Kong.

De esta reunión ministerial también viene el párrafo 24, que dice que se debe alcanzar reciprocidad en acceso a los mercados, en agricultura y en el NAMA, un nivel comparablemente alto de ambición.

—¿Se cumple con este principio de ambición equiparable?

—Vea con qué nos encontramos. En agricultura, lo que hay sobre la mesa, según con el texto del presidente de la negociación, son cortes de aproximadamente en 50 o 51 por ciento para los países industrializados.

Esto a su vez está muy condicionado por una cantidad de disposiciones a favor de esos países. Es decir, primero tienen posibilidades de productos sensibles, con menor recorte arancelario y luego han presionado para que no haya un techo para este tributo.

En este punto, los países en desarrollo hemos pedido que los aranceles industriales no pasen de 100 por ciento. Para tener una idea, Suiza tiene 400 ítems agrícolas por encima de ese porcentaje. La Unión Europea, tomando el cuatro por ciento de sus líneas arancelarias, que suman aproximadamente unas 100, están por encima del 96 por ciento.

—¿Y en el caso de los países en desarrollo?

Para dar una idea, en NAMA 11, tenemos posiciones donde los aranceles máximos para productos sensibles no van a pasar de 26 por ciento y el promedio va a estar en torno a 16 por ciento. Eso es lo que los países, digamos, grandes, llaman que no es una contribución importante. Se ve que por un lado se predica una cosa y por la otra, cuando hay que contribuir, se hace otra.

Por tanto, nuestra posición es totalmente razonable, pues queremos una igualdad de tratamiento como lo establece la declaración ministerial de Hong Kong, igual entre agricultura y NAMA. Pero, como se ve, no es igual

—¿Esa es la causa de la tirantez actual en las negociaciones?

—Es lo que se discute. Creo que no hay que asombrarse, pues se trata de una negociación comercial. Nuestra obligación como funcionarios es defender los intereses de Argentina, del sector productivo agrícola e industrial. En la medida en que tengamos contribuciones razonables de la otra parte, también vamos hacerlo nosotros. Y lo hemos ofrecido.

—¿El aumento de flexibilidades del último borrador de acuerdo presentado por Stephenson tampoco satisface a Argentina?

—No, por una razón: los datos que estoy dando incluyen las facilidades. Es decir, nosotros con las flexibilidades, y de acuerdo a los coeficientes que presentó el presidente, estaríamos recortando nuestros aranceles muy por arriba de lo que hacen los países desarrollados.

Entonces acá hay algunas cosas que hay diferenciar claramente. El tratamiento especial y más favorable para los países en desarrollo contempla flexibilidades para reducir en menor medida o excluir esa rebaja en una determinada cantidad de líneas arancelarias consideradas sensibles.

—¿A qué sectores industriales se refiere?

—Normalmente, las sensibles son aquellas producciones que más se afectarían por la reducción de aranceles. Por ejemplo, en Argentina es el caso de los textiles, los juguetes, las partes de automóviles e insumos químicos, entre otros. Entonces, lo que prevé el mandato es que haya flexibilidades para los países en desarrollo.

—Teniendo en cuenta que, conforme a la fórmula suiza, los coeficientes menores determinan cortes de aranceles mayores ¿cómo se relacionan las flexibilidades con esa fórmula?

—Ahora, esas nuevas flexibilidades se han ligado con coeficientes de fórmula suiza sumamente exigentes. Es decir, muy bajos.

Entonces, no están separadas de los coeficientes. Las flexibilidades tendrían que estar al margen, porque es un tratamiento especial y más favorable. Deberían estar vinculadas, si se quiere utilizar coeficientes de fórmula suiza, a uno más razonable, que es lo que hemos propuesto con el NAMA 11.

—¿Que eco han tenido las iniciativas de NAMA 11?

Eso es precisamente lo que falta sobre la mesa. El texto de Stephenson no ha reflejado nunca las propuestas del NAMA 11. Se ha hecho eco de otras propuestas y, por tanto, es un texto desequilibrado. De allí viene la falta de acuerdo en la sala.

Los que pudieron escuchar el debate de la última sesión del comité de NAMA, el lunes pasado, se pudieron dar cuenta de que hay muchos países que han cuestionado el texto.

—¿Cómo se resuelve este problema?

Bueno, hay que trabajar para cambiar ese texto y llegar a una solución que sea equilibrada y satisfactoria para todos. En rondas anteriores se usó el procedimiento de corte lineal de aranceles, que equivale a un promedio. La fórmula suiza es más perjudicial.

—¿Qué significaría eso para Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los cuatro miembros plenos del Mercosur (Mercado Común del Sur)?

—Cuando hablamos de reducción nos referimos a los aranceles consolidados, de los que se ocupa la OMC. Porque los aplicados por Argentina o por todo el Mercosur están por debajo de esa franja general.

De tal manera que la reducción de aranceles consolidados en una propuesta como la del NAMA 11, que es entre 40 y 43 por ciento para países en desarrollo, implica que economías como las del Mercosur van a preservar un espacio reducido, pero un espacio al fin, que necesitamos para la ejecución de una política industrial.

—¿Ese aporte refutaría las acusaciones de que NAMA 11 y los países en desarrollo debilitan las negociaciones de Doha y el mismo sistema multilateral?

—Como en toda negociación no hay que asustarse. Evidentemente son estrategias de discusión al tratar de culpar a veces a algunos países porque no hay avances. Pero en realidad son aquellos que ponen exigencias y que hacen muy pocas contribuciones los responsables del estancamiento.

Y les toca a esos países ofrecer elementos substanciales como para que nosotros realmente tengamos una verdadera ronda del desarrollo. Hasta ahora no se ha visto. Esperamos lograrlo.

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