Hace cien años 781 ciudadanos japoneses desembarcaron del navío Kasato Maru en el puerto de Santos, iniciando un flujo migratorio que generó el grupo étnico de mayor escolarización e ingreso por habitante en Brasil, aunque se revirtió en los años 80.
Las celebraciones del centenario cuentan con la visita del príncipe heredero de Japón, Naruhito, quien hizo referencia este miércoles en Brasilia al ascenso social de los miembros de la comunidad nikkei (los inmigrantes y sus descendientes), desde las dificultades de adaptación de los primeros en llegar, empleados en haciendas de café, a las altas posiciones que hoy ocupan en distintos sectores.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, destacó las grandes inversiones japonesas que contribuyeron al desarrollo del país y las buenas perspectivas de expansión de los negocios bilaterales, con los biocombustibles y la adopción de la tecnología nipona para la televisión digital en Brasil.
Una moneda y un sello postal, lanzados este miércoles, celebran los 100 años de la inmigración japonesa.
El príncipe, quien arribó a Brasilia la noche del martes, participará en actos conmemorativos este jueves y el viernes en la sureña São Paulo, donde se registra la mayor concentración de nikkeis. Luego hará una gira por Santos y otras cuatro ciudades, concluyendo la visita en Río de Janeiro, el 24 y el 25 de junio.
Brasil cuenta con la mayor comunidad derivada de la emigración japonesa, con 1,5 millones de nikkeis, a los que se suman 300.000 que hicieron el camino inverso y viven hoy en Japón, llamados "dekaseguis".
Es una denominación "peyorativa", se quejó Paulo Yokota, conocido economista y miembro la comisión que organiza las celebraciones del centenario. Él prefiere llamarlos "brasileños residentes en Japón", que están creando una "fuerte comunidad allá" y "contribuyendo a la internacionalización de aquel país".
La gran divulgación del centenario deberá contribuir para que las nuevas generaciones de nikkeis conozcan mejor a Japón y su cultura, que "sólo conocen superficialmente" y para que la comunidad "sirva de puente" al intercambio bilateral, función que no viene cumpliendo, según Yokota.
Las relaciones económicas entre Brasil y Japón, que tuvieron un gran empuje en los años 70, perdieron aliento desde la década pasada, mientras se intensificaron otras inversiones extranjeras en el mercado brasileño.
Los descendientes de inmigrantes japoneses se destacaron en Brasil por su esfuerzo en la enseñanza. "Los pueblos de Asia oriental fueron influenciados por el confucionismo" y por eso priorizan la educación, explicó Yokota a IPS.
Pero el desarrollo agrícola fue la principal contribución de la inmigración japonesa a Brasil, en su opinión. Hoy los nikkeis se destacan en distintos sectores, a excepción de los que exigen el "don de la palabra", que no poseen, acotó.
Esa es la explicación para la escasa presencia nikkei en la política electoral, en contraste con las posiciones de liderazgo que asume en actividades técnicas, empresariales, profesionales y académicas. En Perú, con una comunidad mucho más pequeña, un hijo de la inmigración japonesa, Alberto Fujimori (1990-2000), fue elegido presidente.
En Brasil han sido pocos los ministros y parlamentarios de ascendencia japonesa. Pero en Estados Unidos esa participación en la política es mucho menor, según Jeffrey Lesser, un historiador de la estadounidense Universidad Emory que investiga la inmigración en Brasil y acaba de publicar el libro "Una diáspora descontenta", sobre los nikkeis y dekaseguis.
Es curioso que muchos políticos nikkeis en Brasil tengan ancestros de Okinawa, la isla japonesa cuya población sufre cierta discriminación en su propio país. "Los okinawanos son como los brasileños", provienen de "una tierra tropical donde les gusta bailar, beber y la comida picante", es la explicación que Lesser escuchó en sus entrevistas.
"Usan un estereotipo sobre los brasileños" para identificarse como "más brasileños" que los demás japoneses, señaló Lesser a IPS.
En su evaluación de historiador volcado a cuestiones étnicas, el principal aporte de la inmigración japonesa a Brasil fue "cambiar la idea de brasilidad", al incorporar a un grupo que "no es blanco ni negro". Los descendientes de judíos, árabes o europeos pueden confundirse con un brasileño cualquiera, con un nombre común, pero no los de ascendencia japonesa, con su color de piel y rasgos distintivos, explicó.
En un libro anterior, "La negociación de la identidad nacional", Lesser señaló las fuertes resistencias que enfrentaron la inmigración japonesa y árabe en Brasil, con líderes políticos e intelectuales que los rechazaban como "no asimilables" culturalmente.
Pero hubo muchas opiniones favorables también, y esa "doble respuesta" se refleja hasta hoy en la población brasileña, que tiene una imagen del nikkei que tanto puede ser "la del mejor brasileño como la del peor", afirmó.
Es así que la mayor escolaridad y nivel de ingresos de los nikkeis despierta celos por un lado y alabanzas por parte de la elite brasileña, comentó Lesser, recordando un graffiti que apareció hace años: "Asegure su lugar en la Universidad de São Paulo mañana, mate a un japonés hoy", sostenía.
Los dekaseguis, en general, repiten la historia de los inmigrantes, buscando acumular algún ahorro en Japón para volver a Brasil con capital e iniciar negocios, pero buena parte terminan por permanecer indefinidamente en el nuevo país de residencia.
Muchos de ellos creen que podrán transformar la cultura japonesa, "salvando a los japoneses de sí mismos", llevándoles "brasilidad", dijo Lesser, es decir un modo de vivir con más placer, más creativo y alegre, para modificar las características de esa sociedad, "cerrada, fría y de demasiado trabajo", concluyó.