La motocicleta forma parte de la vida del brasileño Cleyton Perroni desde que tenía 12 años. Pero sólo pasó de esparcimiento a instrumento de trabajo 19 años después, cuando su conductor, aliado a un teléfono celular, se convirtió en un reportero de la vida cotidiana de São Paulo.
El primer vuelco "fue por necesidad", hace nueve años, al quedar desempleado después de ocupar la gerencia de empaque en un comercio. La vida de Perroni cambió totalmente. Dejó el sedentarismo de oficinas y tiendas para ganar la "libertad" de las calles, haciendo entregas de pequeñas mercancías en su motocicleta.
Pero asumió también los peligros que envuelven a los llamados "motoboys". En la ciudad de São Paulo muere más de un trabajador motociclista por día, más precisamente 371 como promedio anual entre 2000 y 2006, según la Compañía de Ingeniería de Tránsito, un órgano dependiente del gobierno municipal paulista.
Las motocicletas son un décimo del total de vehículos que circulan por la ciudad, pero se involucran en un cuarto de los accidentes de tránsito que provocan muertes. La proporción no se repite siempre, pero las tragedias acompañan la proliferación de motoboys y moto-taxis, que ya suman unos tres millones en todo Brasil.
Los moto-taxis están dedicados en Brasil prioritariamente al transporte de personas y más presentes en el interior. Prácticamente no operan en la ciudad de São Paulo, pero sí en otras grandes urbes, como Río de Janeiro.
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Perroni, hoy con 40 años y con sólo un curso técnico de contabilidad equivalente a la enseñanza secundaria, gana un poco más que el promedio de los motoboys locales, que es de unos 1.200 reales (730 dólares) al mes, por tener dos contratos fijos para las entregas.
Además descubrió desde el año pasado una nueva perspectiva de vida con la misma moto y el teléfono celular, indispensable a su trabajo totalmente móvil. "Hoy recorro la ciudad con otra mirada, el Canal me abrió los ojos para una realidad que antes no veía", confesó a IPS.
El Canal a que se refiere nació hace 13 meses después que Antoni Abad, artista catalán que usa la tecnología digital en sus videos e instalaciones para trabajar principalmente con grupos discriminados en varios países, movilizó a 12 motoboys paulistas para registrar su vida cotidiana en esta mayor ciudad del país con las cámaras fotográficas de sus teléfonos móviles.
Accidentes, delitos, la contaminación del agua, calles congestionadas, manifestaciones populares, el arte en la calles como el graffiti y sucesos variados componen el diario visual de la ciudad, en fotos o videos y pequeños textos que son transmitidos de inmediato a un sitio en Internet del denominado canal*Motoboy.
El proyecto se mantuvo con apoyo de instituciones culturales locales y de la cooperación española y pretende duplicar pronto los participantes en São Paulo. Perroni y algunos de sus colegas toman clases en la Universidad de São Paulo sobre técnicas de periodismo y edición del sitio web.
En el futuro el grupo pretende extender su experiencia a otras ciudades brasileñas, explicó Perroni, quién estuvo presente en Río de Janeiro para participar en el Foro de Medios Libres el fin de semana pasado y hacer contactos con colegas repartidores en motocicleta locales.
"Nosotros informamos sobre toda la ciudad, vamos donde la policía ni los periodistas entran, como las favelas (barrios hacinados irregulares)", señala con orgullo por su tarea.
"Mostramos de hecho cómo es vivir en extrema pobreza, haciendo visibles poblaciones que el Estado ignora", acotó, tras indicar que vive en el centro de São Paulo pero circulando siempre en la periferia a causa de su trabajo.
"La ubicuidad" es la característica de los motoboys, pues "somos los que tienen toda la ciudad bajo el ojo", definió Eliezer Muniz, coordinador del proyecto, recién graduado en Filosofía, después de 15 años trabajando en su motocicleta.
Esos profesionales son así una fuente de conocimiento de la ciudad y especialmente sobre su tránsito caótico, y en esa condición participan de foros en que se buscan soluciones para los problemas urbanos.
El canal*Motoboy abre también un posibilidad de aprendizaje para una categoría de trabajadores pobres y de baja escolaridad como estos moticilistas, que suman "entre 150.000 y 300.000" en la ciudad de São Paulo, según el sindicato que los representa.
Perroni admite tener "otros horizontes, más amplios" y el deseo de "vivir profesionalmente del arte".
"Ellos también crecen", no solamente las máquinas avanzan tecnológicamente, observó Muniz a IPS.
Esos nuevos comunicadores son también protagonistas en el proyecto de "expedición fotográfica" a la cuenca de dos represas que abastecen buena parte de la llamada Gran São Paulo, una iniciativa del no gubernamental Instituto Socioambiental para salvar los manantiales de una región metropolitana al borde del colapso hídrico.
Esas actividades contribuyen también a reducir la discriminación que sufren los motoboys, siempre vinculados a violencia en los medios de comunicación. Además de víctimas frecuentes de los accidentes, ellos son acusados de agresiones, de hacer más peligroso el tránsito y de danificar a los automovilistas.
La imagen del sicario de rostro oculto por el casco de motociclista ya hizo que varios gobernantes brasileños intentaran prohibir un segundo pasajero en las motocicletas. En algunas ciudades del nordeste se prohíbe el uso del casco, contrariando las normas de seguridad.
En contra de los prejuicios, Muniz imagina a "10.000 motoboys" enviando informaciones escritas, fotos y videos de todo el país, en una nueva agencia de noticias que ofrecerá una nueva visión, mas completa y democrática, de la vida urbana.
El movimiento es de comunicación, arte y de educación de los motoboys. En mayo se organizó en São Paulo una Semana de Cultura Motoboy, que dio visibilidad a numerosos artistas provenientes de las periferias pobres de la ciudad.
"La revolución cultural de los motoboys" fue el título con que la edición brasileña de mayo de Le Monde Diplomatique informó del evento.