La adopción de pautas internacionales para la producción sostenible de biocombustibles emergió como una opción polémica en la conferencia de las Naciones Unidas sobre biodiversidad, celebrada en Bonn hasta el 30 de mayo.
Las propuestas, todavía vagas, señalan que se "puede promover la producción, la conversión, el uso y el comercio sustentables de biocombustibles" y giran en torno de reducir "incentivos perversos", como los subsidios europeos y estadounidenses.
Los también llamados agrocombustibles, refinados de cultivos como maíz, caña de azúcar y soja, soportan una ola de críticas de quienes los ven culpables de la actual carestía alimentaria.
También se los acusa de agravar la destrucción de ecosistemas, al empujar a otras producciones agropecuarias a talar y colonizar selvas vírgenes. Precisamente, frenar la creciente marea de extinciones de flora y fauna fue uno de los propósitos de la reunión de Bonn.
"El Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica puede contribuir garantizando que los biocombustibles sean ecológicamente sustentables", declaró a Tierramérica Jochen Flasbarth, del Ministerio de Ambiente de Alemania, uno de los delegados reunidos en la IX Conferencia de las Partes de ese tratado, celebrada entre el 19 y el 30 de mayo.
Algunos países presentes en la reunión ni siquiera quisieron discutir el asunto, pero el presidente del Convenio, el ministro alemán de Ambiente, Sigmar Gabriel, insistió en ello.
En vez de esperar que se desarrollen criterios de sustentabilidad, algunas organizaciones ambientalistas insisten en poner fin a los subsidios, las exoneraciones impositivas y las cuotas de consumo de biocombustibles.
Tales medidas son necesarias para asegurarse de que la producción de agrocombustibles no amenace los bosques y su diversidad en países como Indonesia y Brasil, dijo Eric Darier, activista de Greenpeace en Bonn.
Otros señalan que los monocultivos a gran escala nunca pueden ser sostenibles. "En 33 años de producción de etanol en base a caña de azúcar, Brasil nunca se molestó en establecer estándares de sustentabilidad", opinó Camila Moreno, de la organización no gubernamental brasileña Terra de Direitos.
En la III Conferencia Nacional de Medio Ambiente realizada a comienzos de mayo en Brasilia, la entonces jefa de la cartera ambiental, Marina Silva, aseguró que, para expandir la producción de biocombustibles, Brasil posee 50 millones de hectáreas de tierras cultivables "en reposo", por lo tanto no sería necesario "talar ningún árbol en parte alguna del país".
Los biocombustibles llegarán a ocupar cinco por ciento de todas sus tierras agrícolas para fines de la década.
Un nuevo informe del capítulo brasileño del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) reconoce el impacto benéfico de la industria de los biocombustibles en Brasil, advierte que puede amenazar los bosques y señala que el etanol de caña tiene poco impacto en la producción alimentaria y no está causando deforestación en la Amazonia.
Tanto Moreno como Christian Hey, del alemán Consejo Asesor sobre el Ambiente, discrepan con WWF. Los biocombustibles necesitan grandes extensiones y no pueden evitar la afectación de tierras agrícolas, pastoriles y boscosas.
"Los estándares y las certificaciones no pueden impedir que los agronegocios conduzcan a los pequeños cultivadores a (utilizar) tierras de pastoreo y bosques", sostuvo Stefan Bringezu, director del alemán Instituto Wuppertal para el Clima, el Medio Ambiente y la Energía.
Los países ricos quieren combustibles menos contaminantes para sus automóviles. Los países pobres quieren exportaciones de alto valor y depender menos de las costosas importaciones petroleras. El Convenio intenta conciliar estas demandas.
En 2007 la Unión Europea (UE) estableció la meta obligatoria de consumo de 10 por ciento de biocarburantes para 2020, como parte de sus esfuerzos por reducir las emisiones de gases invernadero.
Ese compromiso ha impulsado la producción en muchos países en desarrollo. Ahora, la UE recibe fuertes presiones para abandonar esa meta, sobre todo bajo el argumento de que los biocombustibles son en parte responsables de la crisis alimentaria.
La canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, intentó salir del punto muerto afirmando a los ministros de Ambiente de casi 100 naciones que "el Convenio debe establecer pautas para evitar las consecuencias negativas de la energía de biomasa".
El primer ministro de Canadá, Stephen Harper, único jefe de gobierno presente el 27 en la conferencia, ni siquiera se refirió a los biocombustibles en su discurso.
Canadá, un productor marginal, y Brasil, líder mundial en etanol, rechazan la idea de estándares obligatorios y se muestran más favorables a esquemas voluntarios. La delegación brasileña señaló que todas las formas de energía deberían estar sujetas a normas de sustentabilidad.
Brasil está mucho más preocupado por el acceso al mercado, y Canadá parece actuar nombre de Estados Unidos, el gran ausente, alegan los ambientalistas.
Estados Unidos no es parte del Convenio. Comparte con Brasil el liderazgo en producción de etanol. Pero su programa tiene metas muy ambiciosas y se basa en fuertes subsidios al maíz y en barreras arancelarias al carburante importado.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 31 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.