ALIMENTACIÓN-CUBA: Respuestas con prisma local

Las soluciones al agudo déficit en la producción de alimentos en Cuba podrían encontrarse en experiencias locales, cuyo éxito muestra cómo es posible sacar frutos a la tierra sin depender de los costosos insumos que sostenía al sector agropecuario hasta fines de los años 80.

La agricultura de esta isla caribeña enfrenta aún las consecuencias de tres decenios de "revolución verde", marcados por una fuerte centralización que mantuvo en manos del Estado, durante muchos años, la mayoría de la superficie cultivable de unas 6,6 millones de hectáreas.

Sin embargo, las autoridades parecen convencidas de la necesidad de adoptar determinadas transformaciones ante el ascenso de los precios en el mercado mundial de alimentos, que este año obligará al país a erogar alrededor de 2.000 millones de dólares.

"Creo que la directiva del país se está acercando más que nunca a que nosotros podamos descentralizar la agricultura", dijo a IPS Fernando Funes, coordinador del Proyecto de Agroecología de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF).

"El hecho de que se le dé poder a los municipios para que trabajen a nivel local es una gran cosa", señaló Funes, al referirse a la creación en abril de las delegaciones municipales del Ministerio de la Agricultura. Esas estructuras se ocuparán, entre otros asuntos, de controlar la tenencia de la tierra y fomentar la producción.
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Aún 35,8 por ciento de la superficie agrícola de Cuba es de propiedad estatal, pero de ésta sólo se aprovecha 29,2 por ciento, poco más de la mitad de lo reportado en tierras no pertenecientes al Estado, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

Son los campesinos privados y las cooperativas de créditos y servicios, formadas por productores independientes, quienes aprovechan mejor sus tierras, con índices por encima de 65 por ciento.

"Históricamente, todo se ha llevado a nivel macro y creo que eso ha traído el fracaso", aseveró a IPS Ania Yong, investigadora del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), quien cree que el origen de las soluciones del problema alimentario está a nivel local. "El trabajo local, personalizado, es el que más resultado nos ha dado", apuntó.

Yong es parte del equipo del Programa de Innovación Agraria Local (PIAL), una iniciativa que hoy favorece a más de 8.000 productores a lo largo del país.

María Valido, una de las beneficiadas, cuenta cómo la aplicación en su finca de las curvas de nivel con la hierba king grass (hierba para el ganado vacuno) y los abonos verdes le han permitido soportar la sequía de este año.

Algunas familias vecinas en el valle de San Andrés, al oeste de La Habana, acudieron al pasto de Valido para salvar su ganado.

Mientras, Plácida Aldaz exhibe con orgullo las 225 variedades de frijoles cosechadas en sus tierras, algunas capaces de producir hasta 100 libras por cada libra sembrada sin usar químicos.

Campesina de La Palma, colindante con San Andrés, Aldaz mantiene junto a su hermano decenas de variedades de otros cultivos, palmares y ganado.

Valido y Aldaz, insertadas en el PIAL, participaron en el Festival de la Innovación Agropecuaria Local, celebrado entre el 27 y el 28 de mayo en el poblado de San José de Las Lajas, al sur de la capital cubana, bajo el auspicio del INCA.

"En Cuba se ha perdido la cultura agrícola", dijo a IPS Manuel Ponce, coordinador del Centro Local de Innovación Agropecuaria (CLIA) de la provincia de La Habana, aledaña a la capital del país. "Los agricultores se agruparon en comunidades urbanas y sus hijos ya no quieren saber nada de la tierra", remarcó.

El éxodo acelerado hacia las ciudades fue, en efecto, una de las consecuencias de la llamada "revolución verde", un sistema de agricultura intensiva que dejó, según Funes, un millón de hectáreas afectadas por la salinidad, suelos erosionados, compactados e infértiles y una "invasión" de malezas como el marabú y el aroma en los campos.

Apenas 24 por ciento de la población cubana vive en zonas rurales. Además, 43 por ciento del área agrícola sufre de erosión de media a fuerte, mientras más de 1,2 millones de hectáreas permanecen ociosas, alrededor de la quinta parte del total, indican datos de la ONE fechados en diciembre.

Funes es partidario de extender la experiencia de un sistema que conjuga la agricultura, la ganadería y la silvicultura, con resultados notables en varias haciendas de la isla. Ese método, atravesado por la agroecología, depende de bajos insumos, permite una mejor autosuficiencia y respeta las condiciones ambientales.

Para el especialista, el modelo de "agricultura vertical", que centralizaba las decisiones o las limitaba a empresas estatales encargadas de "decir a la gente lo que tiene que hacer", le hizo mucho daño al sector, pues ignoró el talento de la población.

"Pero no basta con aplicar la agroecología, el hombre de campo tiene que redimirse y devengar una ganancia significativa para vivir decorosamente", señaló Funes. "Hay mucha gente que entiende, por tradición y por conciencia, y quiere quedarse en el campo", dijo.

"Creo que los campesinos deberían participar más en la toma de decisiones y utilizarse más su caudal de conocimiento", consideró el experto.

A su vez, Yong, afirmó que algunos de los productores vinculados al PIAL han comenzado a ocupar posiciones en las estructuras que definen las políticas agrarias locales. El incremento de la producción y de los ingresos familiares han sido argumentos fuertes para convencer poco a poco a las autoridades de la utilidad del programa.

"Hay que fomentar la innovación agropecuaria, repartir más tierras y darles un poco más de insumos a los campesinos", sostuvo Ponce, también investigador del INCA. "Creo que, si estas ideas se extienden, se pueden resolver todos los problemas", aseguró.

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