AGRICULTURA-ARGENTINA: Los dueños del negocio

«Yo podría prescindir de tener tierra, (pues) mi negocio no se altera», aseguró tiempo atrás Gustavo Grobocopatel, uno de los mayores empresarios agropecuarios de Argentina. Su caso revela que el llamado «campo» excede en mucho el perfil de las asociaciones que lideran la radical protesta del sector.

Soy un sin tierra y tampoco trabajo (sino que) contrato servicios de terceros", se jactó el dueño de la empresa familiar Los Grobo, que controla 150.000 hectáreas, 90 por ciento de ellas tomadas en arriendo, cultivadas principalmente con soja y donde también produce ganado vacuno.

"Generamos un millón de toneladas de materias primas", calculó este empresario, que también negocios agroalimenticios Paraguay y Uruguay.

En Argentina hay 25 millones de hectáreas de tierras cultivadas y potencial para incorporar unas 10 millones más, según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Se estima que el país produce alimentos para 380 millones de personas, casi 10 veces su población actual.

¿Quiénes son los grandes productores primarios? Hay un puñado de empresas que se destacan, aunque no son necesariamente los dueños de la tierra. Mantienen un perfil más que bajo en el conflicto por el alza de impuestos a la exportación de oleaginosas, una medida que no amenaza su subsistencia.
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Como Los Grobo, otra grande sin tierras es El Tejar, una asociación de productores que explotan más de 180.000 hectáreas en Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay, dedicadas a la ganadería, desde la cría de animales hasta la exportación de carne, y a los granos, principalmente la soja.

Este gran negocio empresarial creció también en base al arriendo de tierra y a la contratación de servicios. Para 2012 se calcula que producirán 3,5 millones de toneladas de granos en un millón de hectáreas de la región, ya se en propiedad o alquilar.

Ni Los Grobo ni El Tejar participan en las asociaciones que lanzaron en marzo la fuerte protesta, con paralización de algunas tareas, bloqueos de rutas y marchas de maquinarias, en rechazo al aumento del impuesto a las exportaciones de dos oleaginosas dispuesto por el gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández.

La movilización, que con la ayuda de camioneros afectados por la inactividad causaron desabastecimiento de alimentos y combustibles, está ahora suspendida hasta que el Congreso legislativo trate el proyecto enviado por el gobierno para transformar ese incremento a las denominadas retenciones a las exportaciones en ley.

"No es que no les convenga que se baje el impuesto, pero ellos tienen mucho más autonomía. Se manejan a gran escala y consiguen costos más bajos", explicó a IPS Guillermo Neiman, director de la maestría en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Su vinculación a las organizaciones agropecuarias responde a un interés más técnico que gremial. Participan en Aacrea, una entidad que trabaja para la mayor rentabilidad de las empresas del sector, o en la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), que difunde los beneficios de este sistema y la biotecnología en el cultivo de soja.

Hay otros grandes productores que sí son propietarios como la firma Cresud, que explota más de 165.000 hectáreas, o Adecoagro, del magnate húngaro-estadounidense George Soros, con 220.000 hectáreas principalmente en Argentina, pero también en Brasil y Uruguay.

También la familia Urquía tiene grandes extensiones de campos cultivaos con granos. Pero esa actividad es considerada parte de la agroindustria, puesto que su producción se destina a la fabricación de aceites y harinas para el mercado interno y externo. Tiene además la concesión de una red de transporte ferroviario de cargas y ofrecen servicios portuarios.

Entre las asociaciones empresariales que lideran la resistencia al alza de impuestos a las ventas externas, la más poderosa es la tradicional Sociedad Rural Argentina (SRA), que agrupa a 10.000 terratenientes dedicados históricamente a la ganadería para la producción de carne, aunque últimamente los cultivos de soja se extienden por muchas de sus propiedades.

En los últimos años la ganadería perdió cinco millones de hectáreas en beneficio de la soja, hoy el principal cultivo de exportación del país.

Otro miembro muy activo en la protesta es la organización de las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), que representa a 100.000 productores de escala mediana, con propiedades que van de las 200 a las 1.000 hectáreas y "algunos más grandes", según explicó a IPS uno de sus socios. Producen lana, tabaco, cítricos, cereales, ganadería, pero el fuerte hoy también es la soja.

"Nuestros afiliados viven en el campo y son miembros de sociedades rurales de sus pueblos. En cambio los grandes tienen sus propias organizaciones", distinguió el portavoz de CRA refiriéndose a Aacrea y Aapresid.

Le sigue la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro), con unas 1.000 cooperativas asociadas, que producen arroz, granos, lácteos, vacunos, té y tabaco, entre otros cultivos. Su producción equivale a seis por ciento del producto interno bruto del país. Entre sus socios está la poderosa cooperativa láctea Sancor.

Finalmente, el gremio empresarial más combativo es la Federación Agraria Argentina (FAA), que reúne a otros 100.000 productores que poseen entre una hectárea "o menos", como indica uno de sus miembros, y 400 hectáreas "o más". Producen frutas, hortalizas, cereales, ganado, pero para todos la estrella actual también es la soja.

"Yo trabajo 300 hectáreas al año, 250 con soja. En el resto tengo algo de trigo y ganadería", explicó a IPS Alejandro Mareque, productor de la FAA con campos en la localidad de Máximo Paz, en la oriental provincia de Santa Fe. "El problema es que para nosotros comprar fertilizantes o semillas es mucho más caro que para los grandes", añadió.

Frente a esas dificultades, algunos prefieren alquilar su campo y viven de rentas. Su prosperidad se advierte en consumos suntuarios como automóviles de alta gama o embarcaciones de lujo cuyas ventas se dispararon en 2007 en ciudades como Rosario, la principal de Santa Fe y una de las tres más grandes de Argentina, donde los precios se traducen en quintales de soja.

En la zona donde produce Mareque, la soja rinde 36 quintales (3,6 toneladas) por hectárea. En 250 hectáreas, son 900 toneladas. En el mercado internacional, el precio por tonelada superó esta semana los 560 dólares. Después de pagar derechos de exportación, Mareque recibirá 300 dólares por tonelada.

Según Neiman, si bien los cuatro gremios tradicionales mantienen sus diferencias, tras la crisis de comienzos de 2002 sus bases comenzaron a parecerse. "La Sociedad Rural se pasó del ganado a la soja y la Federación Agraria representa a productores de soja con explotaciones más grandes, entonces el universo es más homogéneo", explicó.

No obstante, esa comunidad de intereses que en medios periodísticos locales se identifica como la representación del "campo", es sólo una parte del sector agropecuario, y no necesariamente la más poderosa. Los principales jugadores en la producción están por fuera de estas asociaciones.

"Las nuevas formas de producción no se basan en la propiedad de la tierra. Son firmas que arriendan, productores que se asocian, que buscan inversores, y contratan servicios de siembra, cosecha, acopio o venta de semillas", sostuvo Neiman.

El economista Daniel Lema, que estudia el impacto del cambio tecnológico en el campo, coincidió con esta visión. "Los datos de propiedad no dicen mucho hoy de la realidad del campo, pues 60 por ciento de la producción agrícola argentina se realiza bajo alguna forma de contratación", precisó. "Es un entramado muy complejo", añadió en entrevista con IPS.

En los últimos ocho años, comenzó a observarse una muy marcada separación entre propiedad y control de la tierra, remarcó Lema, quien trabaja en el INTA. Un pequeño productor puede tener 200 hectáreas y alquilar otras 200 o más, como sucede con los grandes, ejemplificó.

Otro dato novedoso es la incorporación de capital humano. "Hoy hay pleno empleo de ingenieros agrónomos o veterinarios que no terminan su tesis y ya tienen trabajo en empresas agropecuarias", indicó. El mayor conocimiento, unido a la mayor tecnificación, permite el aumento de escala en la producción.

No obstante, descartó un acelerado proceso de concentración como temen los pequeños productores que reclaman no ser absorbidos por los grandes.

"En la industria, la actividad está muy concentrada. Unas pocas empresas pueden dominar la mitad o 70 por ciento del negocio. En cambio en el sector primario la concentración es baja. Los ocho primeros establecimientos producen cinco o como máximo seis por ciento del total", subrayó.

Para el experto, ésta es una tendencia que difícilmente se altere en el corto o mediano plazo. "Se hace muy complejo manejar grandes extensiones. Resultan más eficientes los establecimientos medianos. No es que no haya grandes empresas, pero las pequeñas y medianas siguen siendo predominantes", concluyó.

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