Allah Hussain Mahsud no tiene muchas esperanzas sobre la capacidad de la coalición gobernante en Pakistán, envuelta desde este lunes en una grave crisis política, para negociar con la milicia islamista Talibán y poner fin a la insurgencia en las áreas tribales, fronterizas con Afganistán.
Hussain, un refugiado que se vio forzado a abandonar la norteña región de Waziristán, sacudida por la violencia, ni siquiera cree que sea posible mantener un diálogo con los grupos que han estado combatiendo al ejército en las zonas tribales por más de cuatro años.
Los insurgentes del movimiento Talibán de Pakistán, liderado por Baitullah Mahsud, han mantenido en jaque a los militares y lograron resistir sus intentos de limitar su actividad en la región fronteriza con Afganistán.
La fragilidad de la coalición gubernamental agrava aun más las dificultades para negociar con los talibanes.
El lunes, el dos veces ex primer ministro Nawaz Sharif (1990-1993, 1997-1999), líder de la Liga Musulmana de Pakistán-N, socio del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) en el gobierno elegido el 18 de febrero, anunció que se retiraba de la coalición.
[related_articles]
Sharif explicó que lo hacía a causa del incumplimiento, por parte de la administración, de reponer en sus cargos a 60 jueces removidos por el presidente Pervez Musharraf cuando impuso el estado de emergencia a principios de noviembre de 2007.
Dirigentes de la coalición negaron que el gobierno, que entró en funciones hace seis semanas, enfrente el riesgo de un colapso, pero analistas políticos estiman que la inestabilidad política irá en aumento y podría fortalecer a los partidos que apoyan a Musharraf, que habían sufrido una dura derrota en los comicios.
Nueve ministros que responden a Sharif presentaron sus renuncias este martes. Un asesor del primer ministro Yousuf Raza Gilani, del PPP, dijo que antes de aceptarlas aguardaría el regreso del líder del partido, Asif Ali Zardari, esposo de la asesinada ex primera ministra Benazir Bhutto (1953-2007), quien se encuentra en el exterior.
Tanto Sharif como Zardari declararon que pensaban continuar trabajando conjuntamente mientras buscaban saldar sus diferencias respecto de la restitución de los jueces en sus cargos.
La crisis agrava el escepticismo de quienes consideran poco probable llegar a una solución negociada con los insurgentes islamistas.
"¿Con quién va a dialogar el gobierno? No existe un liderazgo claro en esos grupos, ni una autoridad establecida para hacer cumplir un eventual acuerdo de paz", dijo Hussain, quien recordó cómo su familia debió abandonar su hogar ancestral en Waziristán a causa de los constantes bombardeos en las montañas vecinas a la aldea en la que vivían. Ahora están instalados en una improvisada choza en las afueras de Islamabad.
"Los cohetes caían en nuestra aldea cuando los aviones y helicópteros artillados los disparaban contra los combatientes que se ocultaban en las montañas", señaló Hussain.
"Además hay extranjeros entre ellos, particularmente de Uzbekistán, que se han multiplicado en los últimos años. Son impiadosos y no siguen el liderazgo de nadie", agregó. Su tío fue asesinado por uzbekos cuando se negó a brindarles refugio.
Hussain se encuentra en los miles de desplazados forzosos de las áreas tribales de Pakistán, quienes sufren una precaria situación económica alejados de sus hogares, en un momento en que el país está afectado por tasas de inflación y desempleo sin precedentes.
"Mi padre y yo ganamos un par de cientos de dólares al mes, que son insuficientes para pagar nuestras necesidades. Mis pequeños hermanos y hermanas ni siquiera pueden ir a la escuela", relató Hussain, de 22 años, quien está casado y tiene un hijo.
Aunque quiere retornar a su hogar en Waziristán no cree que sea posible en el corto plazo. Sus escasas esperanzas se han visto aún más erosionadas por el fracaso, la semana pasada, de las conversaciones del gobierno con los talibanes.
"No habrá diálogo si no se retiran las tropas de todas las regiones tribales", dijo un portavoz de la milicia islamista, citado por la prensa. Formuló esa declaración días después de que el Talibán dejó sin efecto el cese del fuego que había anunciado a fines de marzo, cuando el nuevo gobierno ofreció un diálogo a todos los grupos insurgentes.
Dos días más tarde, un atentado suicida con bombas destruyó un cuartel policial en Bannu, una ciudad en la frontera de Waziristán. Se considera que fue un mensaje de los talibanes, remarcando que tenían la capacidad de crear inseguridad en cualquier parte y en cualquier momento.
Para el gobierno, "retirar las tropas de las áreas tribales es impensable. Es una precondición de los talibanes demasiado dura de aceptar", señaló un funcionario del Ministerio del Interior.
En 2007, más de 750 personas fueron asesinadas en Pakistán en 56 ataques suicidas, entre ellas la ex primera ministra Bhutto. Los servicios de inteligencia culparon de esos ataques al grupo talibán liderado por Baitullah Mahsud.
Analistas creen que la expectativa del gobierno de controlar rápidamente la insurgencia a través de un diálogo con los talibanes estuvo basada en una visión equivocada. "Quieren establecer un sistema basado en su propia rama de la fe musulmana y expandir su influencia a tantas áreas como sea posible", dijo Sarwar Bari, activista por los derechos humanos, de Islamabad.
Los editoriales en la prensa sugieren que los talibanes se muestran inflexibles, mientras la dirigencia política asume una actitud como de disculpa en su aproximación hacia ellos.
Argumentan, asimismo, que las operaciones militares pueden haber sido "políticamente incorrectas" y no haber alcanzado los objetivos, pero que la presencia del ejército en las áreas tribales era una necesidad luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Los insurgentes son agresivos "porque ven que Pakistán negocia desde una posición de debilidad. Esto requiere un cambio de táctica y estrategia por parte del gobierno y el ejército", señaló The Daily Times.
Los talibanes han sido activos no sólo en las áreas tribales sino también en los centros urbanos de la Provincia de la Frontera Noroccidental, limítrofe con Afganistán. El fin de semana, emitieron un decreto disponiendo que todos los hombres se dejen crecer la barba en un plazo de dos meses.
Poco antes, habían enviado una carta a todas las peluquerías de Peshawar ordenándoles que dejen de afeitar a las personas, ya que, según los talibanes, esa práctica es contraria a las enseñanzas del Corán.