Muchas mujeres en Cuba afirman haber sido víctimas del exhibicionismo masculino, una forma de agresión sexual frecuente en espacios públicos en esta isla, según el documental producido por el estatal Instituto de Cine que atrae la atención de especialistas de las ciencias sociales.
"La no exhibición del documental 'Mírame mi amor' (en la televisión estatal) dice cuánto asusta un tema como éste", dijo a IPS Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades. "No hay debate sobre cómo nos implicamos en la sexualidad que no sea la tradicionalmente legitimada", acotó.
"Este es un tema de violencia hacia las mujeres, de derecho al espacio público", remarcó Pagés, profesor de la Universidad de La Habana, quien no entiende por qué esta manifestación se ha legitimado como "un mal necesario".
Este académico aspira, junto a otros colegas, a colocar la cinta en la televisión nacional y en las salas de cine, escenarios frecuentes de actos exhibicionistas, para desencadenar un debate sobre el tema en el país
El filme, producido en 2002 bajo la dirección de la cineasta cubana Marilyn Solaya, recoge testimonios de mujeres víctimas de diversas formas de agresión sexual, desde el exhibicionismo hasta el intento de violación. También reúne los criterios de especialistas en psicología, derecho y de un representante de la Iglesia Católica.
Según Danae Diéguez, profesora universitaria y estudiosa de la cinematografía hecha por mujeres en la isla, este documental las legitima como víctimas "no sólo de ellos (los hombres) en cuanto violadores, sino de una sociedad patriarcal sustentadora del falocentrismo".
Durante la realización del audiovisual, Solaya realizó 2.000 entrevistas. El 97,7 por ciento de las mujeres encuestadas había tenido alguna experiencia con exhibicionistas, y 62 por ciento había padecido varias.
El exhibicionismo, considerado como una parafilia, es "la exposición de los propios genitales a un extraño que no lo espera", afirma un texto del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. "Casi siempre es un varón el que se exhibe ante una mujer, de cualquier edad, no para violarla, sino con la fantasía de excitarla sexualmente", sostiene el artículo.
El Código Penal cubano, en el capítulo dedicado a delitos contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales, entiende el "ultraje sexual" como el acoso a otras personas "con requerimientos sexuales", la ofensa al "pudor o las buenas costumbres con exhibiciones y actos obscenos" y la producción o circulación de materiales "tendentes a pervertir o degradar las costumbres".
"El Derecho puede crear o refrendar valores, pero en un momento previo a la comisión del delito, es decir, en el proceso de formación conductual del individuo", indicó a IPS la jurista Lorena Estévez.
"Sin embargo, una vez que la persona, desde su subjetividad, rompe con las reglas de conducta que dicta el Derecho, la sanción, por sí misma, no es un elemento persuasivo", observó.
Según Estévez, en el caso del "ultraje sexual" y otros delitos similares, en muchas ocasiones no se inicia el proceso, que según la Ley de Procedimiento Penal debe realizarse sumariamente en los tribunales municipales sin la presencia obligatoria del fiscal, "lo que puede crear cierta desprotección en la víctima".
"La ligereza con que las autoridades, a cualquier instancia, reaccionan ante este tipo de casos, ha hecho que una se resigne a lidiar con estas situaciones, buscando mecanismos personales para enfrentarla", señaló a IPS Julieta Rivero, de 26 años.
"Las personas en Cuba no estamos acostumbradas a denunciar los delitos sexuales que no implican violencia o penetración, porque no estamos conscientes de que somos violentadas, o de que hay providencias legales al respecto", apuntó Alicia Silva, estudiante de teatro.
Una investigación sobre los delitos sexuales reportados entre 2001 y 2002 en el Centro de Medicina Legal de la provincia de Guantánamo, más de 930 kilómetros al este de la capital cubana, concluyó que 95,2 por ciento de las víctimas eran mujeres, según un artículo aparecido en la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana.
En pesquisas similares realizadas en las orientales provincias de Camagüey y Las Tunas entre 1999 y 2002, la proporción de mujeres entre las personas afectadas por abusos lascivos o violación varió de 85 a 93 por ciento. No se refieren datos sobre el "ultraje sexual".
Un sondeo efectuado entre 50 trabajadoras del turismo en el municipio habanero de Plaza de la Revolución reveló que 96 por ciento de ellas habían sufrido acoso sexual, entendido como "cualquier forma de presión a otra persona con el fin de imponerle relaciones sexuales que no desea", según una monografía de la profesora de Psicología Karelín López.
Sin embargo, la mayoría no tenía conciencia de que había sido víctima de ese tipo de asedio.
"La opinión de las mujeres con respecto al hombre cubano, (bastante agresivo, rebelde, piropeador y enamoradizo, algo tosco y violento; pero por sobre todas las cosas machista) justifica la práctica de la violencia, en algunos casos, en las relaciones entre hombres y mujeres", asevera López.
Para Silva, en cambio, está claro que el exhibicionismo es una expresión de la violencia de género, "porque pone a la mujer en una situación de vulnerabilidad, irrumpe en su espacio y viola las reglas de convivencia social", además de "violentar su deseo sexual y manipularlo en beneficio del hombre".