LÍBANO: La violencia no muere

Nuevos enfrentamientos se registraron este lunes en la septentrional ciudad libanesa de Trípoli entre el gobierno y el movimiento chiita proiraní Hezbolá (Partido de Dios), aumentando a por lo menos 81 el número de muertos y a 250 el de heridos.

La semana pasada estallaron los enfrentamientos sectarios más intensos en ese país desde el final de la guerra civil en 1990, luego de que el gobierno, prooccidental y apoyado por musulmanes sunitas, cristianos y drusos, anunciara su intención de clausurar la red de telecomunicaciones del Hezbolá, lo que el secretario general de esa organización, Hassan Nasrallah, calificó de "declaración de guerra" contra la "resistencia".

La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, prometió el apoyo al gobierno de Líbano el viernes, tras la toma del oeste de Beirut por parte del Hezbolá, y acusó a ese grupo proiraní de "matar civiles inocentes" en un intento de "proteger su ‘estado dentro del Estado’".

Así como las armas se silenciaron en la ciudad el viernes, también lo hicieron este lunes los medios del oficialista Movimiento Futuro, liderado por Sa’ad Hariri.

El Hezbolá tomó control de la televisión, de la radio y de las imprentas, así como del aeropuerto y de otras zonas, como el Valle de Bekaa.
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Ésta, la peor violencia sectaria desde la guerra civil, arrastró a Líbano a una nueva fase de crisis política. El éxito de Hezbolá fue un gran impacto para la coalición gobernante y para su principal partidario: Estados Unidos.

Además de proteger su "estado dentro del Estado", el movimiento chiita, con un ejército disciplinado, envió el claro mensaje de que puede desafiar al propio aparato estatal tanto en el discurso como en los hechos.

"Creo que el Hezbolá demostró que puede tomar control de todo Beirut muy rápido, y que puede controlar otras partes de Líbano. Realmente hizo gala de ventajas militares y tácticas", señaló el experto libanés Mohammad Bazzi, en una conferencia con periodistas el viernes.

"¿Quién impondrá el orden en las calles de Beirut o de Líbano? La respuesta hoy es básicamente que nadie puede lograr ese tipo de orden, y está en manos del Hezbolá", dijo Bazzi, del independiente Consejo de Relaciones Exteriores.

La semana pasada, el líder druso Salid Jumblatt realizó una conferencia de prensa en la que acusó al grupo chiita de espiar al Estado libanés, acusación basada en el descubrimiento de una cámara secreta en la pista del aeropuerto, presumiblemente para filmar los vuelos.

Jumblatt también llamó a desmantelar la red privada de telecomunicaciones usada por la estructura militar del Hezbolá, que Nasrallah sostuvo fue clave en su éxito durante la última guerra que libró contra Israel.

Este lunes, el primer ministro Fouad Siniora desmanteló la red y reemplazó al jefe de seguridad de aeropuerto de Beirut por su supuesto apoyo al Hezbolá. En respuesta, cientos de combatientes de esa organización se trasladaron a las calles del oeste de la capital y tomaron control de los medios del Movimiento Futuro.

Nasrallah, quien repetidamente había prometido retornar a las armas, intentó explicar que el uso de la fuerza fue una táctica defensiva pero, según Bazzi, muchos libaneses no lo vieron de esa manera.

Rice elogió este lunes a los gobiernos árabes que han rechazado los ataques del Hezbolá, pero señaló que el avance hacia la democracia en Medio Oriente era aún "muy frágil".

El apoyo de Washington al gobierno libanés se convirtió en el centro de su estrategia de democratización en la región. Para muchos críticos del enfoque de Estados Unidos, el respaldo del gobierno de George W. Bush a la coalición gubernamental libanesa, integrada por diversas facciones, refleja una política destinada a crear divisiones, no unidad.

En Medio Oriente, las milicias continúan siendo un obstáculo para la reconciliación, y al mismo tiempo, un vehículo para la continuación de una política estadounidense más amplia destinada a contrarrestar la influencia de Irán.

En un informe publicado en el blog Washington Note el viernes, el periodista Nir Rosen describió los orígenes de las milicias en Líbano.

"Los estadounidenses, junto a sus aliados sauditas, apoyaron la creación de milicias sunitas sectarias en Líbano, algunas de las cuales incluso fueron entrenadas en Jordania. Su ideología consistía en un sectarismo opuesto a los chiitas", escribió Rosen.

"Pero estos milicianos sunitas fueron un completo fracaso, y los representantes de Estados Unidos en Líbano apenas pudieron organizar una lucha, a pesar de su enérgica retórica contra los chiitas. Ahora está claro que Beirut está firmemente en las manos del Hezbolá, y que los estadounidenses no pueden hacer nada para desplazar ni debilitar a este movimiento popular", añadió.

Pero la mayoría de los analistas creen que la reciente violencia no fue consecuencia deliberada de la política estadounidense, sino solamente una muestra de la debilidad de la coalición gobernante.

Por otra parte, los enfrentamientos pusieron más presión sobre el ya cargado ejército libanés, institución preciada por su imparcialidad y cuyos rangos, integrados por todas las sectas, se precian de representar la unidad del Estado.

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