IRAQ: Bush ve armas iraníes donde no las hay

Los esfuerzos del gobierno del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para aumentar las acusaciones contra Irán por su presunto contrabando de armas para los insurgentes chiitas en Iraq sufrieron este mes no uno, sino dos contratiempos.

El primer ministro iraquí Nouri al-Maliki se negó a respaldar las acusaciones estadounidenses sobre un supuesto envío de armas de Teherán al Ejército Mahdi, la milicia liderada por el clérigo chiita Muqtada al-Sadr.

La idea de exhibir una gran colección de armas iraníes, capturadas en la ciudad de Karbala, debió ser desechada cuando se descubrió que ninguna de ellas había sido enviada desde Teherán.

La reticencia de los medios de prensa para informar este hecho evitó que los militares estadounidenses sufrieran un duro golpe en su estrategia contra Irán.

El gobierno de Bush y el general David Petraeus, jefe del Comando Central estadounidense, con jurisdicción sobre Medio Oriente y algunos países de Asia, habían planeado una secuencia de anuncios para generar apoyo interno a un posible ataque contra Irán, justificado por su "interferencia" en Iraq y, sobre todo, por su abastecimiento de armas a los insurgentes chiitas.
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El plan estaba vinculado con la difusión de un documento que preparaba Petraeus sobre el papel de Irán en el entrenamiento y entrega de armas a las milicias iraquíes, que se iba a hacer público luego de que el gobierno de al-Maliki lo suscribiera.

El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, almirante Mike Mullen, dijo a la prensa el 25 de abril que Petraeus estaba elaborando un informe que ofrecería evidencia detallada sobre cómo "Irán fomenta la inestabilidad en Iraq". El elemento clave del documento, que fue completado a fines de abril, era el dato de que armas capturadas en la sudoriental ciudad de Basora tenían grabada, como fecha de fabricación, "2008".

Funcionarios estadounidenses también tenían previsto exponer ante la prensa armamento capturado en Basora y Karbala. La idea era quebrar la resistencia del público estadounidense a un ataque contra las bases iraníes que eran la fuente de la "interferencia" en Iraq.

Pero las cosas no salieron como estaban pensadas. El 4 de mayo, luego del regreso de una delegación iraquí que mantuvo entrevistas en Irán, el portavoz de al-Maliki, Ali al-Dabbagh, dijo en conferencia de prensa que el primer ministro estaba formando un comité para investigar los alegatos estadounidenses. "Queremos información cierta, no basada en especulaciones", señaló.

Otro asesor de al-Maliki, Haider Abadi, declaró al diario estadounidense Los Angeles Times que funcionarios iraníes habían ofrecido evidencias que refutaban las acusaciones. "Para ser imparciales, tenemos que investigar", afirmó.

Al-Dabbagh dejó en claro que el gobierno de Bagdad consideraba insuficientes las pruebas que ofrecía Washington sobre el contrabando de armas iraníes orquestado por el régimen de Teherán. "Está demostrado que el armamento es iraní. Queremos establecer cómo llegaron a Iraq, quién las está usando, dónde las obtuvieron", señaló.

La campaña del gobierno de Bush contra Irán encontró un segundo serio problema. El 3 de mayo, el comandante iraquí en Karbala anunció que había capturado una gran cantidad de armas iraníes. Pero los expertos estadounidenses que las examinaron no encontraron nada que permitiera mostrar seriamente un vínculo con Teherán.

El comando estadounidense tuvo que informar que la "exhibición" de las armas había sido cancelada, señalando que se trató de un "malentendido". La noticia, sin embargo, fue ignorada por los medios de prensa.

La cuestión de importancia respecto de las armas capturadas en Karbala no es el bochorno por las falsas alegaciones, sino que existe un tema más profundo.

Karbala es una de las ocho mayores ciudades de Iraq y ha sido desde hace mucho tiempo el centro de enfrentamientos entre el Ejército Mahdi y sus rivales, también chiitas. Al-Sadr declaró un cese del fuego en agosto, luego de una gran batalla allí, pero los combates se reanudaron luego de una operación lanzada por el gobierno iraquí en Basora, en marzo de este año.

Los milicianos del Ejército Mahdi han estado combatiendo allí por meses. Que no se hayan encontrado armas de origen iraní sugiere que la dependencia de estos insurgentes respecto de ellas es insignificante.

Esto pone en duda el argumento de Washington respecto del papel jugado por Teherán en la provisión de bombas antitanque capaces de penetrar los blindajes. Militares estadounidenses admitieron que también se producen esas armas en Iraq.

* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006.

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