Delegados de 109 países acordaron este miércoles en Dublín la prohibición del uso, producción, transferencia y almacenamiento de bombas de racimo, que mataron e hirieron a miles de personas en los últimos cuatro decenios.
Seis de los mayores fabricantes y usuarios de bombas de racimo —Rusia, China, Estados Unidos, India y Pakistán— habían anunciado que no firmarían el tratado en la capital de Irlanda, donde aún transcurre la conferencia que puso fin a un año entero de conflictivas negociaciones.
Pero Gran Bretaña cambió de posición, y este miércoles formalizó su adhesión parcial. "Hemos decidido retirar del servicio todas nuestras bombas de racimo", dijo entonces en Londres el primer ministro Gordon Brown.
Veintiocho naciones fabrican este tipo de armas, al menos 14 las han desplegado en conflictos armados y por lo menos 76 las tienen almacenadas en sus arsenales.
Organizaciones de derechos humanos lamentaron durante la reunión en Dublín las presiones de Estados Unidos sobre sus aliados para debilitar la posibilidad de un acuerdo.
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Washington advirtió que la prohibición le impediría participar en operaciones humanitarias, pues la artillería de sus buques militares está cargada con este tipo de municiones y se les prohibiría recalar en puertos de países firmantes del tratado.
Pero la organización humanitaria Human Rights Watch (HRW) indicó que cláusulas similares a las hoy cuestionadas por Estados Unidos han carecido de ese efecto, en los 11 años de vigor del tratado internacional que prohíbe las minas antipersonal.
"Al fin y al cabo, los estadounidenses tuvieron muy poco apoyo en Dublín", dijo Steve Goose, director de la campaña de desarme de HRW. "Es una gran derrota para el gobierno de George W. Bush. No hay nada que la Casa Blanca pueda hacer al respecto."
La Coalición contra las Municiones de Racimo (CMC, por sus siglas en inglés), integrada por 250 organizaciones de la sociedad civil de 70 países, basó sus argumentos sobre el hecho de que estas armas continúan matando e hiriendo a civiles mucho después de concluido un conflicto.
La tercera parte de las víctimas son niños y niñas, según la Coalición.
Las bombas de racimo están formadas por un contenedor con cientos de pequeñas municiones, que tienen una imprecisión inaceptable y son poco fiables, según sus críticos.
Una vez lanzadas, desde aviones, vehículos terrestres o marítimos, estallan, y las municiones se dispersan, antes de llegar al suelo, sobre grandes superficies, incluso de cientos de hectáreas. Entre cinco y treinta por ciento no explotan de inmediato, y quedan dispersas en el suelo o enterradas.
Estas armas fueron utilizadas por primera vez por la Unión Soviética y por el régimen nazi de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Hasta 2007, unas 5.500 personas murieron y 7.300 sufrieron heridas a causa de los fragmentos que han quedado activos, según cifras oficiales. Pero se estima que la cantidad real de víctimas es mucho mayor. Casi todas las víctimas confirmadas fueron civiles.
Según la CMC, las bombas de racimo causaron más bajas civiles en Iraq en 2003 y en la meridional provincia serbia de Kosovo que cualquier otra arma. También en Afganistán, Laos, Líbano y Vietnam murieron miles de civiles por su culpa.
Al menos unas 50 millones de submuniciones fueron usadas por Estados Unidos en sus operaciones en Iraq entre 1991 y 2006. Se estima que murieron unas 3.000 personas a causa de esos explosivos.
El tratado "es muy fuerte" y "salvará muchas vidas y miembros", dijo el copresidente de la CMC Simon Conway.
El proceso de negociación del tratado comenzó en febrero de 2007 en Oslo, cuando representantes de varios países se reunieron para elaborarlo por entender que las bombas de racimo causan "un daño inaceptable a civiles".
El texto final será formalmente aprobado este viernes, para dar tiempo a consultas entre diversos representantes nacionales y sus gobiernos. Hasta entonces podrían incorporarse a los adherentes otros países.
El secretario de Estado adjunto (vicecanciller) estadounidense Stephen Mull, a cargo de asuntos político-militares de su cartera, insistió el día 21 en que el proceso será inútil pues los grandes productores y usuarios de bombas de racimo no han participado.
Mull advirtió que las fuerzas armadas de su país consideran necesarias estas armas para proteger los intereses nacionales. "No se desembarazarán unilateralmente de ellas", aseguró.
De todos modos, la presión interna tuvo efecto en Estados Unidos. La Ley de Operaciones Extranjeras aprobada este año prohíbe la exportación de bombas de racimo con una confiabilidad inferior a 99 por ciento.
Como no existe una tecnología que permita la producción de municiones de tan alta confiabilidad, la industria armamentista estadounidense dejó de fabricarlas y las ventas están, de hecho, suspendidas.
El gobierno de Estados Unidos es unilateralista y, por esa razón, no quiere involucrarse en tratados internacionales, dijo a IPS el analista militar de HRW Marc Garlasco.
Pero el principal factor detrás de su negativa a negociar siquiera el tratado de Dublín es que el país "está muy dispuesto a usar bombas de racimo", explicó. La aprobación del convenio, empero, "estigmatizará esta arma al grado que nunca más volverá a ser usada", pronosticó.