Numerosos actos artísticos, con la solemnidad como denominador común, reflejan en la capital de China el dolor por las más de 50.000 muertes que ocasionó el terremoto del lunes en el centro del país.
"Lloremos a nuestros muertos en silencio", fueron los primeros comentarios de la bailarina de danza moderna Jin Xing, quien realizó su presentación, organizada con mucha antelación, apenas un día después del sismo que golpeó a la provincia de Sichuan.
Envuelta en un traje negro tradicional, Jin Xing pidió al público que se pusiera de pie y guardara un minuto de silencio. Luego se inclinó y dedicó la actuación de su célebre compañía de danza a las víctimas.
China fue golpeada por un inesperado desastre natural de enormes proporciones. La esperanza de hallar sobrevivientes entre las 25.000 personas que se estima están aún sepultadas bajo los escombros se desvaneció el jueves, cuando Beijing divulgó la cifra de desaparecidos.
Funcionarios estatales estiman que el número total de muertos superará las 50.000 personas.
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"Si hay algún sobreviviente en esas condiciones sería una cuestión de suerte o un milagro", consideró el vicedirector del estatal Centro de Prevención de Desastres Sísmicos de China, Zhang Zhoushu.
El primer ministro Wen Jiabao, geólogo de profesión, describió el sismo de 7,9 en la escala de Richter como el "más destructor" del país desde 1949, año en que el Partido Comunista llegó al poder.
El terremoto fue aun más poderoso que el de Tangshan en 1976, señaló Wen el jueves, reunido con los socorristas en Chengdu, capital de la provincia de Sichuan.
Para millones de chinos, el recuerdo del terremoto de Tangshan, que se cobró la vida de entre 240.000 y 650.000 personas, es un doloroso testimonio del atraso y el aislamiento político que entonces caracterizaba al país.
Pero todo es diferente ahora. El gobierno reaccionó de inmediato. Decenas de miles de militares se desplegaron en el lugar para trabajar en el rescate y el propio primer ministro se trasladó a la zona del desastre.
En 1976, China rechazó la asistencia ofrecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) e impidió la llegada de trabajadores humanitarios y socorristas extranjeros. Pero esta vez aceptó la ayuda.
El primer equipo de socorristas extranjeros procedente de Japón llegó este viernes de mañana. Le siguieron otros de Rusia, Singapur y otros países.
La prensa estatal informa sobre las operaciones de rescate, lo que no sucedió en 1976. Con esta nueva actitud, un público cuya vida transcurrió en medio del secretismo y la censura a las malas noticias se vio impulsado a la compasión.
El desahogo del dolor y la piedad fue evidente en las largas filas de gente en Beijing para donar sangre, ropa, sábanas y dinero para las víctimas.
Las donaciones en efectivo y de bienes alcanzaron los 125 millones de dólares este viernes, según la prensa estatal.
"No subestimen su fuerza. Súmense a la ayuda. Sigamos juntos", reza un mensaje difundido por China Mobile a sus usuarios de celulares para pedir donaciones a la Cruz Roja nacional.
El repentino desastre unió a una nación que hace tan sólo una semana echaba chispas por las protestas internacionales ante la realización de los Juegos Olímpicos de Beijing.
Con el orgullo de albergar por primera vez este torneo, China se preparó para exhibirse como una nación moderna, desarrollada y poderosa en el ámbito internacional.
Pero la efusividad del país se quebró con las manifestaciones en la descontenta región de Tíbet y las duras expresiones de condena de la comunidad internacional ante la represión de las minorías en China.
Desconcertados por lo que consideraron como intentos de contener el ascenso económico y político del país, la mayoría del público chino se unió contra el exiliado líder espiritual tibetano Dalai Lama por tratar de dividir al país, y acusó a potencias extranjeras de pretender manchar su reputación y arruinar su fiesta.
Las ceremonias de relevo de la antorcha olímpica, denominada "llama sagrada" por Beijing, se volvió un símbolo de la expresión nacionalista.
Jóvenes de las comunidades chinas de otros países salieron a la calle a protestar en ciudades como la surcoreana Seúl y la japonesa Nagano para "salvaguardar" la antorcha de manifestantes contrarios a China y golpearon a algunos de ellos.
En ese contexto, el sismo de la provincia de Sichuan resultó ser una oportunidad para el gobierno de reparar su imagen internacional. De los escombros del terremoto emerge otra cara de China, humana e incólume.
Incluso el relevo de la "llama sagrada" se redujo a fin de reflejar el duelo que atraviesa el país. Se hará una demostración de austeridad, con menos cantos, bailes y discursos, y cada nuevo tramo comenzará con un minuto de silencio, informó el portavoz del Comité Olímpico de Beijing Sun Weide.
"Acotar la ceremonia es una forma de mostrar compasión", señaló. "Reduciremos el alcance del relevo de la antorcha y simplificaremos el proceso. Nos concentraremos en la simplicidad."