La desnutrición infantil en América Latina y el Caribe se agravará por culpa de la carestía de los alimentos, a pesar de que la región produce mucha más comida que la que consume, previenen técnicos y funcionarios.
"En la erradicación de la desnutrición infantil se juega el futuro de los países. El gran drama es la madre embarazada y el niño menor de tres años. Ahí es donde hay que hacer todos los esfuerzos. Lo demás es cosmética", dijo a Tierramérica el médico Eduardo Atalah, subdirector del departamento de nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
La desnutrición global (déficit de peso para la edad), y en particular la desnutrición crónica (déficit de talla para la edad), dejan secuelas físicas e intelectuales irreversibles en la infancia.
El alza de precios de productos básicos, como maíz, trigo, arroz y oleaginosas, supera en algunos casos el 100 por ciento y constituye la peor crisis alimentaria de los últimos años para América Latina y el mundo, ha dicho el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Siete por ciento de los menores de cinco años sufren de desnutrición global y 16 por ciento de desnutrición crónica, lo que equivale a casi nueve millones de niños y niñas de la región, según estudios divulgados en 2006. Pero esto podría empeorar de forma dramática.
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La desnutrición crónica está a punto de afectar a 32 por ciento de los menores de cinco años, unos 18 millones de niños y niñas, mientras 50 por ciento de los menores de dos años padecen de anemia por falta de hierro, asegura la declaración final de la conferencia "Hacia la erradicación de la desnutrición infantil en América Latina y el Caribe", celebrada el 5 y 6 de este mes en Santiago, y organizada por el gobierno chileno y el PMA.
Para combatirla, los expertos coinciden que en se requiere un tratamiento "focalizado" y "multisectorial": además de las intervenciones directas en la nutrición materno-infantil son necesarias mejoras en educación, vivienda y servicios de agua potable.
La respuesta de los gobiernos debe ser múltiple: desde estimular la producción y la comercialización transparente de los alimentos hasta establecer mecanismos de protección social, como las transferencias monetarias condicionadas, recomiendan los técnicos..
La experiencia de Chile, cuyo porcentaje de desnutrición crónica es de 1,3 por ciento, indica que es posible erradicar este problema con políticas sostenidas en el tiempo, que no se abandonaron durante crisis políticas ni económicas.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha dicho que entre 10 y 15 millones de latinoamericanos podrían caer en la pobreza por la inflación de los alimentos.
"Es probable que aumente la desnutrición en aquellos países que no cuenten con fuertes redes de protección social", indicó a Tierramérica Juan Rivera, del gubernamental Instituto Nacional de Salud Pública de México.
Rivera fue uno de los tres expertos latinoamericanos que participó en una investigación sobre desnutrición infantil en el mundo, cuyos resultados fueron publicados este año en la revista médica británica The Lancet.
En el estudio se identificaron tres grandes intervenciones exitosas a un costo no tan elevado. La primera es la promoción de la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida y complementaria sobre el año.
Además, se destaca la entrega de alimentos enriquecidos con micronutrientes —como hierro, zinc y ácido fólico— a niños de entre seis meses y dos años, y de suplementos de vitamina A y de zinc en cápsulas.
Para Atalah también son indispensables los programas que "controlan el crecimiento y desarrollo de los menores desde la gestación hasta los cinco años": las instituciones públicas deben pesar y medir regularmente a los niños, evaluar su estado nutricional e informar a las madres para que a partir de ellas se genere un cambio.
Atalah es uno de los autores del estudio "Análisis de las mejores prácticas recientes en América Latina en políticas de nutrición para cumplir con los Objetivos del Milenio", encargado por la Cepal, cuya versión preliminar fue difundida en la conferencia de Santiago.
La crisis de los alimentos puede alejar la posibilidad de lograr el primero de los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio: reducir a la mitad el porcentaje de indigencia y de hambre en 2015.
Esos objetivos fueron establecidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2000 tomando como referencia los datos de 1990.
El logro de esta meta supone abatir a la mitad la proporción de menores de cinco años con desnutrición global, aunque por su mayor prevalencia y gravedad los países de la región utilizan como indicador de hambre la desnutrición crónica.
Esto es un imperativo ético para la región, ya que su producción alimentaria supera en 30 por ciento los requerimientos energéticos de todos sus habitantes. Además, este año la región completará seis años de crecimiento económico consecutivo, lo que ha dejado ganancias extraordinarias en varios países.
Según Atalah, en la mayoría de las naciones no existe información actualizada y representativa para evaluar con exactitud el grado de avance hacia la meta de desnutrición crónica, aunque las tendencias indican que algunas podrán cumplirla y otras no. Guatemala registra los peores índices cercanos a 50 por ciento.
Por la desnutrición infantil se reduce la productividad nacional debido a la baja escolaridad y a la menor cantidad de población en edad de trabajar, a raíz de una mortalidad elevada, sin contar los costos adicionales en salud y educación.
Un estudio publicado por la Cepal y el PMA el año pasado reveló que tan sólo en 2004 la desnutrición infantil costó 6.700 millones de dólares a las economías de América Central y de República Dominicana, lo que equivale a 6,4 por ciento del producto interno bruto de ese conjunto de naciones.
* La autora es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 10 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
