Para alguien que se pregunta por qué Argentina, rico en recursos naturales, tiene a gran parte de su población en la miseria, una buena idea a fin de encontrar respuestas es recorrer un reducto de la cultura casi oculto en la bulliciosa capital del país. Se trata del Museo de la Deuda Externa.
"Es el único museo del mundo dedicado a un proceso de endeudamiento", remarca orgulloso a IPS el sociólogo Ignacio Marutián, uno de los encargados de la comunicación de la entidad, inaugurada en 2005 y que depende de la Facultad de Ciencias Económicas de la estatal Universidad de Buenos Aires.
"El objetivo es difundir el problema como un caso paradigmático de lo que los gobiernos no deben hacer con sus deudas", definió Marutián. El museo funciona en un espacio reducido del subsuelo de la facultad y el año pasado recibió unos 3.000 visitantes, en su mayoría argentinos.
"¿Por qué un museo?" es la pregunta que inaugura el recorrido. "Porque no alcanzan libros, artículos, películas, charlas para lograr que el tema arraigue en la memoria, porque debemos explicar con claridad y sencillez que la deuda no es parte de un devenir inevitable sino producto de acciones y omisiones concretas", se responde.
La exhibición, planteada desde la reflexión crítica, es sintética, didáctica y alterna paneles de lectura y gráficos con videos y obras de arte presentadas como instalaciones. En poco más de una hora, el visitante puede conocer las claves del proceso de endeudamiento, con sus hitos negativos y positivos.
Argentina tiene hoy una deuda pública estimada en 135.000 millones de dólares, pero era mucho más abultada en diciembre de 2001 cuando se declaró el cese de pago de los compromisos con particulares por parte de un gobierno interino impuesto por el parlamento tras la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, que había sido cercado por una profunda crisis socio-económica.
La reactivación económica permitió luego una reestructuración con una fuerte quita y mayores plazos de pago.
En la cúspide de la crisis la pobreza alcanzó a más de 50 por ciento de los entonces 37 millones de argentinos, un indicador que en la actualidad ha caído hasta rondar el 30 por ciento de la población. Si bien el país recuperó su capacidad de pago, los vencimientos de intereses previstos para los próximos años anticipan que la carga será aún pesada por mucho tiempo.
"La deuda disminuyó en relación al producto bruto interno (PIB). Antes de la reestructuración representaba más de 70 por ciento del producto y ahora bajó a 55 por ciento, pero para que no sea una carga debería descender a 25 o 30 por ciento", explicó a IPS el politólogo Juan Pablo Pilati, director de contenidos del proyecto.
El Museo pone el foco en momentos de bonanza y crisis de la historia argentina desde la época colonial hasta 2005 y muestra cómo esos cambios se expresaron en bajas y alzas de la deuda externa. También menciona las causas judiciales iniciadas para investigar la presunta ilegalidad de la misma.
En el inicio, el relato destaca que, "con la separación del Alto Perú (actual Bolivia), el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata (que tras algunos desprendimientos luego será Argentina) perdió la fuente de metálico". Por lo tanto, para financiar las guerras de la independencia de España, se emitieron documentos que representaban promesas de pago.
Fueron los primeros bonos de deuda, paridos en este territorio. "La Argentina independiente nació carente de recursos monetarios y de crédito", cuenta. Y señala luego que "rara vez las decisiones de endeudamiento estuvieron ligadas a lograr mejoras sociales, relacionadas con el bienestar general o el crecimiento económico".
La narración señala que muchas veces en la historia del país los funcionarios representaron a un mismo tiempo al Estado y a los bancos prestamistas. Y denuncia también que con cada reestructuración, posterior a una crisis, se emitían nuevos bonos que legitimaban deudas de origen muy controvertido.
Para fines del siglo XIX este país debió enfrentar la primera crisis de pagos al exterior. En el siglo XX, hubo otras cuatro. Pero no todo fue crisis y deuda. Entre 1948 y 1951 durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1895-1974), se cancelaron todos los compromisos que tenía el país.
"Para mí fue una novedad saber que hubo un período en el que no tuvimos deuda y fuimos acreedores incluso de países desarrollados", comentó a IPS Adela Gómez, una argentina de 42 años que visitó el museo este mes. Efectivamente, Argentina había prestado entonces dinero a Bélgica, Holanda, Rumania y Finlandia, en el marco de una Europa arrasada por la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Pero en vísperas de la última dictadura (1976-1983), de nuevo la deuda había crecido hasta los 10.000 millones de dólares y cuando se recuperó la democracia había trepado a más de 45.000 millones.
Pero la dictadura resolvió antes de irse "estatizar" la deuda del sector privado y la agregó a la ya cargada mochila de toda la población.
Raúl Alfonsín (1983-1989), el primer presidente constitucional que sucedió a la dictadura, prometió en su campaña proselitista separar entre deuda legítima e ilegítima y pagar sólo la primera. Declaró una moratoria unilateral y buscó apoyo de países de la región, pero luego abandonó ese camino y comenzó a abonar los adeudos hasta que sobrevino una nueva crisis en 1988.
Su sucesor, Carlos Menem (1989-1999), firmó una reestructuración, en el marco del llamado Plan Brady, pero la deuda no hizo más que crecer. Al final de su mandato el Estado nacional debía 122.000 millones de dólares, las provincias 22.000 millones y los privados 50.000 millones.
El pasivo hizo eclosión con De la Rúa (1999-2001). Para evitar lo inevitable, este mandatario firmó el llamado "megacanje", un plan por el cual se canjearon 45 bonos por cada cinco nuevos títulos con mayores plazos de pago. Pero la deuda se proyectaba a futuro como una carga inmanejable.
Dos años antes de terminar su período, De la Rúa renunció en medio de un colapso social, político y económico, tras lo cual se declaró el "default" o cese de pagos a los acreedores privados, que representaba entonces la mayor parte de los compromisos.
La reestructuración llegó con el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) en 2005. Ese mismo año se canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacional "para independizarse de su tutela, dice el museo. Pero la historia no termina.