Las leyes y costumbres de Arabia Saudita aseguran para las mujeres un tratamiento de «menores de edad perpetuas», según la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
Un estudio de HRW destaca que todas las mujeres, sin distinción de edad, deben tener un tutor masculino, que puede ser su padre, esposo o incluso un hijo, a cargo de autorizarlas a realizar actividades como viajar al exterior o recibir atención médica.
Esto las priva de sus derechos fundamentales y les dificulta la participación en la vida pública de este país, que firmó en 2000 la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, señala HRW.
"El gobierno saudita sacrifica derechos humanos básicos para mantener el control de los hombres sobre las mujeres", dijo Farida Deif, investigadora de HRW sobre cuestiones femeninas en Medio Oriente.
"Las mujeres sauditas no podrán avanzar hasta que el gobierno ponga fin a los abusos que causa esta desacertada política", agregó.
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Arabia Saudita se aferra a una interpretación ultraconservadora del Islam, por la cual es el único país del mundo que prohíbe a las mujeres conducir un automóvil.
La investigación de HRW, basada sobre entrevistas con 109 mujeres sauditas de todos los sectores sociales, destaca que la discriminación legal se extiende incluso a la autoridad sobre sus propios hijos.
Las mujeres no pueden abrir una cuenta bancaria para sus hijos, inscribirlos en una escuela u obtener información sobre su desempeño estudiantil sin la autorización del padre, incluso en caso de que la pareja se haya divorciado.
La shariah (ley islámica) es el pilar del ordenamiento jurídico del país, según la interpretación que hace de ella la jerarquía religiosa, profundamente conservadora, junto con la familia real, a quienes HRW responsabiliza por mantener el férreo control de los hombres sobre las mujeres.
La tutoría masculina se basa en un pasaje del Corán, según el cual "los hombres son los protectores y proveedores de las mujeres, porque Dios ha dado a unos más (fuerza) que a ellas y porque ellos las sostienen con sus medios".
Según la interpretación que le da a ese versículo la jerarquía religiosa saudita, con el apoyo del Estado, las mujeres adultas deben ser tratadas desde el punto de vista legal como si fueran menores que tienen muy poco o ningún poder de decisión sobre sus vidas y sobre su bienestar, según HRW.
El estudio cita el caso de una mujer de 40 años, divorciada de su marido y cuyo padre había muerto, quien debió pedir autorización a su hijo de 23 años para poder viajar al exterior.
El permiso de los tutores masculinos también es necesario para que las mujeres puedan trabajar, estudiar o contraer matrimonio, señala HRW.
El poder otorgado a estos "custodios" crea condiciones para que las mujeres sean víctimas de abusos y violencia familiar. Incluso si se los encuentra responsables de esos maltratos, es casi imposible que se anule o transfiera la tutoría, advierte el informe.
Asimismo, las mujeres deben superar grandes obstáculos para iniciar una demanda judicial o ser escuchadas en un tribunal sin un tutor legal. En algunos casos deben presentarse acompañadas por un pariente hombre, quien debe confirmar su identidad.
En contraste con esta falta de control sobre sus propias vidas, las mujeres son generalmente imputables por actos cometidos luego de alcanzar la pubertad.
En casos en que la autorización del tutor no se requiere explícitamente, o en los que ha sido otorgada aparentemente de acuerdo con los lineamientos del gobierno, algunos funcionarios insisten en exigirla, según HRW.
A pesar de una decisión del Ministerio del Interior que permite a las mujeres mayores de 45 años viajar al exterior sin autorización, la mayoría de los empleados de aeropuertos continúan exigiéndoles pruebas por escrito de que cuentan con el permiso de su tutor, señala el estudio.
Algunos hospitales piden la autorización de los tutores para que las mujeres pueden recibir determinados tratamientos o para ser dadas de alta, según profesionales de la salud y mujeres entrevistadas por HRW.
La jerarquía religiosa saudita también adoptó la interpretación más estricta respecto de las disposiciones del Corán sobre la segregación de género, reforzada por la gubernamental Comisión para la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio en todos los lugares de trabajo, con excepción de los hospitales.
En la práctica, esto significa que frecuentemente las mujeres no tienen acceso a puestos de trabajo en oficinas gubernamentales que no cuentan con secciones femeninas segregadas, salvo que estén acompañadas por un "representante" masculino.
La obligación de crear ámbitos de trabajo exclusivos para mujeres desalienta su contratación por parte de empresas privadas y organismos públicos.
La negación de los derechos políticos de las mujeres, aunque no existe en teoría, se verifica en la práctica. En 2005, en las primeras elecciones municipales de Arabia Saudita, no pudieron votar porque no existían mesas femeninas.
El gobierno hizo importantes avances para garantizar la educación de las niñas y las mujeres: el alfabetismo femenino pasó de 16 por ciento en 1970 a 85 por ciento en 2005.
Pero aún así son víctimas de la discriminación, no sólo porque necesitan que sus tutores les den permiso para asistir a clases sino porque reciben una instrucción de menor calidad que la impartida a los hombres.
En la mayor universidad pública de Arabia Saudita, las estudiantes asisten a clases en viejos edificios con bibliotecas mediocres. Sólo se les permite utilizar la biblioteca principal de las facultades en las que estudian los hombres un día a la semana, desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde.
El informe destaca que se incentiva a la mayoría de las mujeres a convertirse en maestras. Disciplinas como ingeniería, arquitectura y ciencias políticas están prohibidas para ellas en algunas universidades, según HRW.