Los alarmantes informes de la prensa internacional sobre la escasez mundial de arroz no sorprenden a los expertos de la no gubernamental Red de Acción contra los Pesticidas, que trabaja con comunidades agrícolas de Asia.
La organización, conocida por sus siglas en inglés PAN, ha advertido durante años sobre una inminente escasez de arroz.
Pero el alerta fue ignorado por los gobiernos de esta región, que alberga a nueve de los mayores 10 productores mundiales de ese grano: Bangladesh, Birmania, China, Filipinas, India, Indonesia, Japón, Tailandia y Vietnam. El único miembro no asiático de esta liga es Brasil.
"Durante los últimos cinco años hemos dicho que afrontamos una crisis en la producción de arroz, que la soberanía y seguridad alimentaria eran socavadas", dijo a IPS Clare Westwood, coordinadora de la campaña Salvemos Nuestro Arroz, lanzada por el PAN en 2004.
"Era sólo una cuestión de tiempo que las advertencias se convirtieran en una realidad", agregó Westwood.
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La organización centraba su preocupación en el impulso a la producción a escala industrial, que incluía la promoción del monocultivo.
Las variedades de arroz que permiten lograr elevados rindes y que necesitan un gran empleo de agroquímicos se presentaban como la respuesta para la demanda en aumento.
Esta estrategia marginó a los pequeños agricultores que a través de los siglos utilizaron los conocimientos locales en sus pequeñas comunidades rurales para desarrollar nuevas variedades de semilla de arroz que se adaptaban al ambiente.
"Las variedades de alto rendimiento no son tan resistentes como las utilizadas en la producción tradicional orgánica. El arroz híbrido sólo tiene un buen desempeño bajo determinadas condiciones", según Westwood.
"Requiere un uso intenso de fertilizantes y pesticidas, así como una mayor cantidad de agua. Esas son sus debilidades congénitas", señaló.
Un estudio de la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y Pacífico (Escap, por sus siglas en inglés) destaca que 70 por ciento de los pobres de la región reside en áreas rurales, y que su medio fundamental de subsistencia es la agricultura.
"El sector agrícola ha sido descuidado por casi cuatro décadas. El problema de la escasez y los aumentos de precios iba a aparecer más tarde o más temprano. Los gobiernos brindaban antes muchos más servicios a la agricultura", dijo Shamika Sirimanne, de la Escap.
Esa ayuda incluía fondos para que los productores incrementaran los rindes, el fomento a la investigación y el desarrollo y la optimización del mercadeo de las cosechas.
Los Estados también se ocuparon de mejorar las carreteras y de encarar proyectos de infraestructura para elevar la calidad de vida en las áreas rurales.
La tendencia se revirtió a partir de los años 80, indicó Sirimanne. "Todos empezaron a pensar en el crecimiento que podría alcanzarse a través del desarrollo de la industria y los servicios y la agricultura fue desatendida", agregó.
La agricultura aportó 28,7 por ciento del producto interno bruto (PIB) de China en el periodo 1981-1985, mientras que la industria contribuyó con 26 por ciento, según el Banco Mundial. En el quinquenio 2001-2006, el aporte del campo cayó a 8,7 por ciento y las manufacturas representaron 49,1 por ciento del PIB.
En el mismo período, en India, la participación del sector primario pasó de 18,4 por ciento a 6,2 por ciento del PIB, mientras que en Indonesia cayó de 18,4 por ciento a 11,8 por ciento, siempre a expensas de la industria y los servicios.
Pero esto no redujo el número de pobres en las áreas rurales.
"Aún hoy, 60 por ciento de la fuerza laboral corresponde al sector agrícola y un gran número de esos trabajadores viven en la pobreza. Es un deber de los gobiernos comenzar a reinvertir para aumentar la productividad", afirmó Sirimanne.
El informe final de la Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD, por sus siglas en inglés) destacó que se debe resucitar a las abandonadas pequeñas comunidades agrícolas para impulsar la producción de granos, incluido el arroz.
Lim Li Ching, la principal autora de capítulo asiático de ese estudio global, dijo a IPS que ahora también está en entredicho la llamada "revolución verde", proceso de introducción de nuevas tecnologías en muchos países en desarrollo entre los años 40 y 60, que permitieron lograr un gran aumento en la producción agrícola.
"El costo social y ambiental de la 'revolución verde' en la región no puede ser ignorado", agregó.
En Asia, ese proceso fue impulsado por el Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI, por sus siglas en inglés), con sede en Filipinas. Introdujo las variedades de alto rendimiento para atender la creciente demanda y, en el proceso, alteró profundamente la estructura del cultivo de arroz en Asia.
Entre 1968 y 1981, la producción se incrementó 42 por ciento. Pero ahora el IRRI admite que el monocultivo tuvo su costo.
"Somos conscientes del daño ambiental. En ese momento no había movimientos ecologistas. Sólo se pensaba en alimentar a la gente", dijo a IPS el portavoz del IRRI, Duncan Macintosh.