En toda visita oficial, reunión bilateral o foro internacional, Brasil y Portugal insisten en autoproclamarse «países hermanos», unidos por una lengua común y varios siglos de historia y cultura compartidas.
Sin embargo, ¿será realmente así en lo que a la lengua se refiere? Brasil y Portugal ya en 1911 establecieron el primer acuerdo ortográfico, que nunca logró ser concretado debido a una suerte de "Guerra de los 100 Años" idiomática entre los dos países.
La primera tregua, tras ocho décadas de hostilidades lingüísticas, se dio en 1990, cuando ya no eran dos, sino siete los países de habla portuguesa: Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Portugal y Santo Tomé y Príncipe firmaron un acuerdo para unificar la lengua, estableciendo un plazo de cuatro años para su ratificación.
Nada ocurrió pasada una década desde el fin del plazo. Pero en 2004 se produjeron dos novedades: fue aprobado un protocolo de alteración estipulando que bastaría que tres países ratificaran el acuerdo para que entrara en vigor, y se concretó el ingreso de Timor Oriental, el octavo país de idioma portugués.
Brasil ratificó ese protocolo ese mismo año y en 2006 lo hicieron Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Portugal. Angola, Guinea-Bissau, Mozambique y Timor Oriental deberían haberlo ratificado a finales de 2007, pero aún no lo han hecho.
Especialistas en el tema sostienen que esos cuatro países están a la expectativa de lo que haga Portugal, que no procedió al depósito de los instrumentos de ratificación del acuerdo, presumiéndose que lo haría este año.
¿La dimensión de Brasil —20 veces Portugal en población y 150 en territorio— le autoriza a hacer lo que se le antoja con la lengua? ¿Tiene Portugal la posibilidad o el derecho de mantenerse aferrado a una concepción conservadora de la ortografía, como si fuera un inexpugnable baluarte de la identidad nacional?
Estos son los recurrentes interrogantes ante la inminente ratificación del acuerdo ortográfico entre los ocho países cuyo idioma es el portugués. Este idioma figura octavo entre los más hablados del mundo, y tercero entre las lenguas occidentales, detrás del español y el inglés.
La ortografía utilizada en este país es también empleada en los cinco países africanos, en Timor Oriental y en las llamadas "reliquias étnicas" de habla portuguesa de India (Goa, Diu y Damão), Malasia (Malaca) y China (Macao).
Pero esos 45 millones de habitantes de siete naciones y cinco territorios que usan el portugués de Portugal en África, Asia y Europa apenas constituyen 20 por ciento de los lusófonos. Casi 190 millones de hablantes están en concentrados en Brasil. El escritor y ensayista Carlos Alves dos Reis, estima que algunos portugueses persisten en encarar a Brasil como "un asociado menor en este proceso, o hasta como un enemigo", ante el cual no hay que ceder.
"¿Es sensato ignorar lo mucho que hace Brasil por otras vías, no necesariamente las del trabajo para la difusión del idioma, para la afirmación internacional de la lengua portuguesa?", pregunta Dos Reis en un artículo que será publicado la próxima semana en el Jornal de Letras de Lisboa, al que IPS tuvo acceso.
El escritor prosigue con las preguntas: "¿Es políticamente correcto fingir que no vemos la creciente aproximación, en éste y otros dominios, de los países africanos a Brasil, especialmente visible en el caso de Angola?".
La consagración de un acuerdo ortográfico es según Dos Reis "una opción estratégica de importancia capital", debido a "las considerables ventajas de un instrumento que por cierto ayuda a decidir esta cosa muy simple: ¿queremos o no queremos que la lengua portuguesa exhiba la cohesión relativa que ayude a viabilizar su existencia?"
Dos Reis sostiene que el destino de las lenguas debe ser pensado en un horizonte de siglos y no de emociones o intereses momentáneos, resultantes de "complejos de inferioridad cuyo oscuro motor es la miopía que impide reconocer que el futuro de la lengua portuguesa depende hoy de Brasil más que de Portugal".
La ensayista y crítica literaria brasileña Maria Lúcia Lepecki, catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa, opina que el acuerdo no es necesario. "Es un desperdicio de recursos, de energías y de dinero", afirmó.
En IX Correntes dEscritas, un encuentro de escritores de habla ibérica (español, catalán, gallego, portugués, valenciano y vasco), celebrado en la localidad portuguesa de Póvoa de Varzim el 16 de febrero, Lepecki dijo que el acuerdo es fútil, porque "un brasileño lee perfectamente la ortografía portuguesa y un portugués la brasileña".
Además, concluyó, "esta cuestión del acuerdo ha levantado algunos pruritos patrióticos inexplicables en ambos lados del Atlántico".
El portugués Desidério Murcho, licenciado en filosofía en la Universidad de Lisboa, quien vive en Brasil y enseña lógica en la Universidad de Ouro Preto, sostiene que "en el campo contrario al acuerdo está el nacionalismo de los dueños de la lengua".
En una columna de opinión publicada en diario Público de Lisboa, afirmó que la idea básica de los detractores del acuerdo "es que quien quera escribir en portugués genuino debe hacerlo como ellos, porque los otros escriben en un portugués de segunda".
Estas posturas contrarias al acuerdo no tienen "nada de sorprendentes, es el campo del viejo pensamiento racista y colonialista portugués", escribió Murcho.
Pero al mismo tiempo destacó que es obvio que "un acuerdo ortográfico no puede unificar una lengua, si pensamos que la ortografía es una pequeña parte de un idioma y las diferencias entre el portugués de Portugal y el de Brasil son gramaticales y de léxicos, no ortográficas".