Los abogados de tres islamistas condenados a muerte en Indonesia, por su participación en los atentados que se cobraron 202 vidas en Bali en 2002, lograron postergar la ejecución, pero el éxito de su recurso de último minuto será, al parecer, fugaz.
Amrozi, Ali Ghufron e Imam Samudra fueron condenados a muerte en 2003. Ochenta y ocho turistas australianos figuran entre las víctimas mortales de los atentados con bomba en Bali. La fecha del fusilamiento se fijó para 2006, pero ha sido postergada desde entonces.
El 2 de enero, la Corte Suprema de Justicia de Indonesia informó a los condenados que la ejecución era inminente, al dejar sin efecto sus recursos. Quedó abierto un periodo de 30 días para dar tiempo al presidente Susilo Bambang Yudhoyono a anular la el castigo extremo, aunque los acusados nunca lo solicitaron.
Pero a comienzos de mes, la defensa presentó otro recurso ante la Corte Suprema.
La petición implica apenas "la celebración de una audiencia para determinar si el proceso judicial fue adecuado", explicó a IPS Damien Kingsbury, experto en asuntos indonesios de la australiana Universidad Deakin.
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"En realidad, el recurso no tiene relación alguna con la sentencia", agregó.
Los defensores prevén que la revisión retrase la fecha de ejecución por al menos tres o cuatro meses. Pero Kingsbury cree que los fusileros dispararán apenas concluya la audiencia.
De todos modos, advirtió que era imposible pronosticar con certeza absoluta lo que sucederá, dado que el sistema judicial indonesio es "enormemente maleable e inconsistente".
Los expertos no pueden pronosticar tampoco si la casi segura ejecución de los terroristas traerá consigo una nueva oleada de extremismo islamista, una eventualidad que los propios condenados consideran segura.
Sus muertes "se convertirán en la luz de los fieles y el fuego del infierno para los infieles e hipócritas", escribieron los terroristas en una declaración conjunta divulgada en septiembre.
El ex jefe de policía de Bali, general I Made Mangku Pastika, advirtió que combatientes islamistas se aprestan a tomar represalias ante las inminentes ejecuciones, lo cual, según él, infringiría nuevas bajas en la campaña global de Indonesia contra el terrorismo.
"¿Estamos capacitados para hacerle frente al contragolpe? ¿Estamos preparados, dentro o fuera de Bali, para la ejecución?", se preguntó en una entrevista publicada por un periódico de Sydney hace un par de años.
Pero Kingsbury mostró escepticismo ante la posibilidad de que mucha gente en Indonesia encuentre inspiración en el martirologio de los terroristas. Los que piensan como ellos son menos que antes. Sin embargo, el experto australiano cree que las ejecuciones "podrían devenir en más atentados como protesta".
Con seguridad habrá muestras pacíficas de solidaridad en ciertos sectores del público, dijo. Pero la organización insurgente Jemaah Islamiya (JI) se ha debilitado y perdió capacidad de realizar atentados en los últimos dos años.
A Jemaa Islamiya, a la que admitieron pertenecer los tres condenados, se le atribuyen vínculos con Al Qaeda y atentados con explosivos concretados en Indonesia y Filipinas.
El objetivo de esta organización es establecer un estado islámico (califato) en buena parte del sudeste asiático: Indonesia (el país que alberga la mayor comunidad musulmana de todo el mundo), Singapur, Malasia y áreas meridionales de Filipinas y Tailandia.
Sidney Jones, renombrada experta del programa asiático del centro de estudios sobre conflictos mundiales Grupo Internacional de Crisis, coincidió en que podría haber demostraciones públicas de indignación alrededor de los fusilamientos.
Sin embargo, manifestó sus dudas de que estas protestas escalen en actos planificados de violencia.
"Creo que habrá grandes manifestaciones en los poblados natales de los condenados, especialmente si las exequias se celebran allí", dijo Jones a IPS. "Pero no deberíamos presuponer necesariamente que habrá un contragolpe, es decir, atentados de represalia contra la policía o el gobierno indonesio."
"La idea dominante dentro de Jamaa Islamiya, particularmente entre sus dirigentes más encumbrados, es que la organización está demasiado débil como para hacer nada", añadió.
Así lo manifestó Abu Dujana, dirigente de Jamaa Islamiya arrestado en junio pasado. En ese sentido, aseguró que a quienes propusieron represalias por las bajas que le infringió la policía en la central provincia de Sulawesi se les advirtió con firmeza que el momento "no es favorable".
El experto en asuntos del sudeste asiático Noor Huda Ismail, de la estadounidense Fundación Jamestown, cree que la captura de Abu Dujana y otros miembros de Jamaa Islamiya fue "un duro golpe contra la red".
Pero alertó que la organización no ha dejado de ser una fuerza amenazante. La ejecución de los condenados por los atentados en Bali podría desatar la violencia a menos que se tomen "meticulosas" medidas antiterroristas de antemano, según Ismail.
"La experiencia de los últimos siete años indica que Jamaa Islamiya es una organización clandestina con mucha resistencia, con la capacidad de adaptarse a los cambios externos y a los esfuerzos represivos de las autoridades", escribió Ismail en la revista Terrorism Focus.
Además, advirtió, "el continuo arresto de miembros de Jamaa Islamiya sugiere que su base social es consistentemente mayor a las especulaciones de la mayoría de los analistas de seguridad. Indonesia y otros países aún pueden sufrir nuevos atentados terroristas, aunque posiblemente no de muy gran escala".