Una plaga de chinches harinosas, estimulada por la sequía y las altas temperaturas, puso en peligro los árboles leñosos, frutales y ornamentales de la capital de Cuba. La epidemia daña en primer lugar las hojas, pasa luego a las ramas y de allí al tronco, hasta destruir completamente la planta. Sin embargo, podría ser eliminada fácilmente por las lluvias habituales de mayo.
La demora de las precipitaciones llevó a las autoridades a liberar un control biológico en una de las áreas más afectadas.
Se trata de la cotorrita de Australia, o Cryptolaemus Montrouzieri, una especie exótica que también deberá ser vigilada para medir su impacto en el ambiente.