Una ofensiva contra la cultura gastronómica y las tradiciones populares de Portugal. El Estado democrático está siendo sustituido por uno policial. El gobierno alienta las delaciones en la ciudadanía.
Estas son algunas de las críticas más frecuentes y duras ante las nuevas leyes restrictivas que amenazan la tradicional comida casera a precios altamente competitivos, que distingue a Portugal del resto de Europa, así como la prohibición de fumar en todo espacio público.
Las nuevas leyes de control de la gastronomía y del tabaco, prevé que una persona que detecte una infracción debe llamar a la policía para que actúe. Las multas en general para clientes o comerciante van de los 50 euros (75 dólares) a los 1.000 (1.500) y cuando se trata de alimentos puede llegar a la clausura del establecimiento y en casos extremos a la prisión del propietario.
En cuanto a la limitación de fumar, se incluyen los espacios públicos cerrados y también abiertos, como los estadios deportivos, mercados y hasta los centros de venta callejeros.
En tanto se fijaron controles para la producción y expendio de alimentos, como la prohibición de usar en la cocina utensilios de madera y cambiarlos por similares de plástico, servir café en tazas desechables, no usar papel de periódico para envolver las tradicionales castañas asadas en puestos de calles y restringir la venta en restaurantes de croquetas, empanadas y bollos caseros.
Portugal es el país de la Unión Europea (UE) con mayor número de restaurantes por habitante, con un promedio de uno para 131 personas, frente a uno para 374 en el resto de este bloque de 27 países.
Las "tascas" (tabernas), un paraíso gastronómico para el visitante extranjero, en especial para los jóvenes mochileros por sus precios asequibles, ven así amenazadas sus tradiciones centenarias y el cierre de muchas parece inevitable. Difícilmente podrán sobrevivir con la restrictiva legislación.
"La mitad de los restaurantes y cafés de Portugal están condenados al cierre", sentenció en una entrevista al semanario Sol de Lisboa la semana pasada, Antonio Nunes, inspector general de la Autoridad de Seguridad Alimentaria y Económica (ASAE), una policía creada por el primer minstro José Sócrates.
Son los intelectuales, en especial escritores y sociólogos, los que en estos días han asumido la voz crítica más implacable contra las medidas impuestas por la mayoría absoluta con que cuenta el Partido Socialista (PS), de Sócrates, en el parlamento unicameral en São Bento.
El celo del gobierno es también fustigado por dueños de tascas consultados por IPS. El común denominador de la crítica reside en que el Poder Ejecutivo socialista debería tener mayor respeto por las tradiciones culturales, entre las que se incluye la gastronomía.
"Si yo tengo una clientela fija, es porque aquí se cocina como en casa. Todo es modesto, pero eso no quiere decir que sea sucio. Yo prefiero cerrar y dedicarme a otra actividad, que empezar a cocinar con cucharas de plástico y no poder ofrecer el vino de toneles de madera", dijo a IPS Domingos Germano, dueño de una popular tasca lisboeta.
El ataque más implacable al gobierno fue dirigido por el escritor, abogado y periodista Miguel Sousa Tavares, autor de "Ecuador" y de "El Río de las flores", las dos novelas más vendidas en el país en los últimos cinco años.
En su habitual columna semanal en la revista Expresso de Lisboa, Sousa Tavares sostuvo que hasta comienzos de este año, entre las naciones más prohibicionistas "existía Arabia Saudita, Irán y Estados Unidos. Ahora hay un nuevo país fundamentalista: Portugal".
"Bienvenido al año 2008 en un país donde el terror pasó a ser ley y el Estado democrático y republicano fue sustituido por un Estado policial donde la totalidad de los ciudadanos asume la condición de vigilantes de la ley y de la virtud, con la totalidad de las fuerzas policiales movilizadas para correr a todos lados y reprimir al instante a los infractores de las buenas costumbres", apunta el escritor.
Respecto de la ley contra los fumadores, una de las más restrictivas del mundo, Sousa Tavares fustigó al gobierno al decidir que "quien fuma, debe ser perseguido, denunciado y multado en todas partes".
Para que la ley pueda ser cumplida, "ya andan por ahí algunos celadores, descendientes mentales de los antiguos delatores de la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado, el brazo represivo de la dictadura que imperó en Portugal entre 1926 y 1974), que se encargan de telefonear a la policía para denunciar a los fumadores".
Al atender una denuncia, la ASAE "se presenta en traje de camuflaje negro, al estilo de brigada antiterrorista, para inspeccionar restaurantes y cafés del país, movilizada para combatir este nuevo crimen".
El escritor ironizó comparando al fundador de la Santa Inquisición española, Tomás de Torquemada (1420-1498), con el director de la ASAE, "un hombre que promete acabar con los bollos de crema en las playas, las croquetas de bacalao en las tascas y los dulces caseros en los cafés, que jura guerra a las cucharas de palo en las cocinas y que promueve un mundo totalmente plastificado".
En efecto, la ley llega al extremo de prohibir cocinar con cucharones de madera, un utensilio tradicional en la cocina mediterránea desde la Grecia antigua, así como usar las manos para la confección de algunos platos y quesos. Todo debe ser reemplazado por metales y plásticos.
Sousa Tavares concluyó fustigando a la ASAE dirigida por Nunes, que "con su ejército de 'ayatolás' de camisas negras", es ayudado por "los eternos soplones, disponibles para denunciar incluso al anciano que hace años se sienta en la misma mesa de la tasca del barrio para jugar dominó con los amigos y encender un cigarro para quemar el frío y la tristeza".
El poeta Vasco de Graça Moura, crítico de arte y traductor de los clásicos griegos, sostuvo por su parte en un artículo publicado el miércoles en Diario de Noticias, de Lisboa, que las nuevas leyes sobre como cocinar, deben ser "aliñadas con sentido común y por normas, nacionales e internacionales, que imponen un mayor respeto por las tradiciones culturales".
Entre éstas, "se incluye la gastronomía, con la inmensa variedad de sus propuestas y la necesaria artesanía para su confección, requisito esencial para que sea genuina, típica y de calidad".
"Una cosa es el control de las reglas básicas de higiene y seguridad alimentaria y otra la tendencia inquisitorial sin criterio o distinción, en nombre de lo políticamente correcto, de rastreo al Estado de la cuchara de palo".
Graça Muora recuerda que ciertos platos tradicionales y algunos vinos y quesos podrían simplemente desparecer en caso de que la ley no sea revisada o si se aplica a ciegas, un "fundamentalismo de corte totalitario, que tiene tanto de delirante como de misión imposible".
"La carne se deja ocho días en una pasta de ajo, según una receta de (la ciudad septentrional de) Lamego, la perdiz hay que comerla con la mano cerca de la nariz, la carne de caza no sale de los mataderos, la temperatura de las manos que amasan ciertos quesos artesanales es determinante para su calidad, hay vinos que envejecen en barriles de madera desde hace mucho impregnada".
Las nuevas disposiciones eliminan la culinaria casera, que existe como actividad de subsistencia de muchas familias que la venden a restaurantes vecinos, tradición que según Graça Muora, en caso "de ser prohibida, plastificada, liofilizada, higienizada hasta el ridículo, no aumentará la seguridad alimentaria, sino que se registrará una destrucción obstinada y sistemática del patrimonio cultural y del tejido económico".
El columnista Daniel Oliveira, uno de los periodistas más premiados de Portugal, afirmó en la edición del sábado pasado del semanario Expresso que, al entrar a tomar un simple café en un establecimiento, "se encuentran varios avisos sobre diversas prohibiciones, a propósito de croquetas, dulces y bebidas, siempre con la respectiva referencia al decreto-ley".
Estas normas son producidas "por el mismo Estado que cierra las urgencias en los hospitales, el mismo Estado que no nos protege de los despidos arbitrarios, pero que sí nos protege contra los peligros del bollo de crema", porque cuando "los políticos y burócratas nada tienen para ofrecer a la ciudadanía, les resta dar el ejemplo: distribuir virtudes y cobrar multas".
En la misma edición del citado semanario, el analista João Pereira Coutinho sostuvo que el fanatismo higiénico siempre comienza en farsa y termina en tragedia.
La autoridad, con "fulgor higiénico-patriótico", aparece en "un restaurante, hotel, cantina, feria, mercado o donde quiera que sea, confisca, clausura, cuestiona, apertrechado de uniforme, con máscaras en la cara, como se fuesen a arrestar terroristas", precisó el analista.
En efecto, desde su creación el 30 de julio hasta el 20 de diciembre pasado, la ASAE recibió en promedio 50 denuncias diarias. Durante cinco meses, 11.059 personas presentaron quejas de irregularidades a través de carta o fax, mientras otros 6.891 reclamaciones fueron enviadas por correo electrónico.
Entre agosto y noviembre fueron detenidas 50 personas, 1.200 establecimientos fueron clausurados, se incautaron productos por un valor de 70,5 millones de dólares y se cobraron multas por un total de 2,25 millones de dólares, indica un balance divulgado este mes por el semanario Sol.
A ese respecto, el escritor Miguel Carvalho, autor de "Un mordisco en la oreja del perro", en el último número del semanario Visão, recuerda que Antonio de Oliveira Salazar, dictador de Portugal entre 1932 y 1969, "dividía a los buenos portugueses entre los agentes de la PIDE y los informadores de ésta, sobrando los malos: perseguidos, presos y a veces muertos".
El Estado pide ahora "una actitud empeñada, algo parecida con el voluntariado de aquellos tiempos, contra el fumador que se siente vigilado y acorralado" y no tardará mucho para que "las próximas víctimas sean los gordos", a quienes se recomendará comer en restaurantes macrobióticos y vegetarianos, concluyó con ironía el escritor.