Aletargado, Santiago despertó este sábado con una leve llovizna de verano. Un símbolo de los tiempos que cambian, porque en la zona central de Chile no llueve en verano, o no se supone que pueda llover en verano. Nadie cuenta con eso.
Pero rápido se fueron las nubes y en la Plaza de Armas, el centro histórico de la ciudad, al frente de la Catedral, se congregaron unas dos mil personas para participar en el Día Mundial de Acción del Foro Social Mundial (FSM).
Encabezada por jóvenes saltimbanquis, la marcha fue concebida por el Foro Social chileno como un trencito que se detenía en cada esquina de esta zona comercial en una «estación», donde se exponían flaquezas y abusos del sistema neoliberal: energía, agua, desigualdad, discriminación, especulación financiera, monopolización de las comunicaciones.
En cada estación un corto discurso y una mini-escenografía. En la confluencia de los bulevares Huérfanos y Ahumada, por ejemplo, un presidiario ejemplificaba la sumisión de los chilenos a los monopolios de la energía eléctrica, la más cara de América Latina.
Una cuadra más adelante, se erigió un muro de paneles para simbolizar el sistema de «apartheid» social que impera en este país, que separa a los ciudadanos chilenos de por vida porque el tapón social y cultural es sencillamente impenetrable.
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Tema dominante de la manifestación fue el caso de Patricia Troncoso, «la Chepa», joven dirigente mapuche que lleva hasta hoy 108 días en huelga de hambre en protesta por la aplicación de una ley antiterrorista —de la época dictatorial— a los mapuches que realizan acciones de protesta y ocupación de tierras ancestrales.
En virtud de esta ley, Troncoso cumple una condena a 10 años de prisión por participar en el incendio de una plantación maderera instalada en tierra mapuche, sentencia igual a la que recibió recientemente un ex coronel de la policía, por el asesinato a mansalva de 12 jóvenes durante la dictadura de Augusto Pinochet.
La joven huelguista se encuentra ya en un estado de peligro inminente, con daños irreparables, en medio de un bloqueo informativo total, y la pasividad, para algunos inexplicable, del gobierno de la presidenta socialista Michelle Bachelet, que con algún gesto —un indulto a Troncoso, un proyecto de ley para subsanar la aberración jurídica— podría evitar un grave daño histórico.
Todo indica que eso no ocurrirá y que Troncoso morirá en los próximos días.
Pese a la gravedad de los problemas, y a diferencia de otras manifestaciones de la izquierda, ésta fue alegre y pacífica. No se apropiaron de ella los habituales grupos violentos de «encapuchados», de origen sospechoso, ni tampoco apareció aquella rabia contenida del amplio sector relacionado con las víctimas de Pinochet, que demandan verdad y justicia.
Para los organizadores locales del Día Mundial de Acción, sin embargo, como para casi todo el FSM, no hay futuro sin un proyecto, y ese proyecto, para ser viable, no puede estar contaminado de amargura, por legítima que ésta sea.
También a diferencia de otras ocasiones, la policía fue discreta, sin grandes despliegues de los «robocops» antimotines, cuya sola presencia es factor de irritación. Donde los hubo —no muchos, frente al palacio presidencial de La Moneda— recibieron su cuota normal, no agresiva, de burlas y consignas.
Pocos, sí, pero alegres y con aquella sensación de sosiego que produce la conciencia de que en cientos de ciudades del mundo estaba ocurriendo lo mismo, esta mañana los manifestantes y la gente que andaba por ahi y se puso a acompañar el trencito, perfilaron tal vez un modelo político que no se quiere dejar secuestrar.
*Este artículo fue publicado originalmente por TerraViva el 26 de enero y reeditado para el servicio de noticias de IPS.