ARQUITECTURA-CUBA: Varias vidas para salvar La Habana

Eusebio Leal está vinculado al proceso de recuperación del centro histórico de la capital cubana desde que en 1967 comenzó la restauración del Palacio de los Capitanes Generales, sede del Museo de la Ciudad. Sin abandonar esta prioridad, ahora también le preocupa la otra Habana.

Eusebio Leal Crédito:
Eusebio Leal Crédito:
Cuatro décadas después, este historiador de la Ciudad de La Habana aún sigue encabezando uno de los proyectos de desarrollo más dinámicos de esta isla caribeña, no sólo por su impacto tan visible en el patrimonio sino también por su contribución paulatina y constante a las condiciones de vida de las cerca de 67.000 personas que viven en la zona.

Sólo el pasado año, el proyecto de rehabilitación del centro histórico habanero obtuvo el premio Reina Sofía de Conservación y Restauración, de la Agencia de Cooperación Española. En tanto, Leal recibió el pergamino de honor ONU-Habitat 2007 por su minuciosa dedicación a la restauración y conservación de la Habana Vieja.

Con toda la prioridad puesta en la Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad desde 1982, el historiador mira cada día más a esa otra ciudad que creció fuera de las antiguas murallas y que hoy reclama a gritos una intervención urgente. Necesitaría varias vidas para salvarla, reconoció en entrevista a IPS vía correo electrónico.

IPS: —Usted conduce las obras del centro histórico de La Habana desde hace varias décadas. ¿Cuánto se ha avanzado? ¿Hay mucho por hacer todavía?
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Eusebio Leal: —Ya hemos restaurado un sector muy importante del centro histórico: cuatro de las cinco plazas principales y toda la madeja de calles que las entrecruzan y conectan están prácticamente recuperadas.

Hoy se puede dar un largo paseo por un sector que, además, se ha "peatonalizado", lo cual favorece su apreciación y facilita el trasiego de las personas, sin el peligro de los automóviles y sin su contaminación.

Pero aun falta mucho por hacer. Siempre he dicho que necesitaríamos varias vidas más para poder adelantar la obra y nunca sería suficiente. Restaurada La Habana Vieja, estaría La Habana toda, la gran ciudad que ya habría que comenzar a restaurar.

—La vivienda es un serio problema de la capital de Cuba. ¿Cuáles son los planes, en este sentido, para la población del centro histórico?

—Es el problema más grave de La Habana Vieja y su solución no es fácil. Existen diversos programas que van desde acciones de emergencia hasta la construcción de nuevas viviendas, dentro y fuera del centro histórico.

También se rehabilitan antiguos palacios que, habiéndose transformado hace muchas décadas en ciudadelas hacinadas, renacen como casas de apartamentos.

Pero son muchas las familias necesitadas. Alrededor de la mitad de las 22.000 viviendas que hay en el territorio están en ciudadelas. Cuando se rehabilita un inmueble tugurizado y se convierte en un lugar con apartamentos espaciosos, al menos queda en la mitad de los hogares. Así es que se necesitaría construir alrededor de 5.000 viviendas.

También estamos construyendo viviendas protegidas para la tercera edad, donde las personas guardan su privacidad en confortables apartamentos y tienen asegurada una atención especializada. Asimismo, se realizan mejoras en los hogares cercanos a una obra estratégica que se esté restaurando, como obra inducida por la inversión principal.

Pero la idea central que nos anima es la de un centro histórico vital, es decir, donde la vivienda juegue un papel fundamental y, por supuesto, todos los servicios asociados al hábitat. Por eso hemos restaurado escuelas, centros de salud generales y especializados y trabajamos intensamente con la comunidad asentada en la zona.

—Hablamos de un programa de rehabilitación con acciones de amplio alcance social. ¿Cuáles son las principales líneas de trabajo en este sentido?

—El proyecto de rehabilitación del centro histórico es un proyecto integral que implica no sólo restaurarlo desde el punto de vista físico, su patrimonio construido, sus espacios públicos, sino también desde la óptica social y económica.

La participación de la población en la recuperación de su patrimonio, en la comprensión de sus valores, en el disfrute de lo recuperado y de las múltiples opciones socio-culturales, es fundamental. Este proceso ha generado cerca de 12.000 puestos de trabajo y casi la mitad son ocupados por residentes de La Habana Vieja o de los municipios vecinos.

En el antiguo convento de Belén se desarrolla un proyecto de carácter social y humanitario sin precedentes: allí se atienden las necesidades de miles de adultos de la tercera edad, de niños de la comunidad, de personas discapacitadas, llegando inclusive a los hogares de aquellos que, por ciertas limitaciones, no pueden asistir a la gran cantidad de actividades que allí se realizan diariamente.

Sólo en 2006 atendimos a más de 100.000 personas adultas mayores.

—¿Cuenta la oficina con algún diagnóstico del estado real de La Habana? ¿Habría tiempo para salvar la ciudad que conocemos hoy?

—Es cierto que existen grandes diferencias entre la zona recuperada de La Habana Vieja y otras de la ciudad. También es cierto que se trata de áreas valiosísimas urgidas de acciones inmediatas para su salvaguarda.

La Habana es un paradigma de urbe para las tendencias más actuales del nuevo urbanismo, que promueve los valores de la ciudad tradicional frente a los nuevos desarrollos en suburbios segregados.

Es una ciudad humana, amable, el producto más genuino de varios siglos de transculturación, que ha sobrevivido a desastres naturales y a los provocados por la falta de mantenimiento y la sobreocupación. Ella está ahí, deteriorada, pero conservada en su esencia como el producto cultural más complejo producido por las generaciones que nos antecedieron.

Actualmente levantamos la imagen del deterioro de los diferentes barrios, con el objetivo de sensibilizar y aunar voluntades para la recuperación de esta preciosa ciudad que hemos heredado y que estoy seguro de que seremos capaces de reanimar en una gran medida, a partir de los esfuerzos y la creatividad con que seamos capaces de asumir su recuperación.

—Hacia 2.030, las ciudades de los países en desarrollo podrían albergar a 80 por ciento de la población urbana del mundo. ¿Están preparadas las ciudades latinoamericanas y caribeñas para tales crecimientos?

—En general no están preparadas. Hay muchas ciudades de la región que están rodeadas de periferias enormes, con viviendas precarias, sin solución a las redes de infraestructura ni acceso al agua potable, sin contar otro gravísimo problema que es el de la movilidad.

También hay un regreso a los centros tradicionales. Las ciudades no pueden extenderse más y ahí está latente el peligro de un retorno inconciente al centro histórico. Si no hay control sobre los procesos inmobiliarios o del mercado del suelo, estas áreas pueden correr suertes terribles.

Ya, en algunos casos latinoamericanos, se han perdido para siempre con los auges desarrollistas de los años 60 y 70.

Aun entendiendo la dimensión cultural de los centros históricos, estos procesos especulativos pueden traer consigo el desplazamiento de la población y de los problemas de marginalidad a otras zonas de la ciudad.

Se obtienen preciosos centros históricos, bellamente restaurados, pero vacíos de contenido y tradiciones, al cambiarse la sociedad que los habitaba o resultar, en el peor de los casos, segunda residencia de quienes adquieren las lujosas casas restauradas.

Los restauradores tienen un gran reto que enfrentar, un compromiso de mantener los edificios, los espacios públicos y la esencia plurifuncional y multisocial que debe caracterizar a un centro histórico que se recupere responsablemente.

La visión integral y transdisciplinaria debe ser una premisa fundamental a tener en cuenta, así como la participación de la ciudadanía en la toma de las decisiones primordiales.

—¿Ha pensado cómo sería La Habana bajo un sistema político similar al del resto de la región latinoamericana y caribeña? ¿Cómo será cuando su generación ya no esté y sean otros quienes estén a cargo del país?

Las leyes se pueden cambiar, lo más sagrados compromisos pueden ser olvidados. Pero cuando una comunidad humana asume como parte de su entidad y de su propia cultura una obra de tal magnitud, es muy difícil echarla a un lado. Los pueblos y las naciones que pierden tales valores no merecen existir.

Yo tengo confianza y una verdadera esperanza en que el legado social y cultural de nuestro tiempo prevalecerá.

—¿Qué pensamiento le asalta ante cada nuevo premio internacional?

—No sería innoble repetir las palabras de José Martí que otros cubanos, con méritos muy superiores, han hecho suya: "todas las glorias del mundo caben en un grano de maíz".

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