Con la inusual partida de un presidente al volante de su automóvil, el venezolano Hugo Chávez, y de copiloto su par boliviano Evo Morales, pasó este martes por la capital uruguaya con poca pena y menos gloria una nueva cumbre semestral del Mercosur.
Los mandatarios de los países del bloque y de sus miembros asociados se tomaron poco más de dos horas para firmar un par de declaraciones y un acuerdo de libre comercio con Israel, además de hablar con énfasis del amor profundo a la integración, obviando disputas bilaterales como la de Uruguay y Argentina.
Las expectativas estaban puestas en la entrega de la presidencia temporal del Mercosur (Mercado Común del Sur) del mandatario de Uruguay, Tabaré Vázquez, a su flamante homóloga de Argentina, Cristina Fernández, quien en su investidura el día 10 le imputó responsabilidad exclusiva por el conflicto suscitado por la instalación de una fábrica de celulosa en un río fronterizo.
Pero la agresividad y destemplanza faltaron a la cita, y ambos se mantuvieron en un tono de cordialidad, que puede confirmar análisis previos sobre una distensión de la relación crispada entre Montevideo y Buenos Aires mientras gobernaba Néstor Kirchner en Argentina, más visceral que su esposa Fernández. La sede administrativa del Mercosur ubicada en un restaurado ex hotel de la rambla montevideana fue puesta a disposición de Fernández por parte del presidente anfitrión, con el agregado de que "ningún argentino es extraño en tierras orientales", gentilicio que deriva del nombre República Oriental del Uruguay, el río de la discordia.
Luego expresó su satisfacción por transferir el mando a un "país hermano" y se manifestó seguro de que Fernández asumirá el cargo con "convicción, dedicación, responsabilidad y pasión".
Respecto del bloque conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y Venezuela en lento proceso de adhesión, Vázquez cuestionó a los gobiernos de las dos mayores economías la falta de voluntad para emprender políticas específicas contra las asimetrías y avanzar en la libre circulación de bienes, además de deponer trabas en muchos rubros.
El mandatario reclamó de sus pares sincerar la situación del Mercosur, admitir los problemas que se afrontan y "ser plenamente conscientes de hasta dónde queremos y podemos llegar" y, en ese marco, insistió en una mayor "flexibilidad" para permitir acuerdos extrarregionales.
Este punto es de suma importancia para Uruguay, que se impuso abrir al mundo sus exportaciones para salir del corsé del bloque y lo ha conseguido en parte en los casi tres años de gobierno del izquierdista Frente Amplio, con acuerdos comerciales bilaterales con distintos países y uno sobre inversiones con Estados Unidos.
Tampoco Fernández ahorró manifestaciones de beneplácito para con su par uruguayo al tomar el mando del Mercosur, rodeada de sus pares Chávez, Morales, Michelle Bachelet, de Chile, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil y Nicanor Duarte Frutos, de Paraguay.
Fernández elogió a Vázquez por su "elección cultural, política e histórica de este espacio que es el Mercosur", sobre el cual, añadió, algunos analistas señalaban que en esta cumbre se firmaría su acta de defunción.
"Eso lo dicen quienes no creen en la potencia de los pueblos, en la identidad cultural e histórica, en definitiva no creen en sí mismos", añadió para sostener que, si el bloque logró superar el neoliberalismo fue por sus excelentes anticuerpos, y hoy goza de muy buena salud.
"No hay libertad sin igualdad, ni igualdad sin libertad", arengó Fernández, y recordó que América Latina tal vez no sea el continente más pobre, pero sí es el más desigual en la distribución de la riqueza. De ese modo expresó una línea de pensamiento en la que coinciden casi todos los gobiernos de la región, en un arco ideológico que va de la centroizquierda a la izquierda.
Fernández se comprometió a definir en sus seis meses de gestión lo que no se consiguió en el semestre que ahora concluye: un código aduanero que impida que los productos de cada miembro paguen impuestos en una y otra dirección. También permanecen en el debe los planes para reducir las asimetrías.
En esa falencia, muy sentida por Paraguay y Uruguay, se parapetó Chávez para llamar la atención sobre la necesidad de que culmine el proceso de ingreso de su país como miembro pleno, para lo cual falta la ratificación parlamentaria de Brasil y Paraguay.
Chávez explicó que la incorporación venezolana podrá contribuir a la "eliminación de las asimetrías" mediante acuerdos bilaterales de comercio, facilitando las inversiones en infraestructura y en obras públicas y asegurando la estrategia energética para la región.
También recordó que Venezuela no cuenta con soberanía alimentaria, pese a sus grandes ingresos petroleros, y necesita de los socios del sur de América para desarrollar su sector agropecuario.
El ingreso venezolano está demorado también por las dificultades para establecer un cronograma de adopción del Arancel Externo Común del bloque.
Entre los pocas acciones concretas de la cumbre de Montevideo está el tratado de libre comercio firmado con Israel, "el primer acuerdo de este tipo con un socio extra regional, el cual entrará en vigor una vez cumplidos los procesos internos de aprobación en los cincos países involucrados", según reza la declaración final.
También se acordaron iniciativas entre el bloque y la Unión Europea sobre cooperación, que incluye un aporte de 50 millones de dólares hasta 2013, además de nuevas muestras de voluntad para "retomar el proceso de negociación de un Acuerdo de Asociación Interregional", un camino muy sinuoso y más largo, que tendrá un nuevo alto en mayo de 2008.
Se decidió "elaborar un programa de integración productiva, tendiente al desarrollo de cadenas de valor entre empresas de la región, particularmente las pequeñas y medianas, lo que permitirá mejorar su complementariedad y competitividad", añade el texto que cerró la cumbre de Montevideo.
Se celebró la creación del Banco del Sur, el 9 de de este mes en Buenos Aires, un "instrumento financiero destinado a contribuir en los esfuerzos para la consolidación del proceso de integración sudamericano".
Finalmente, los mandatarios del Mercosur y de los países asociados (Bolivia y Chile) respaldaron expresamente la institucionalidad boliviana, con base "en el respeto de los principios democráticos" y condenaron la violencia que busca vulnerar la estabilidad del gobierno de Morales y de los "órganos elegidos por el pueblo", en referencia a los intentos de autonomía de los departamentos orientales de ese país.