Este año que llega a su fin fue agitado para la Unión Europea (UE), pero con pocos resultados. El próximo promete ser tan movido como éste y, quizá, igual de intrascendente.
Entre los logros dudosos figura el nuevo tratado institucional acordado en Lisboa este mes para sustentar una UE más coherente y transparente, aclamado como un gran avance en la historia de este bloque que hoy cuenta con 27 países.
"Europa finalmente supera el impasse político e institucional que limitó su capacidad de movimiento en los últimos años", declaró el primer ministro portugués José Socrates, tras firmarse el acuerdo.
Este tratado reemplaza el borrador de constitución europea rechazado por la ciudadanía de Francia y Holanda en consultas populares realizadas en 2005.
Las soberbias expresiones acerca del acuerdo no tuvieron eco en la población europea.
[related_articles]
El ex presidentes francés Valéry Gircard d'Estaing (1974-1981), coordinador de la comisión que formuló el fracasado proyecto de constitución, describió el nuevo tratado de "impenetrable para la población".
Los líderes europeos "tomaron el borrador original, lo separaron en distintas partes, que luego unieron, uno a uno, a los tratados existentes", escribió Giscard d'Estaing en el diario británico The Independent.
Un estudio de la organización Open Europe, con sede en Londres, concluyó que "96 por ciento (del Tratado de Lisboa) es copia fiel" del borrador rechazado.
"Es un proceso muy deshonesto", reza la declaración de la organización, que aboga por mayor apertura, flexibilidad y responsabilidad en las instituciones de la UE.
A diferencia del borrador constitucional que debía ser aprobado por la ciudadanía de los países miembro, donde se suele recurrir a referendos, el nuevo tratado sólo requiere aprobación parlamentaria.
Sólo Irlanda tiene previsto someter a consulta popular el Tratado de Lisboa en 2008.
La diferencia en la forma de aprobación puede ser resultado del temor de los dirigentes a obtener un nuevo rechazo.
Una encuesta realizada en marzo para Open Europe en todas las naciones del bloque concluyó que 75 por ciento de los entrevistados pretendían someter a referendo a un nuevo tratado que dé más poder a la UE.
La discrepancia entre la positiva evaluación que hace la UE de sus acciones y la percepción negativa de la ciudadanía fue una constante a lo largo de este año que termina.
Eso es especialmente cierto en lo que respecta a los acuerdos de asociación económica (EPA, por sus siglas en inglés) que la UE pretende hacer firmar a 79 ex colonias europeas en África, el Caribe y el Pacífico (ACP), pequeños países en desarrollo.
Los EPA implican una división de los países ACP en seis grupos regionales que deberán liberalizar el comercio mutuo y firmar acuerdos con la UE para reducir sus barreras comerciales, a cambio de que el bloque les haga concesiones para importar sus productos.
La UE defiende los EPA con África como una "contribución" a su "desarrollo e integración económica", pero los gobiernos africanos y muchas organizaciones no gubernamentales europeas sostienen que beneficiará más a los intereses corporativos europeos, en detrimento de las economías africanas.
Los EPA implican "un nuevo colonialismo económico", dijo a IPS Dieter Simon, portavoz del Centro de Coordinación Alemán para África meridional.
"Calificar a los EPA de instrumentos de desarrollo económico es mentir. Sólo en Kenia, los convenios ocasionarán la pérdida de unos 625.000 puestos de trabajo en la industria lechera como resultado de las importaciones europeas más baratas", añadió.
"Es una gran oportunidad de mercado", sostuvo Susan Sechler, investigadora del German Marshal Fund.
Análisis económicos realizados por el Instituto de Ciencias Políticas de París y el Instituto Internacional de Política Alimentaria, con sede en Washington, también sugieren que los países ACP se verán perjudicados.
"Los EPA se convertirán en un gran desvío de comercio a favor de la UE", dijo a IPS Sechler.
La UE apeló este año a la intimidación hacia sus socios más débiles, como los países ACP, para que firmaran acuerdos injustos, pero no fue capaz de fijar una agenda apropiada en lo que a asuntos globales respecta, cuando debió enfrentarse con otros más poderosos.
En materia de cambio climático, la UE pareció desempeñar un papel de liderazgo al anunciar su ambicioso objetivo de reducir sus emisiones de gases invernadero.
Pero fue incapaz de hacer frente a la oposición de Estados Unidos a la reducción obligatoria de emisiones en la XIII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada del 3 al 14 de este mes en la isla indonesia de Bali
En cuestiones domésticas, la UE tuvo que lidiar con posiciones disímiles en materia de política exterior, en especial el intento del presidente francés Nicolas Sarkozy de dar un nuevo giro a la diplomacia europea sin prestar demasiada atención a sus aliados.
Esa situación cobrará mayor fuerza cuando Francia asuma la presidencia rotativa de la UE, de seis meses, en la segunda mitad de 2008. Al acercarse al presidente estadounidense George W. Bush, Sarkozy puede diezmar la tradicional política del bloque de independencia frente a Washington.
A principios del verano boreal, el canciller francés Bernard Kouchner llegó a mencionar una guerra contra Irán, acorde con la postura del gobierno de Bush.
Pero esa postura resultó insostenible ante la evidencia presentada por los servicios secretos de Estados Unidos acerca de que ese país había abandonado su programa militar atómico en 2003.
Sin embargo, Sarkozy sigue su propio camino en diversos asuntos.
A principios de este mes, el presidente francés acordó vender armas y tecnología nuclear a Libia, durante la visita a París del líder de ese país, Muammar Gaddafi.
Hasta hace muy poco, Gaddafi era considerado en Europa "el principal patrocinador del terrorismo internacional". Muchos países del bloque no comparten la postura francesa hacia Libia.
La fractura de la UE en materia de política exterior puede llegar a abarcar la situación de Kosovo el año próximo.
Al estar a favor de la independencia de la meridional provincia serbia, la UE puede terminar aceptando el polémico principio de la preeminencia étnica a la hora de definir las fronteras de los estados nación, lo que puede tener consecuencias a la interna de algunos países del bloque.