La OMC cerró prácticamente las actividades del año en un clima de moderado optimismo respecto de la interminable negociación de la Ronda de Doha, aunque no llegó a despejar la amenaza de otro pacto entre Estados Unidos y la Unión Europea que dé por tierra con las aspiraciones del mundo en desarrollo.
El jefe negociador de Sudáfrica, Faizel Ismail, mencionó el riesgo de una colusión entre esas dos potencias para reducir el nivel de ambición en las negociaciones de agricultura en la OMC (Organización Mundial del Comercio).
El llamado de Ismail a las naciones industrializadas hizo recordar el desenlace de la Ronda Uruguay, el anterior ciclo de negociaciones comerciales de 1986 a 1994 que concluyó cuando Estados Unidos y el bloque europeo concertaron un acuerdo luego de las sesiones sostenidas a fines de 1992 en la Blair House, una residencia para visitantes oficiales cercana a Washington.
Desde entonces, toda alusión a Blair House reaviva el temor de los países en desarrollo a quedar otra vez relegados por un nuevo entendimiento bilateral de las potencias atlánticas.
El representante estadounidense Peter F. Allgeier, se hizo eco de "la alegada colusión entre ciertos miembros contra los intereses de otros miembros", pero desechó involucrarse en un debate de esa clase porque "no aporta una contribución positiva a nuestro objetivo común" de finalizar la Ronda el año venidero, dijo.
En ese sentido, el director general de la OMC, el francés Pascal Lamy, se ilusionó con la posibilidad de que la Ronda, iniciada hace seis años en la capital de Qatar, concluya antes de fines de 2008, siempre y cuando las modalidades de los dos temas fundamentales, agricultura y aranceles industriales, se convengan a principios del año.
Las modalidades deben establecer las condiciones en que se desarrollará la etapa final de las negociaciones de una mayor apertura comercial, cuando corresponda introducir los números que identificaran los montos de las concesiones que se otorgarán los 151 Estados integrantes de la OMC.
Lamy presentó este martes su informe sobre la marcha de la Ronda de Doha durante la última sesión de este año del Consejo General de la OMC, el máximo cuerpo de la institución durante los recesos de la conferencia ministerial, que debería reunirse de manera ordinaria cada dos años.
Precisamente, la séptima conferencia ministerial tendría que haberse celebrado en este mes de diciembre, pero ha sido tácitamente aplazada sin término a causa de la desorientación que viene prevaleciendo durante los últimos tiempos en la OMC como consecuencia de los fracasos de Doha.
El debate del Consejo General confirmó que todos los grupos aspiran a terminar la negociación en el próximo año, aunque cada una condiciona ese desenlace a la satisfacción de sus intereses.
Allgeier observó que los borradores de acuerdos actualmente en discusión no reflejan algunas posiciones importantes de Estados Unidos. Pero eso no es motivo para que demandemos a los presidentes de los comités negociadores que incluyan en los textos las posiciones de cada miembro, dijo.
La OMC ya siguió una vez ese método, recordó. Fue en Seattle, la noroccidental ciudad estadounidense donde fracasó estruendosamente en 1999 la segunda conferencia ministerial, en una frustración sólo igualada por el fiasco de la quinta conferencia, celebrada en el sudoccidental balneario mexicano de Cancún.
Esos antecedentes y las divergencias que se observaron en la sesión de la fecha, presagian una marcha trabajosa para lo que debería ser la etapa final de la negociación.
Una de las discrepancias se observó en la identificación de los objetivos críticos del proceso. Lamy, por ejemplo, insistió varias veces en mencionar a las áreas de agricultura y de aranceles industriales como determinantes para el impulso decisivo que conducirá a la negociación de los otros temas pendientes.
Ismail aceptó que las negociaciones de febrero y marzo próximos tendrán que concentrarse en agricultura y productos industriales. Sin embargo, habrá que prestar atención adecuada a las cuestiones de interés de todos los miembros, en especial las que atañen a los países en desarrollo, reclamó.
Entre esos temas figuran el acceso a los mercados en el sector de servicios y las modalidades para los países menos avanzados, recordó. Otra aspiración del mundo en desarrollo está contenida en la propuesta que ha presentado en el tema de Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio y su vinculación con la Convención sobre Biodiversidad.
En el caso de las negociaciones de servicios, el representante sudafricano sostuvo que los mayores países industrializados, ubicados en el sector de demandantes de apertura de mercados, no han efectuado ninguna mejora significativa a los compromisos que ya asumieron durante la Ronda Uruguay, que toma su nombre del país de inicio de ese ciclo.
Los países industrializados deben también asumir su responsabilidad en el tema de agricultura, pues sobre sus espaldas recaen las principales distorsiones y restricciones del sector, apuntó el negociador brasileño Clodoaldo Hugueney, quien coordina al Grupo de los 20 (G-20), una alianza de países en desarrollo unidos por sus intereses agrícolas.
El G-20 presentó esta semana una serie de propuestas destinadas a encontrar soluciones equilibradas en las distintas facetas del comercio agrícola. Sin embargo, uno de los aspectos centrales de la iniciativa, el referido a los aranceles de importación, fue rechazado de plano por otro bloque, el Grupo de los 10 (G-10).
Entre los integrantes del G-10 figuran Japón, Suiza, Noruega y Corea del Sur, todos países con elevadas subvenciones y especialmente aranceles astronómicos, que en el caso japonés pueden ascender hasta 800 por ciento de recargo para la importación de arroz.
Estos temas de agricultura se debatirán desde comienzos de enero, cuando la OMC reanude sus actividades luego del receso de fin de año. En los últimos días de enero se conocerá un nuevo borrador de acuerdo agrícola.
Hemos aceptado este nuevo aplazamiento porque estamos convencidos de que la sustancia tiene precedencia sobre el tiempo, declaró Hugueney.