El conductor de un popular programa de entrevistas de Pakistán, prohibido al decretarse el estado de emergencia el 3 de noviembre, decidió desafiar a la censura e instalar en la calle un estudio de televisión simulado.
Aunque sus entrevistas informales a celebridades y los comentarios del público jamás saldrán al aire, Hamid Mir repite todos los ritos de una transmisión en vivo, con excepción de los cortes comerciales.
Mir asegura que la experiencia es estimulante, especialmente dada la gran cantidad de público que se reúne para presenciar en la calle lo que jamás verá en la pantalla.
A veces, admite, la asistencia es revoltosa, rebosante de emoción que se expresa en estallidos de consignas contra el presidente Pervez Musharraf, investido para un segundo periodo el 30 de noviembre.
Cuando Musharraf suspendió la vigencia de la Constitución, la floreciente industria televisiva de Pakistán contaba con alrededor de 30 emisoras, cuyas transmisiones fueron bloqueadas por las autoridades.
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Mir trabajaba para Geo TV, que durante un tiempo logró "contrabandear" su programación a Dubai para colocarla desde allí en Internet. Pero Musharraf intervino ante el gobierno de ese país para detener esa práctica.
Aunque otros canales fueron autorizados a reanudar sus transmisiones, siempre sometidas a cierto grado de censura, Geo TV sigue fuera del aire. Los propietarios de las emisoras liberadas niegan haber negociado o aceptado un "código de conducta" impuesto por las autoridades.
El director de la no gubernamental Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, I. A. Rehman, señaló que la iniciativa de Mir "es una nueva táctica para informar a la gente sobre la política gubernamental de amordazamiento de la prensa. También apunta a ganar el apoyo del público".
"La estrategia incluye, también, huelgas de hambre en las universidades y asociaciones de periodistas, además de una vigilia de 24 horas frente a la oficina de Geo TV en Lahore. Así se recuerda permanentemente al público que la prensa está encadenada", agregó.
El experto en defensa Hasan Askari afirmó que la rebelión de Mir "tiene una importancia simbólica. Subraya las dificultades de los medios electrónicos frente a las políticas restrictivas del gobierno. También sirve para recordar que las autoridades desconocen el derecho fundamental a la libertad de expresión".
"Uno experimenta un sentimiento de solidaridad con los medios de prensa", dijo A. H. Nayyar, eminente físico, activista por la paz e invitado frecuente al programa callejero de Mir. "No nos han dejado más opción que quejarnos a los gritos. Y vamos a hacerlo", aseguró.
Luego de realizar cinco programas al aire libre, Mir cuenta ahora con una multitud de seguidores. Cuando comenzó con esta práctica, unas pocas docenas de personas se congregaron frente al edificio de Geo TV en Islamabad. A las dos semanas, ya eran miles.
Los escenarios han sido tan diversos como el Club de Prensa de Rawalpindi, la Universidad Quaid-e-Azam o el concurrido mercado de Aabpara Chowk. La información sobre el lugar y la fecha se distribuye a través de mensajes de texto por teléfono celular.
"La asociación de comerciantes de Rawalpindi nos ha pedido hacer un programa en Liaquat Bagh, un gran predio con capacidad para 15.000 espectadores", relató Mir. Las asociaciones de prensa de Karachi y Lahore también le solicitaron que instale su "estudio de televisión" en sus sedes.
"Hago el programa bajo el patrocinio de la Unión de Periodistas de Rawalpindi-Islamabad, no de Geo TV, y mi mayor apoyo procede de la sociedad civil, mis colegas y los estudiantes", aseguró Mir. Sin embargo, detrás del improvisado escenario se despliega el logotipo del canal de manera prominente.
"Geo TV no me está respaldando y no hay publicidad del programa en los diarios que le pertenecen: Jang, en idioma urdu, y The News, en inglés", agregó.
Pero aunque el programa callejero atrae multitudes no se compara con el que efectivamente salía al aire. "Era mucho más franco y abierto", afirmó Rehman.
Syed Talat Hussain, conductor de otro programa de entrevistas en Aaj TV, coincidió con este punto de vista.
Este canal fue autorizado a volver a emitir, aunque sin el popular "En Vivo con Talat". Siguiendo el ejemplo de Mir, también Hussain continuó con sus entrevistas desde el edificio de la Asociación de Abogados de Rawalpindi.
"Tienen un gran efecto y contribuyen a la rebelión", agregó Hussain, quien admitió que disfrutó la inmediata respuesta que recibió. Cuando su programa fue colocado en el sitio de Internet de YouTube, hubo 6.000 visitas durante el primer día.
"El alcance puede ser local y muy limitado, e incluso puede tratarse de una experiencia de corta vida, pero el simbolismo de esta toma de posición por parte de populares conductores de televisión e intelectuales es significativo", dijo Najma Sadeque, periodista de prensa que estuvo al frente de la resistencia contra el estado de emergencia.
Los programas callejeros "prueban, a pesar de su audiencia limitada, que las voces del disenso no pueden ser silenciadas. Además, constituyen manifestaciones casi culturales que enriquecen la vida de las ciudades en las que se realizan", dijo Zohra Yusuf, de la Comisión de Derechos Humanos.
El contenido de la programación de los canales autorizados a reanudar sus emisiones se ha vuelto cada vez más suave. "Hay menos programas de actualidad y los que continúan en el aire han perdido algo", dijo Nafis Bano, ama de casa de 70 años que sigue el debate político desde la comodidad de su dormitorio.
Según Faisal Siddiqui, empleado de una agencia de publicidad, "los programas que están en el aire han perdido su filo".
"Se han vuelto tan dóciles que uno tiene que restregarse los ojos para descubrir si está viendo un canal privado o el estatal. Esto es especialmente penoso cuanto uno toma en cuenta las razones que justifican esta blandura", sostuvo.
A diferencia del amordazamiento impuesto a los medios electrónicos, la prensa escrita goza de un cierto grado de libertad. "Existe menos censura de la que esperaba", dijo Zubeida Mustafa, periodista del diario en inglés Dawn.
"Tras haber pasado los terribles momentos de la dictadura de Zia-ul-Haq, entre 1977 y 1988, cuando la censura previa estaba en vigencia, lo que tenemos ahora es, en comparación, casi el paraíso. Pero inicialmente fuimos cautos, al no saber exactamente qué intenciones tenía el gobierno. Ahora somos concientes de que los medios electrónicos están sufriendo la peor parte. Es inexcusable", agregó.
Sin embargo, Rehman percibe "una evidente autocensura en todos los diarios". La atribuye al temor impuesto por el estado de emergencia y a las nuevas disposiciones que permiten a tribunales militares juzgar a civiles sospechosos de actividades "terroristas o subversivas".