Un concierto de la banda argentina de rock Soda Stereo en esta capital convocó a cerca de 60.000 personas que pagaron entre 30 y 300 dólares, en tanto que este sábado un extraordinario encuentro con los tres presidentes izquierdistas más controvertidos de América Latina no logró atraer a más de ocho mil.
Ni la rara oportunidad de ver y oír de cerca a Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Daniel Ortega (Nicaragua), y al vicepresidente cubano Carlos Lage consiguió quebrar la profunda apatía que generan la política y los políticos en un país que alguna vez fue pionero en la lucha social continental.
La manifestación fue convocada para cerrar la Cumbre por la Amistad e Integración de los Pueblos, que se celebró de forma paralela a la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, realizada en Santiago entre el jueves y este sábado, y fue sin duda una ocasión inusual para Chávez, habituado a multitudes gigantescas.
Los ausentes se salvaron de un sol implacable en un acto político-cultural que se extendió por más de seis horas en el recinto al aire libre del velódromo del Estadio Nacional. Pero, en compensación, los asistentes vivieron una experiencia interesante, que incluyó una comunicación telefónica entre el presidente venezolano y su par cubano Fidel Castro.
El contacto, realizado por el vicepresidente cubano coincidió, teatralmente, con la etapa del discurso de Chávez en la que relataba el diálogo que había sostenido con Castro en las horas aciagas del golpe de Estado de abril de 2002 en Venezuela, cuando el cubano le pidió que no se inmolara en un acto heroico pero inútil.
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El venezolano intentó que Castro hablara directamente a la multitud, pero nadie supo cómo conectar el parlante al aparato celular, y se formó una fallida mini-cumbre técnica que incluyó a Ortega, Lage y a los cancilleres Felipe Pérez Roque, de Cuba, y Nicolás Maduro, de Venezuela, además de edecanes y organizadores.
Una lejana pero reconocible voz de Castro se oyó brevemente, hasta que Chávez decidió transmitir él mismo las palabras del líder cubano, aún enfermo, que se centraron en homenajes a los combatientes chilenos caídos en la revolución de Nicaragua en 1979, y a quienes murieron en la lucha contra la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Morales dijo que lo único destacable de la Cumbre Iberoamericana fue que la presencia del grupo de gobiernos progresistas latinoamericanos originó un debate genuino sobre el neoliberalismo y la dependencia de Estados Unidos y Europa, antes ausente de estos encuentros.
Por su parte, Ortega relató que la Cumbre oficial se convirtió en un "debate Norte-Sur", con España y Portugal defendiendo las posiciones de los países desarrollados. Dijo también que propuso sustituir a la Organización de los Estados Americanos (OEA) por una entidad iberoamericana sin participación de Estados Unidos.
Como en marzo de 2006, cuando acudió a la investidura de la presidenta chilena Michelle Bachelet, Morales dio un toque emotivo a la manifestación, con gritos de "mar para Bolivia", algo que, dijo el mandatario indígena, había hecho llorar el año pasado a varios de sus compañeros de delegación.
Chile arrebató a Bolivia todo su litoral marítimo durante la guerra del Pacífico (1879-1883), desatada por la posesión de minerales salitreros, y desde entonces la salida al mar es la principal reivindicación nacional del país andino. Santiago rechaza la revisión de los tratados firmados tras la contienda, que refrendaron la anexión del territorio.
Ninguno de los cuatro oradores cayó en la trampa, repetidamente tendida por una parte de los manifestantes, de criticar las políticas del gobierno chileno, que se expresaban en cantos contra Bachelet y en gritar su nombre cada vez que se mencionaba el neoliberalismo o la claudicación de los gobiernos frente a Estados Unidos.
Ortega, sin embargo, interrumpido con gritos contra los organizadores de la Cumbre de los Pueblos, le preguntó al grupo más bullicioso si estaban en desacuerdo. A la respuesta de sí, dijo enérgicamente: "Pues tendrán que ponerse de acuerdo porque nuestros enemigos están unidos".
El guante fue recogido tanto por Chávez como por Morales, que criticaron la manía izquierdista a resaltar las diferencias y anular así la eficacia de la lucha. "Unidad, unidad, unidad, ésa debe ser nuestra divisa. ¡Cuánto daño nos hace la dispersión!", dijo Chávez.
Tras las batallas por la independencia hace 200 años, "el siglo XXI nos presenta una nueva ocasión, y pudiera no haber otras. Nos está prohibido repetir la frase de Bolívar en sus días finales, cuando dijo que había arado en el mar. Estamos obligados a vencer", dijo Chávez.
El mandatario defendió la peculiaridad de los procesos progresistas de varios países de América Latina. "Es un socialismo indoamericano, nuestro, latinoamericano, no puede ser una copia, un calco de otros modelos", dijo.
Un funcionario del Ministerio de Cultura venezolano dijo a IPS que en cualquier otro país la presencia de Chávez hubiese originado un lleno total del recinto, y se sorprendió por la falta de convocatoria de la izquierda chilena, incluido un sector del cogobernante Partido Socialista.
El dirigente socialista chileno Jorge Arrate, precandidato presidencial con una plataforma de unidad entre la actual coalición gobernante y los grupos excluidos del sistema parlamentario chileno, dijo a IPS que la intolerancia y resentimiento que algunos grupos demuestran son comprensibles, pero al mismo tiempo una traba para un proyecto nuevo.
Arrate recordó que casi la mitad de los ciudadanos con derecho a voto no se inscriben en los registros electorales.
Tras 17 años de dictadura, 17 de un régimen de transición democrática, y aun regido por la Constitución impuesta por el dictador Pinochet, Chile parece sumido en el escepticismo y la apatía política. A pesar de la magra asistencia, la izquierda "extraparlamentaria" sigue siendo la única corriente capaz de convocar a actos públicos.