La capital chilena será desde este jueves el centro de la comunidad iberoamericana, con una cumbre en que los líderes de sus 22 países buscarán nuevos derroteros para una esquiva cohesión social, con un telón de fondo político caracterizado por esfuerzos de integración y permanentes amenazas de desencuentros.
La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, será la anfitriona de esta XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que culminará al mediodía del sábado con la firma de una Declaración Final, acompañada de la suscripción de acuerdos que apuntan a potenciar la cooperación en materias sociales y económicas.
Estas reuniones se vienen celebrando cada año desde que en 1991 fuera cobijada por la ciudad mexicana de Guadalajara. Ahora Chile será sede por segunda vez, repitiendo lo ocurrido en 1996, cuando el país era gobernado por Eduardo Frei Ruz-Tagle.
La comunidad iberoamericana está integrada por los países europeos Andorra, España y Portugal y los latinoamericanos Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
Los presidentes Felipe Calderón, de México, y Leonel Fernández, de República Dominicana, se excusaron de viajar a Santiago por motivo de los desastres naturales que han afectado en el último tiempo a sus respectivos países.
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Calderón, Fernández y Fidel Castro, alejado temporalmente de la presidencia de Cuba por razones de enfermedad desde julio de 2006, serán los grandes ausentes de esta cumbre.
La delegación cubana será encabezada por el vicepresidente del país, Carlos Lage, aunque hasta este miércoles no se descartaba que el presidente en funciones, Raúl Castro, decidiera a última hora asistir a la cita en la capital chilena.
Una de las presencias más novedosas y revelantes será la de la argentina Cristina Fernández, cuya participación en principio estaba prevista en el protocolar papel de primera dama, como esposa del presidente de su país, Néstor Kirchner, pero que ahora asistirá oficialmente en tanto mandataria electa.
El arrollador triunfo de Fernández en los comicios del 28 de octubre de Argentina fue seguido una semana después por la elección como nuevo presidente de Guatemala del socialdemócrata Álvaro Colom, quien en vísperas de esta cumbre iberoamericana da continuidad al giro hacia la izquierda de la ciudadanía de América Latina.
No obstante, en la reunión de Santiago volverán a marcarse las diferencias entre un bloque de izquierda "dura", decididamente antagónica al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y una corriente más bien moderada, que muchos analistas identifican con la socialdemocracia. Entre los primeros están los gobernantes Hugo Chávez, de Venezuela, Evo Morales, de Bolivia, Rafael Correa, de Ecuador, y Daniel Ortega, de Nicaragua, quienes animarán la paralela Cumbre por la Amistad e Integración de los Pueblos Iberoamericanos, junto a Lage, el vicepresidente de Cuba.
Kirchner, y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, invitados también a este encuentro alternativo, no habían confirmado su participación en un gesto que los sitúa junto a los izquierdistas moderados de la región, como la propia Bachelet y el uruguayo Tabaré Vázquez.
Pero más allá de estos encasillamientos, lo cierto es que detrás de la retórica y los compromisos por la cohesión social, en esta décimo séptima cumbre volverán a convivir diversas concepciones sobre la democracia y el desarrollo.
El co-gobernante Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Chile intentó que la Cámara de Diputados aprobara esta semana un acuerdo de condena a los gobiernos de Cuba y Venezuela. Al primero, por su conducta en materia de derechos humanos y, al segundo, por la nueva Constitución que Chávez someterá a referendo.
El PDC es uno de las cuatro agrupaciones políticas que integra en Chile la gobernante Concertación por la Democracia, junto al Partido Socialista (PS), de Bachelet, el Partido Por la Democracia y el Partido Radical Socialdemócrata.
Fue precisamente el PS el que bloqueó el acuerdo, inspirado en una declaración del Departamento Internacional del PDC que acusaba a Cuba de incumplir compromisos de las cumbres iberoamericanas de 1996 en Viña del Mar, Chile, y de 1997 en isla Margarita, Venezuela, sobre la democracia y los derechos humanos.
En una clara alusión a Chávez, el PDC fustigó a "otros Estados que avanzan hacia sistemas que desconocen elementos esenciales de la democracia representativa, como son la efectiva separación de los poderes del Estado, la prohibición de la reelección indefinida de autoridades, el respeto a las libertades de opinión y de prensa ".
El canciller chileno, el democristiano Alejandro Foxley, se encargó de poner paños fríos a la declaración de su propio partido, advirtiendo que Cuba "no será tema" de la cumbre, aunque se conocen presiones sobre Bachelet para que en sus diálogos con Lage abogue por la libertad de presos políticos cubanos.
La presidenta chilena, a su vez, reivindicó el origen democrático del gobierno de Chávez e insistió en que los mayores enemigos de la estabilidad política en América Latina son el hambre, la exclusión y la desigualdad.
Es por ello que en el marco de esta cumbre se buscarán avances sustantivos hacia la seguridad y la integración sociales, como la firma de un Convenio Multilateral Iberoamericano de Seguridad Social, que permitiría unificar y convalidar en los 22 países las aportaciones laborales a los fondos de retiro.
Este compromiso representaría un paso hacia un mejor trato de los seis millones de inmigrantes que existen en la comunidad iberoamericana, con una gran concentración de latinoamericanos en España.
La agudización de los controles sobre el ingreso de latinoamericanos que España puso en vigor en los últimos meses será también motivo de conversaciones en esta reunión, entre el presidente del gobierno de ese país europeo, José Luis Rodríguez Zapatero, y los mandatarios latinoamericanos.
Por último, no se descarta que en Santiago se produzcan progresos en la búsqueda de viejos y nuevos litigios en América del Sur, a través, por ejemplo, de conversaciones bilaterales entre Bachelet y Morales sobre el secular conflicto por la mediterraneidad de Bolivia.
El rey Juan Carlos de España será, a su vez, el anfitrión y mediador en lo que algunos analistas locales anticipan como "una decisiva reunión" de Kirchner y Vázquez, que podría dar la solución para el ya el prolongado conflicto entre Montevideo y Buenos Aires por la construcción de una plana de celulosa en la ribera oriental del río Uruguay.