La crisis de abastecimiento energético en Brasil tiene fecha anunciada entre 2009 y 2010, según especialistas del sector, y no logrará revertirla ni siquiera el hallazgo de un yacimiento marítimo con «enorme potencial» de extracción de gas y petróleo, anunciado por el gobierno.
El yacimiento de Tupí en la cuenca de Santos, en el sureño estado de São Paulo, podrían aumentar en 50 por ciento las actuales reservas, estimadas a fines de 2006 en más de 11.000 barriles de crudo, según la empresa brasileña Petrobras, de propiedad estatal y privada.
De confirmarse esta estimación, Brasil pasaría de decimocuarto a noveno productor de petróleo en el mundo.
"Dejaremos de ser un país medio en lo que se refiere a petróleo, que estaba conquistando su autosuficiencia petrolera, para transformarnos en un país de proporciones exportadoras, en el nivel en el que están los países árabes, Venezuela y otros", dijo la ministra jefa de Gabinete, Dilma Rousseff, a quien el gobierno dio, en su oportunidad, lugar privilegiado para difundir las buenas nuevas.
Pero el hallazgo, según especialistas consultados por IPS, no resolverá las necesidades de energía a corto plazo ni evitará la crisis de desabastecimiento en este país de más de 188 millones de habitantes.
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"Es una promesa pero una realidad", dijo Adriano Pires, director del Centro Brasileño de Infraestructura, al calcular que sólo en siete o 10 años Tupí comenzará a dar resultados concretos.
Pires atribuye el futuro déficit energético a la falta de planificación e inversiones.
La economía comenzó a crecer entre tres y cinco por ciento al año y no "hubo un acompañamiento de inversiones en el área energética directamente proporcional a ese crecimiento", explicó.
"Hasta 2010 tendremos que rezar para que llueva", lamentó al referirse a la principal fuente energética del país, la hidroeléctrica, que depende de factores inestables como el nivel de precipitaciones.
Casi 84 por ciento de la matriz energética es de ese origen. Muy lejos se sitúan otras fuentes de escasa participación como el gas, 4,5 por ciento, la biomasa, con 4,3 por ciento, la generación nuclear, con 2,4 por ciento, y el carbón, con dos por ciento.
A comienzos de noviembre, debido a una prolongada sequía que afectó zonas estratégicas del país, cayó el volumen de agua de las centrales hidroeléctricas. Y para compensar esa disminución, Petrobras se vio obligada a reducir el abastecimiento de gas natural, importado de Bolivia, para abastecer generadoras termoeléctricas.
El año pasado, el consumo promedio de gas en Brasil fue de 41,79 millones de metros cúbicos por día, utilizado principalmente con fines industriales y, en menor proporción, para la flota de automóviles.
El desabastecimiento de gas, aunque coyuntural —Petrobras se vio obligada a reiniciar el abastecimiento— es considerado la primera señal de alerta por Pires.
Es el comienzo de una crisis energética "parecida o mucho peor" a la que llevó al ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) a impulsar en 2001 un riguroso racionamiento, recordó.
En ese entonces "la crisis fue de racionamiento de energía eléctrica y ahora puede ser también de gas", anticipó Pires.
Para resolver ese problema a corto plazo, el vicepresidente del Centro de Posgraduación de Ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Aquilino Senra, estima que "habrá que obtener un buen acuerdo (con el mandatario boliviano Evo Morales) para aumentar la transferencia de gas natural" desde su país.
Bolivia exporta a Brasil 30 millones de metros cúbicos por día de gas natural y 7,7 millones a Argentina.
Senra propone también que a corto plazo se aumente la oferta de gas licuado (envasado) que puede importarse de otros países, aunque reconoce que es mucho más caro que el natural.
Y como Pires, Senra también apela al ruego por las lluvias, aunque en términos futbolísticos y no religiosos como su colega.
"Tendremos que 'torcer' (alentar) para que llueva, porque si tenemos más períodos de sequía se agravará el problema", dijo Senra a IPS.
Es una ironía en este país "que tiene el mayor potencial hidroeléctrico disponible del mundo, que tiene la sexta mayor reserva de uranio —combustible nuclear— del planeta, y que está entre los primeros 14 productores de petróleo".
Senra consideró que las reservas potenciales de la cuenca de Santos tampoco resolverán el problema a corto plazo, porque se demorará por lo menos unos seis años en comenzar a explotar sus reservas.
Luiz Messias, gerente de proyectos de la estatal empresa Electronuclear, opina que si no se hubiera postergado la construcción de la central atómica Angra III, cuya construcción fue anunciada recientemente por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, así como de otras usinas de ese tipo, se hubiera evitado una crisis.
Los dos reactores en funcionamiento, Angra I y II, generan dos por ciento de la energía del país y abastecen 50 por ciento de la zona sureste.
En entrevista con IPS, Messias mencionó que la principal ventaja de esa energía es su "alto nivel de capacidad", no depende de factores inciertos como las lluvias y tiene una garantía de funcionamiento de 86 por ciento de su potencial.
Con esa opinión no coincide Rebeca Lerer, de la organización ecologista Greenpeace Brasil, que impulsa dos acciones judiciales para impedir el reinicio de las obras de Angra III, paralizada desde los años 80, cuando gobernaba una dictadura militar.
Lerer, coordinadora de la campaña de energía de Greenpeace, asegura que con los mismos 4.000 millones de dólares destinados a Angra III, se podría por ejemplo hacer un parque eólico de energía, "al mismo precio, en apenas dos años y sin los riesgos de accidentes nucleares o de basura nuclear".
A más largo plazo, la organización estima que en 2050 sería posible una matriz energética con 88 por ciento de energías renovables y 12 por ciento de participación de gas, como fuente de transición, "eliminando por completo el combustible de petróleo y el nuclear", a un costo "mucho más barato" que la matriz proyectada por el gobierno para el mismo período.
Según Lerer, Brasil tiene un potencial muy grande, no explorado, en términos de eficiencia energética y de fuentes solares y eólica. Las autoridades podrían también apelar a otras medidas "simples" como "mejorar las líneas de transmisión para minimizar las pérdidas de energía por el camino", agregó.
Pires propone también una "mayor transparencia de la crisis", es decir que "los diversos agentes conversen para encontrar soluciones conjuntas".
Hay que considerar medidas más polémicas pero ineludibles, como "aumentar los precios de la electricidad para disminuir el consumo y así evitar el racionamiento", indicó.
En última instancia, lamentó Pires, "quien pagará la cuenta con esta crisis será el consumidor".