Rubén Plata trabaja igual que los «capitales golondrina»: allí donde está el mejor rendimiento, está él. Va de una actividad a otra sin mirar atrás. Eso sí, nunca se mete en nada «torcido» o ilegal.
Hace tres años vende jugo de naranja en una esquina de la zona franca del poblado venezolano de Ureña, frente a Cúcuta, la capital de 950.000 habitantes del nororiental departamento colombiano de Norte de Santander.
Allí paga 2.000 bolívares semanales (casi un dólar al cambio oficial) a paramilitares ultraderechistas colombianos, por "celaduría" (protección contra ellos mismos u otros irregulares). Antes también pagaba, cuando vendía café y agua aromática por las oficinas de la gobernación y en la plaza de Cúcuta, cargando al hombro una pesada caja de termos.
Trabaja desde los siete años. Huyó de su casa por maltratos. A sus 48 años ha sido embolador (lustrabotas), lavador de automóviles, ordeñador, vendedor de cigarrillos, huevos, pasteles, frutas y "raspao" (hielo pulverizado con anilinas) y hasta vendedor de pájaros: canarios a los que pintaba para hacerlos más irresistibles al comprador.
Nunca fue a la escuela. Descubrió que "en el alfabeto estaba el mundo" y aprendió a leer solo, juntando una letra con otra, en los diarios. Sabe escribir su nombre y hacer cuentas, pero duda si "pollo" se escribe con "ll" o con "y", o si la letra "c" mira hacia la derecha o a la izquierda.
En todo caso: a punta de cartas conquistó a su mujer, colombiana. Ella le entiende lo que él escribe. Con un programa de alfabetización del gobierno venezolano de Hugo Chávez ha "repasado conocimientos" en materia de letras.
Ha viajado por "todo Venezuela" y hace siete años se estableció en Ureña. Tiene dos hijos, de 16 y 13 años, que van a la escuela. Ambos son venezolanos, grandes deportistas y el mayor va a estudiar ingeniería electrónica, dice.
No le costará nada la universidad y tendrá un estipendio para mantenerse. "Es una bendición", comenta su papá.
Aunque nació en Colombia, Plata es "de aquí y de allá". Desde 2004 tiene residencia permanente venezolana. No le dieron ciudadanía, aunque aportó todos los papeles que exigían, mientras vio cómo otros llevaban una carpeta con una sola hoja y un fajo de billetes adentro.
En la zona industrial de Cúcuta, la gran mayoría vive del contrabando o en medio de penurias. La verdadera zona industrial de Cúcuta queda en Ureña, donde trabajan entre 30.000 y 50.000 colombianos.
Es como un barrio grande al otro lado del río Táchira. A las seis de la mañana hora colombiana, las siete en Venezuela, un gentío de colombianos pasan en bicicleta, moto o a pie a trabajar a esta ciudad de 37.000 habitantes y donde casi en cada casa funciona una industria.
Con su triciclo de venta de jugo de naranja, a Plata sólo le ha tocado moverse de sitio una vez dentro de la zona franca, y fue cuando la secretaria de una empresa consideró que su presencia afectaba la fachada.
Ahora se ubica en la esquina de una lavandería industrial de pantalones vaqueros. Le puso un alero a su triciclo, para brindar a los sedientos clientes un poco de sombra en el apabullante calor.
Al mediodía, los obreros de todas estas industrias salen a almorzar. Cerca del triciclo de Plata pasan centenares, en mameluco azul oscuro.
"Aquí usted no busque venezolanos porque no los hay. Toda empresa que hay aquí en Ureña es obra colombiana. ¿Cuánto no se está beneficiando nuestro país de Venezuela? Eso es lo que deben ver los presidentes de todos los países", dice a IPS.
Sobre la controversia entre Chávez y su par colombiano, el derechista Álvaro Uribe, dice que "son dos locos, dos locos armados", y que no les pone atención "porque yo sí tengo que trabajar para comer, en cambio ellos tienen sueldo".
"Se ponen es a armar guerra. Pues no señor: vamos a recoger, para que haya paz en Colombia, y haya abundancia y prosperidad", agrega mientras sigue exprimiendo naranjas.
Todavía apuesta a que la senadora colombiana Piedad Córdoba pueda convencer a Chávez de volver al frente de las gestiones por el intercambio en Colombia de rehenes en manos de la insurgencia izquierdista por guerrilleros presos.
"Si Chávez logra eso, creo que no será tampoco para que siga la guerrilla. Sería para sacar ese grupo, que se entregue a la vida civil y todo el mundo a trabajar. Que se olvide de esa guerra. Yo dije ¡huy!, si Chávez alcanza eso, va a ser lo más lindo del mundo. Pero, mire lo que pasó ahora. Todo fracasó".
"Yo lloré anoche. Se me salieron las lágrimas de ver que esa pobre señora no estaba haciendo nada malo", dice en referencia a que la senadora opositora pasó de un día para otro de ser facilitadora oficial en la gestión de Chávez a ser demandada por "traición a la patria" y acusada de "terrorista".
Plata cree que "Uribe se asustó" porque teme que las ideas del mandatario venezolano calen en Colombia. Eso, dice, debe decidirlo "una mayoría de colombianos", pues "cada quien tenemos derecho de escoger lo que nos guste".
"Y eso fue lo que le pasó a Uribe, no le gustó. Dijo: no, vamos a echar eso para atrás" (la mediación), comenta Plata, y piensa en "los pobrecitos, los familiares de los secuestrados. Llorando, con esa tristeza".
También comenta que "Uribe tiene que darse cuenta que lo que Chávez está haciendo no es malo. Chávez es un hombre realista. Ve lo que ve, y lo que ve no está bien hecho, está mal hecho".
"Chávez lo que quiere es una salida. Cambiar el mundo, hacer un mundo moderno. Pero resulta que la oligarquía ya está muy avanzada" no en Venezuela, sino "en el mundo", y por eso le reclaman "por qué no te callas", cuando "les dice la verdad", agregó al recordar la expresión de enojo del rey español Juan Carlos contra el mandatario venezolano en la Cumbre Iberoamericana de este mes en Santiago de Chile.
"¿Qué ha hecho Uribe en Colombia? ¿Por qué tanto colombiano aquí en Venezuela?", inquiere sobre los cerca de seis millones de colombianos inmigrantes que se han marchado "buscando refugio por la economía, por la pobreza que tiene nuestro país, los gastos públicos, la luz, el arriendo, los que no tienen casita".
"Con este loco aquí", dice refiriéndose a Chávez, "yo gracias a Dios tengo mi casita", de dos habitaciones y en ladrillo, que construyó él mismo en un lote que le adjudicó el gobierno venezolano tras un desplazamiento masivo de colombianos que huyeron del ataque de paramilitares en 1999 y 2000, en Norte de Santander.
El otro día se enfermó: "la salud es gratis". Cuenta que "antes" en Venezuela no se pagaban prestaciones a los trabajadores como él, que le decían de una finca o empresa "váyase" y tenía que irse así no más. Ahora, a la gente hasta le dan dotación para trabajar, por eso los mamelucos.
En Venezuela "se ve que hay futuro", "que hay trabajo. En Colombia, ¿dónde se siente que hay trabajo? Es como era aquí antes".
Votaría afirmativamente en el referendo venezolano del domingo próximo por la reforma de la Constitución "para darle el voto a él" (a Chávez). Nunca ha votado por nadie en Colombia. Acude a la urna pero no marca el tarjetón.
Los lugareños de lado y lado consideran que esta es la frontera más viva de América del Sur. Por aquí pasa la mayor parte del comercio entre ambos países, previsto para este año en unos seis mil millones de dólares.
Esta semana, mientras Venezuela evalúa cómo va a aplicar la "congelación" en las relaciones con Colombia, la actividad fronteriza ha seguido febril.
La aduana colombiana reportó que el mismo jueves 22, cuando Uribe le puso fin a la mediación de Chávez con la guerrilla, hubo un incremento inusitado del paso de mercancías de Colombia hacia Venezuela: 31 millones de dólares. El promedio normal es de 14 millones en un día.
El sábado, cuando cayó la máscara de la supuesta "química" entre los dos presidentes antagonistas ideológicos por excelencia en América Latina, el promedio para día de fin de semana pasó de dos millones a más de 15 millones de dólares.