AMBIENTE-VENEZUELA: Relámpago en el cielo se alimenta del subsuelo

Un fogonazo rojizo, amarillo y naranja ilumina un trozo del cielo y del lago de Maracaibo, en Venezuela, y una fracción de segundo después rayos de un blanco incandescente viajan de izquierda a derecha y viceversa, entre nubes recortadas como siluetas oscuras.

El cielo del Catatumbo se enciende Crédito: Analdo Utrera
El cielo del Catatumbo se enciende Crédito: Analdo Utrera

Segundos después el fenómeno se repite con otros tonos e intensidad y nuevas formas de nubes vecinas, hasta por horas, con un lejano y sordo rumor de trueno, hasta que las cargadas nubes convectivas cesan el juego pirotécnico y toma turno una tormenta convencional. Llueve. Es un diluvio que dura seis horas.

El relámpago del Catatumbo, sobre el delta del río del mismo nombre, que nace en el noreste de Colombia y desemboca entre ciénagas y lagunas en el lago de Maracaibo, oeste de Venezuela, es una tormenta eléctrica de nube a nube, vinculada a una permanente baja presión en el área, rica en el metano que se incendia y resplandece.

«Este es el lugar del mundo con el mayor promedio de tiempo de tormentas eléctricas al año», dice para este artículo el ambientalista venezolano Eric Quiroga, promotor del 16 de septiembre como Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono.

Según Quiroga, el Catatumbo relampaguea entre 140 y 160 noches al año, durante unas siete horas, en dos ciclos poco antes y después de la medianoche, que dan unas 980 horas anuales, con un promedio de 28 tormentas por minuto, para un gran total anual de un millón 646.000.

Los sitios de mayor recurrencia de tormentas eléctricas en el mundo son El Bagre, en Antioquia, Colombia, 270 días al año, Tororo, en Uganda, con 251 días, y Bogor, en Java, Indonesia, con 223 días. En Tororo y El Bagre las descargas suelen durar unas dos horas y son en su mayoría diurnas y entre nubes y tierra.

Las descargas eléctricas nube-tierra tienen una intensidad de 10.00 a 50.000 amperios, mientras que las nube-nube entre 100.000 y 300.000. «Cada relámpago podría encender los bombillos de Sudamérica. Un promedio de 1,6 millones de relámpagos anuales y una intensidad media de 150.000 amperios hacen del Catatumbo la primera fuente en su tipo generadora de electricidad en el planeta», sostiene Quiroga.

Es el resplandor que se observa cuando se avanza entrada la noche, en botes de pescadores, desde Puerto Concha hasta Ologá y Congo Mirador, pequeños poblados de palafitos en el tórrido sur del lago, por instantes un espejo de luz.

¿De dónde sale el metano para tales incendios? Durante años predominó la tesis de que emanaba de la descomposición de materia orgánica que producen las torrenciales lluvias en la zona sur de la cuenca del lago, unos 600 kilómetros al suroeste de Caracas, donde chocan vientos alisios del noreste y suroeste.

Pero el investigador Ángel Muñoz, de la regional Universidad del Zulia, presume la existencia de kerógeno (una mezcla de compuestos orgánicos que impregna rocas y otros sedimentos) en el subsuelo de las lagunas de aguas oscuras entre los vecinos ríos Bravo y Catatumbo.

«El sustrato del lago es rico en depósitos petrolíferos y comparte con las ciénagas ribereñas la misma historia geológica. La acumulación de metano en la atmósfera podría verse favorecida por el escape de este gas a través de fisuras en el manto rocoso a través de las ciénagas y lagunas», afirma Muñoz.

Ello explicaría la misteriosa desaparición del relámpago o el aumento de su frecuencia e intensidad después de la ocurrencia de sismos en la región.

El relámpago «nace encima de la laguna La Estrella, de aguas oscuras, un poco al oeste de aquí. Allá es donde mejor lo he visto en las noches de verano de cielo despejado», afirma el más viejo habitante de Congo Mirador, José del Carmen Guerrero, pescador y a sus 79 años todavía activista comunitario.

Su esposa, María Díaz, de 65, cuenta que «cuando yo era jovencita el relámpago se veía más grande y más fuerte; tengo para mí que ha disminuido».

Quiroga argumenta que «quizá las emisiones de metano han variado», y la intensidad sobre las lagunas oscuras se explica porque «esas aguas absorben mayor cantidad de energía, y este sur del lago es uno de los sitios con mayor irradiación solar en el mundo: de día la luminosidad disuelve el metano, pero de noche, sobre corrientes de aire cálido, asciende rápidamente hasta las altas nubes».

Si el vapor de agua va a las nubes bajas para fabricar lluvia, el metano asciende hasta siete u ocho kilómetros y, cuando se ionizan las partículas de hielo en las enormes nubes convectivas, se producen las descargas eléctricas vistas en ocasiones a 400 kilómetros de distancia, desde islas en el sur del Caribe.

«Yo estoy muy orgulloso. El relámpago produce ozono, y el ozono nos mantiene con vida en todo el planeta», nos dice Alexis Vega, pescador de 49 años, de pie sobre la delgada franja de arena entre el lago y la laguna de Ologá, después de desgranar las carencias del poblado, pobrísimas casas de latón, mitad en la costa, mitad en palafitos.

Quiroga retoma las explicaciones: «A más de seis kilómetros de altura, el relámpago es una fuente generadora de ozono. Posiblemente el del Catatumbo sea la primera fuente regeneradora de su tipo en el mundo», aunque las tormentas eléctricas apenas produzcan 10 por ciento del ozono estratosférico que protege al planeta de las radiaciones solares nocivas.

Orgulloso también se exhibe el relámpago en el escudo y la bandera del petrolero estado de Zulia, a despecho de la miseria de los «pueblos de agua», unos 800 habitantes en Congo Mirador, 200 en Ologá y docenas regados en otros caseríos.

Los habitantes presentan un rosario de quejas porque escasean la luz eléctrica, el agua potable, el combustible y los alimentos, la asistencia médica, la educación formal y otros servicios y oportunidades, que algunos resienten como desdén gubernamental.

Una veintena de jóvenes artistas plásticos, participantes en un salón del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, desafiaron, durante los últimos días de octubre y primeros de noviembre, las asperezas de la intemperie para ser recompensados con la deslumbrante visión naranja, amarilla y blanca.

Los indígenas wayúu, que observan el relámpago desde el norte del lago de 12.000 kilómetros cuadrados, ven en él los espíritus de sus muertos, cuyas almas resplandecen.

Para los barí, ubicados en el suroeste del lago y de cuya lengua proceden palabras como Catatumbo y Zulia, el relámpago concentra a millones de cocuyos (luciérnagas) que todas las noches se reúnen para rendir tributo a los padres de la creación.

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