DDHH-ESTADOS UNIDOS: Pentágono negligente con veteranos enfermos

El sargento Gerald Cassidy habló por última vez por teléfono con su madre el 19 de septiembre. Kay McMullen quiere saber ahora por qué el ejército estadounidense dejó morir a su hijo sin brindarle asistencia médica.

Sargento en la Guardia Nacional del norcentral estado de Indiana, G.J., como lo llamaban familiares y amigos, había sido herido en Iraq por una bomba detonada al costado de una carretera en junio de 2006.

Hace cinco meses había regresado a Estados Unidos, y estaba hospitalizado, a cargo del Programa de Transición para Guerreros Heridos en Fort Knox, en el centro-oriental estado de Kentucky.

Mientras hablaban por teléfono, G.J., de 32 años y padre de dos hijos, se quejó de problemas causados por los encargados de mantenimiento del edificio en Fort Knox.

El personal de la base estaba cambiando las tejas del techo sobre su dormitorio, y cada vez que una teja era arrancada él sentía como si explotara una bomba. G.J. le dijo a su madre que no llevaba días sin dormir.
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Pasaron dos días. Ni Kay McMullen ni Melissa, la esposa de G.J., supieron nada de él. El silencio era inquietante.

G.J. estaba aburrido en Fort Knox y lo llamaban tres o cuatro veces por día. Casi siempre respondía su teléfono y muchas veces les decía que no podía esperar el alta médica para poder volver a Indiana, donde planeaba criar a sus hijos y trabajar como maestro de escuela.

La familia de G.J. sabía que algo estaba mal. A las 08:00 de la mañana del viernes 21 de septiembre llamaron a Fort Knox, intentando encontrar a alguien dispuesto a constatar en la habitación de G.J., en el tercer piso, para ver si él se encontraba bien.

Once horas más tarde, un soldado entró al dormitorio de Cassidy y lo halló sentado en una silla, muerto.

La familia de G.J, y el senador de Indiana Evan Bayh reclaman que el ejército explique por qué no lo había visto un médico en tantos días.

En una carta enviada la semana pasada al secretario de la fuerza de tierra, Pete Geren, Bayh escribió que el soldado había "recibido un tratamiento médico inferior al estándar mientras estaba bajo cuidados del ejército".

"Les pido que compartan conmigo el proceso de toma de decisiones del ejército detrás (de la decisión) de enviar al sargento Cassidy a Fort Knox para recibir tratamiento. ¿Era ésta una instalación adecuada?¿Qué pasos está tomando el ejército para determinar las circunstancias que rodean a esta trágica muerte? ¿Cuán a menudo los soldados heridos son puestos en situaciones similares a la del sargento Cassidy? ¿Cómo pueden haber contribuido con su muerte las actuales deficiencias del programa de la Unidad de Transición para Guerreros? ¿Cómo podría haberla impedido un programa que funcionara adecuadamente?", inquirió Bayh.

Una autopsia independiente pagada por la familia de Cassidy concluyó que ya llevaba horas muerto antes de que hallaran su cuerpo, y en efecto puede haber estado inconsciente durante varios días.

Ahora el ejército investiga su muerte, pero los resultados de una autopsia a cargo de médicos militares militar podrían insumir varias semanas.

"Esto es algo serio para Fort Knox y para el ejército", dijo a The Associated Press la portavoz de la base, Connie Shaffery, luego que la familia de Cassidy denunció el caso a la prensa. "Todos los aspectos de su muerte están siendo investigados."

Pero la familia de Cassidy no está satisfecha con la respuesta del ejército. "Falleció por falta de atención. Regresó de Iraq y el ejército lo mató", dijo a IPS Kay McMullen, entre lágrimas.

Según la familia de Cassidy, la sala médica en Fort Knox tenía tanto menos personal del necesario que G.J. era afortunado por tener citas mensuales con un médico general y con un psiquiatra.

Sus síntomas, consistentes con un daño cerebral, incluían severos dolores de cabeza, pérdida del oído y periodos de desmayos.

"Los jóvenes —entre ellos G.J., a veces— iban y se sentaban en sillas todo el día afuera del consultorio del médico, esperando que alguien faltara a la cita o que el profesional pudiera hacese de unos pocos minutos entre consultas", explicó McMullen.

La mayor parte del tiempo, dijo, a su hijo lo dejaban solo en su habitación del tercer piso, donde se quedaba sentado, desatendido, jugando en su computadora portátil.

Una vez se desmayó en su cuarto y se despertó tres o cuatro horas después. Yacía en un charco de sangre, que, según él, manó de su boca o de su nariz.

"Perdió el conocimiento y cayó hacia delante, y algo en su cabeza comenzó a sangrar", relató McMullen a IPS.

"Otra vez, él estaba subiendo los escalones que lo conducían a su dormitorio en el tercer piso, perdió el conocimiento y se golpeó la cabeza contra la pared, rasguñándose toda la frente. Ellos lo supieron y de todos modos lo dejaron en su cuarto solo, sin ningún sistema de cuidado a cargo de amigos, ninguna hospitalización, nada", enfatizó.

"Ellos dejaron que un joven como él, que se había desmayado en su dormitorio en un charco de sangre y se había golpeado contra una pared, se quedara solo en un dormitorio. Cuando no apareció para la hora en que pasaban lista diariamente nadie subió a ver qué le pasaba durante al menos dos días y medio. Eso es negligencia criminal", dijo indignada la madre de Cassidy.

La muerte de Cassidy plantea nuevas preguntas sobre la calidad de la atención que reciben los soldados estadounidenses heridos cuando vuelven al país.

Un reciente informe de la Contraloría General de Estados Unidos (GAO), organismo en la órbita del Congreso legislativo que funciona de manera independiente, critica el tratamiento que da el Departamento (ministerio) de Defensa a los veteranos heridos.

Según la GAO, "46 por ciento de los miembros del ejército que vuelven del servicio y que eran aptos para ser asignados a una unidad médica no lo han sido debido, en parte, a escasez de personal".

El informe de la GAO concluyó que las instalaciones médicas de Fort Knox tenían muy poco personal, pero no eran las peores del país.

A alrededor de la mitad de las Unidades de Transición de Guerreros Heridos les haría falta duplicar su personal. Bases clave, como la de Fort Lewis en Washington y la de Fort Carson en Colorado, necesitan gran cantidad de médicos, enfermeros y líderes de escuadrones.

"El informe de la GAO también concluyó que el ejército no analiza ni trata adecuadamente a soldados con daño cerebral traumático debido, en parte, a la escasez de personal", observó en su carta el senador Bayh.

"Soy consciente de que el ejército estableció políticas para brindar capacitación en materia de daño cerebral traumático a todos sus enfermeros administradores de casos y enfermeros psiquiátricos, entre otros. Desde el 13 de septiembre de 2007, solamente seis de las 32 Unidades de Transición de Guerreros del ejército habían completado el entrenamiento en daño cerebral traumático para todo su personal", agregó.

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