BIRMANIA: Continúa persecución de opositores

Las noches ya no son lo mismo para un monje budista de 45 años que vive en un monasterio en el área de Myay Ni Gone, cerca del corazón de esta ciudad de Birmania. Tampoco lo es el sueño.

"Vivo con temor cuando oscurece. No puedo dormir pensando que los soldados irrumpirán otra vez, durante la noche", dijo, mientras daba su caminata matutina por una calle de Rangún, mirando con suspicacia a su alrededor.

"Me siento inseguro cuando veo soldados o policías antimotines. Pienso que me van a golpear como a los otros monjes. Tengo miedo de que me arresten", agregó.

Es un sentimiento que comparten muchos birmanos en estos días, no sólo los reverenciados monjes budistas.

"Cuando hablamos con otra gente fuera de nuestras casas lo hacemos en susurros. Nos miramos con sospecha", dijo un hombre de 30 años que tiene un pequeño negocio en otra zona de esta ciudad.
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Esta sensación de vulnerabilidad contrasta con la euforia mostrada la semana pasada por las decenas de miles de personas que, lideradas por los monjes, marcharon en protestas de una magnitud inédita en Birmania en los últimos 20 años. Las personas que estaban en las veredas y los balcones de los edificios aplaudían y los alentaban.

Pero luego comenzó la represión. El ejército, la policía antimotines y milicias organizadas por el gobierno usaron balas y bastones para silenciar a los monjes y civiles que expresaron su ira por las penurias económicas y la permanencia de la junta militar en el poder.

En el fin de semana, Rangún tenía el aspecto de una ciudad ocupada, con tropas en las cercanías de las pagodas, los edificios públicos y las esquinas.

Para la junta fue suficiente demostrar que había recuperado el control de las calles en coincidencia con la llegada del enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ibrahim Gambari.

El diplomático comenzó el sábado una visita de cuatro días. Se reunió con el hombre fuerte de la junta, general Than Shwe, y con la líder de la oposición democrática, Aung San Suu Kyi, quien se encuentra bajo arresto domiciliario.

Gambari le comunicó a los generales el malestar de la comunidad internacional por la sangrienta represión de las protestas pacíficas.

Pero es claro que la junta no tiene intenciones de ceder. El ministro de Relaciones Exteriores, Nyan Win, dijo esta semana ante la Asamblea General de la ONU que la "normalidad" había retornado al país.

"La situación no se hubiera deteriorado si las protestas iniciales de un pequeño grupo de activistas contra el aumento en el precio de los combustibles no hubiera sido explotada por oportunistas políticos", afirmó.

También dijo que las tropas habían actuado "con la mayor moderación" frente a la "provocación" de los manifestantes.

Cuando Gambari dejó Birmania, las autoridades se dedicaron durante dos días a arrestar vecinos y trabajadores de las áreas donde se realizaron las protestas, incluidos los alrededores de las pagodas de Shwedagon y Sule. Los monjes budistas no fueron inmunes ante las detenciones.

"La situación empeoró esta semana. Las tropas y la policía se movilizan con las fotos de las personas que están buscando", dijo a IPS, en Bangkok, Soe Aung, portavoz para relaciones exteriores del Consejo Nacional de la Unión de Birmania, un grupo político opositor.

"Están amenazando a muchos a los que consideran participantes en las protestas", agregó.

Incluso los propietarios de comercios que se encuentran en las calles por las que marcharon los manifestantes fueron amenazados, dijo a IPS Zin Linn, director de Información del Gobierno Nacional de Coalición de la Unión de Birmania, que fue electo democráticamente y forzado al exilio por los militares.

Los arrestos de esta semana siguen a los de unos 700 monjes y civiles detenidos durante las protestas, incluido un niño de 13 años que estaba cerca de la entrada de la pagoda de Shwedagon. Los monjes fueron sacados de sus monasterios en incursiones militares nocturnas.

Los detenidos de esta semana fueron clasificados en tres grupos: los manifestantes y sus líderes, los que mostraron su apoyo, incluidos quienes aplaudieron mientras los monjes marchaban, y los que estaban en la zona de las protestas y fueron testigos de la represión. Incluso un miembro de la delegación de la ONU fue encarcelado.

Los detenidos están en Mingalardon, área en las afueras de Rangún que tiene una gran base militar, y en el Instituto Tecnológico, en el norte de la ciudad.

En este último, el jueves, unos 20 soldados y policías custodiaban una gran estructura, recién pintada y con el aspecto de un depósito. Desde la distancia, aparentaba tener pocas ventanas y ventilación. Se cree que unas 1.700 personas están detenidas en ese lugar.

Las detenciones alteraron la vida de la ciudad. Hay pocos monjes en las calles realizando el ritual matutino que era común: caminar en fila buscando almas que llenaran sus tazones.

En una casa de Rangún era común alimentar a nueve monjes cada día. Luego de los arrestos, sólo uno reanudó esa práctica habitual.

(FIN/IPS/traen-jsp/mmm/rdr/ap wd ip hd cr cs/07)

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