América Latina y el Caribe tienen tanta superficie terrestre como marina. Pero mientras más de 10 por ciento del territorio está protegido, la proporción de mares en esa condición no llega a uno por ciento.
"Si América Latina pretende ser líder mundial en áreas protegidas, le queda una asignatura pendiente: el mar", dijo a Tierramérica la tunecina Imène Meliane, del Programa Marino Global de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN).
"La región tiene los mares más productivos del mundo, pero vive de espaldas a ellos. Una dice 'América Latina' y piensa en montañas y selva mucho más que en el mar, las ballenas o los tiburones", describió esta experta residente en Costa Rica.
La entrevista se realizó en un alto de los talleres de áreas marinas protegidas del II Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y Otras Áreas Protegidas, celebrado entre el 30 de septiembre y el 6 de octubre en Bariloche, 1.600 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires.
Según un compromiso asumido por la comunidad internacional en la Cumbre de Desarrollo Sustentable realizada en 2002 en Johannesburgo, para 2012 las áreas marinas protegidas deben conectarse en redes, para volver más efectiva la conservación de los recursos naturales.
Además, el Congreso Mundial de Parques realizado en 2003 en la oriental ciudad sudafricana de Durban, recomendó colocar bajo régimen de protección al menos 10 por ciento de los océanos, también para 2012.
"En América Latina no llegamos a uno por ciento de áreas marinas protegidas, y si quitamos el área de conservación en torno del archipiélago de Galápagos (Ecuador), la más grande de la región, no nos queda casi nada", advirtió Meliane.
El dato contrasta con la extensión de la superficie terrestre protegida, que se duplicó en la última década y supera 10 por ciento del total. "Hay unas 300 áreas marinas protegidas, la mayoría en el Caribe, contra 4.000 terrestres", remarcó.
"Brasil tiene un buen número, pero Argentina apenas va a crear la primera" en la austral provincia de Chubut. De la experiencia latinoamericana, Meliane citó a Chile, donde hay una veintena de áreas de manejo compartido por diferentes actores.
"Los pescadores suelen tener una mentalidad de corto plazo, por eso es interesante una experiencia pionera del Estado chileno que los involucró, otorgándoles el manejo conjunto de áreas donde la pesca está regulada", destacó.
Georgina Bustamante, científica cubana de la Red y Foro de Áreas Marinas Protegidas del Gran Caribe, explicó a Tierramérica que muchas especies requieren espacios amplios para su reproducción.
"Hay que coordinar medidas de manejo entre los países", recomendó. La red vincula a científicos y encargados de áreas marinas protegidas, pero no tiene representación gubernamental.
En Bariloche se presentó el Corredor Marino de Conservación del Pacífico, una iniciativa de los gobiernos de Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá que incluye a Galápagos, la Isla del Coco en Costa Rica y otros archipiélagos.
La idea es establecer un sistema de gestión conjunta para la conservación y el uso sostenible de las áreas marinas protegidas de esos países.
Pero aun en estos casos que están "a la vanguardia" en la formación de redes de conservación, los obstáculos son múltiples, según Bustamante.
Por ejemplo, la falta de voluntad de los gobiernos, la presión del turismo y la pesca y la escasa difusión de la importancia de proteger los recursos más allá de los límites nacionales.
El gerente de Áreas Silvestres Protegidas del Ministerio de Ambiente de Costa Rica, Marco Araya, explicó a Tierramérica que en su país la falta de recursos pone en cuestión la conservación de la Isla de Coco.
"Muchos se preguntan por qué hay más áreas terrestres que marinas. Para nosotros, proteger la Isla de Coco cuesta 10 veces más que un área protegida en tierra", aseguró.
Costa Rica es la única en la región que no tiene un cuerpo equivalente a la marina de guerra, que preste apoyo logístico para preservar el mar de la isla del Pacífico, situada 500 kilómetros al oeste del continente.
"A veces dejamos lanchas varadas por falta de repuestos. Tenemos que recurrir a organizaciones no gubernamentales para repararlas o a barcos privados para que nuestros guardaparques vayan a la isla", dijo.
La Isla del Coco, que recibe anualmente entre 3.500 y 4.000 turistas, constituye un sitio único por su diversidad natural, cantidad de especies autóctonas y aislamiento.
Pese a estas dificultades comunes, el biólogo argentino Claudio Campagna, de la Wildlife Conservation Society, propuso preservar el Atlántico sudoccidental más allá de la zona económica exclusiva.
"Queremos crear un 'área oceánica protegida' en alta mar, en la cuenca abisal donde existe una gran diversidad de recursos", dijo, al anunciar que científicos de varias instituciones de conservación trabajan con ese propósito.