El caso de una estudiante de origen húngaro que denunció haber sido atacada por xenófobos eslovacos se convirtió en símbolo de los persistentes enfrentamientos entre estos dos países vecinos de la Unión Europea (UE).
A Eslovaquia y Hungría les está resultando especialmente difícil superar ciertas rencillas históricas, sobre todo en los últimos tiempos debido a discrepancias en cuanto a cómo manejar el extremismo del lado eslovaco.
Hedviga Malinová dijo que fue atacada por hablar húngaro —su lengua materna— en agosto de 2006, meses después de que el primer ministro Robert Fico llegara al poder a través de una alianza con fuerzas populistas y de extrema derecha.
La investigación policial concluyó que la estudiante había inventado la historia, y la muchacha fue acusada de dar falsa evidencia, un delito que se castiga con hasta cinco años de prisión.
El Partido Nacional Eslovaco (SNS) llegó a argumentar que el incidente protagonizado por la estudiante había sido orquestado por fuerzas políticas húngaras en Eslovaquia y en el exterior.
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Sin embargo, en mayo se suicidó el hombre que había presentado una demanda penal contra la estudiante, y un mes después otro hombre, alegando conocer a uno de los atacantes, se presentó a declarar que la muchacha realmente había sido objeto de una golpiza.
Malinová asegura que prestó su testimonio bajo el efecto de sedantes, en presencia de extraños y bajo presión y amenazas, pero su apelación contra los cargos presentados contra ella y su acusación de que el poder judicial eslovaco es responsable de varias violaciones de procedimiento hasta ahora no fueron atendidos.
A fines de julio, oficiales de la policía comenzaron a admitir que la joven realmente podría haber sido víctima de un ataque físico. El jefe de policía, Ján Packa, sostuvo entonces que el incidente no había sucedido "del modo en que ella lo describió".
Ya en septiembre de 2006, el ministro del Interior, Robert Kalinák, había explicado que el proceso penal se interrumpió porque no había dudas en cuanto a que "el incidente no ocurrió".
Kalinák no es el único político que comprometió su posición. El 21 de agosto, el ex investigador de la policía Jozef Sátek presentó una demanda contra Fico, Kalinák y Packa por abuso de la función pública en el caso de la estudiante.
Los funcionarios son acusados de haber procurado y difundido información sobre el caso para presionar a las agencias de aplicación de la ley.
El primer ministro eslovaco enfrenta otras cinco demandas penales vinculadas con la investigación, pero Fico alegó que el caso fue pergeñado para derrocar a su gobierno, y amenazó con demandar a sus oponentes por difamación.
El 13 de este mes, el fiscal general eslovaco, Dobroslav Trnka, admitió que durante la investigación se cometieron errores y prometió mejorar el procedimiento.
Durante meses, organizaciones de derechos humanos insistieron en que el caso de Malinová estuvo plagado de violaciones de procedimiento, pero Lubomír Kopecek, politólogo de la Universidad de Masaryk, en la sudoriental ciudad checa de Brno, sostuvo que el caso se había complicado porque representa "otra típica lucha entre húngaros y eslovacos".
"Es una cuestión muy simbólica. La razón principal por la que el caso está en el tapete es que la estudiante es húngara", dijo a IPS.
En una inusual muestra de unanimidad, las fuerzas políticas húngaras exigen un juicio justo, mientras Budapest insistió en sus críticas a la alianza de Fico con grupos extremistas.
Eslovaquia reaccionó duramente, y acusó a Hungría de cuestionar su independencia legal y de interferir groseramente en sus asuntos internos. La reciente aparición de un grupo paramilitar de extrema derecha en Hungría también dio a Bratislava la oportunidad de criticar a Budapest por su mal manejo del extremismo.
En un intento por despejar el ambiente luego de un año de tensión, Fico y el primer ministro húngaro Ferenc Gyurcsány se reunieron en junio por primera vez. En esa ocasión prevaleció el pragmatismo, mientras los países discutían la construcción de carreteras y puentes. Hungría es el quinto socio económico más importante de Eslovaquia y el sexto mayor inversor en ese país.
Sin embargo, las tensiones no se evaporaron. El 14 de julio, un intento de iniciar una asociación civil de ciudadanos de origen húngaro para promover el debate en torno a la autonomía pronto enfrentó problemas legales.
Dusan Caplovic, viceprimer ministro a cargo de asuntos de las minorías, llamó a la organización "irredenta", y el ministro eslovaco del Interior le negó el registro alegando que era de naturaleza política.
La autonomía ha sido una histórica demanda de la comunidad húngara. El Partido de la Coalición Húngara (SMK) se pronunció a favor de abrir un debate sobre varias formas de autodeterminación, pero en Eslovaquia no hay otro tema tan explosivo.
Eslovaquia tiene una histórica minoría húngara de 500.000 personas, que constituyen alrededor de 10 por ciento de la población.
En su mayoría, el público eslovaco ve con sospechas los reclamos de autonomía de la comunidad húngara, viendo en sus integrantes un primer paso hacia la anexión de Eslovaquia meridional por parte de Hungría.
Las acciones de la asociación llevaron a Fico a declarar que le gustaría que Eslovaquia fuera hogar "para la nación eslovaca y las minorías leales", palabras que fueron rápidamente condenadas, no solamente por representantes de la comunidad húngara, sino también por la alemana y la italiana.
Esto no impidió que Fico anunciara, el 3 de agosto, que exigiría el conocimiento del idioma eslovaco en todas las comunicaciones oficiales en territorio eslovaco, un paso que contradice la Carta Europea para los Idiomas Minoritarios, de la que Bratislava es signataria.
Fico también rechazó una propuesta del SMK que sugirió que tanto el parlamento húngaro como el eslovaco deberían disculparse mutuamente por los errores del pasado.
La historiografía eslovaca y la húngara se enfrentan en torno a varios acontecimientos. A la mayoría de los eslovacos les molesta el dominio que ejerció Hungría sobre su territorio, mientras que los húngaros tienden a condenar a sus vecinos por la manera en que han tratado a una minoría húngara que ha estado bajo jurisdicción eslovaca durante la mayor parte del siglo XX.
"Las relaciones son frías, y la presencia de fuerzas extremistas en el gabinete no ayuda. Pero ambos países son miembros de la UE y ya no son posibles las relaciones fuertemente antagónicas. Tendremos que esperar un par de años para ver cambios", dijo Kopecek a IPS.