La violencia, la corrupción y la pobreza generalizada que marcan las más de tres décadas de independencia de las cinco ex colonias portuguesas de África y el lustro del asiático Timor Oriental han sido los mayores escollos para su desarrollo, pero no los únicos.
La llamada fuga de cerebros es otra angustiante pesadilla, que lenta pero inexorablemente carcome las vías hacia el progreso y el bienestar de las poblaciones de Guinea-Bissau, independiente desde 1974, de Angola, Cabo Verde, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, emancipados desde 1975, y Timor Oriental, desde 2002.
Los luso-africanos muchas veces hasta sacrifican el estatuto profesional con que cuentan en sus inestables países para construir sus vidas en el pacífico Portugal, aunque esto se traduzca en dejar de lado su grado de formación técnica o académica para aventurarse en oficios aprendidos de prisa.
Sin embargo, la mayoría de los que permanecen en sus países de origen acceden al mercado profesional de empleo tras haberse graduado en universidades lusas merced a las becas ofrecidas por el Instituto Portugués de Apoyo al Desarrollo (IPAD) a sus seis ex colonias.
No existen "estadísticas rigurosas que nos permitan ser exactos, pero tenemos la idea fundada de que los nacionales de Angola, Cabo Verde y Mozambique regresan a sus países en proporción aceptable, lo cual no ocurre con los otros tres", explicó a IPS el presidente del IPAD, Manuel Correia.
Debido a que ésta es una de las responsabilidades del país solicitante, "el IPAD acaba por no tener datos concretos acerca de esa problemática", apuntó el presidente de la institución, dependiente de la Secretaría de Estado de Cooperación de la cancillería de Portugal.
No obstante, "a pesar de no existir un mecanismo que permita controlar el retorno, constituye un elemento obligatorio para la correcta postulación de una candidatura que cada becado presente una declaración jurada de que se compromete a regresar a su país de origen el terminar sus estudios", aclaró por su parte Anabela Toscano, jefe de la División de Becas del IPAD.
El IPAD ya no ofrece becas indiscriminadamente, para así evitar esta permanencia en Portugal o la fuga de cerebros, que muchas veces tiene como meta otros países europeos, Estados Unidos, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, lo cual acaba por afectar al desarrollo de los cinco estados africanos y de Timor Oriental en lugar de promoverlo.
"Nuestra intervención política en cuanto a becas es acabar con las de liceo secundario y reducir las de licenciaturas universitarias, pero, en cambio, reforzar las de maestría y de doctorado", apuntó Correia.
Esta fórmula "disminuye el tiempo de permanencia en Portugal y, a la vez, estamos también ofreciendo becas de profesionalización, o sea que continuamos pagando por seis meses o hasta un año siempre que el alumno pruebe que está trabajando en su país de origen en una institución que después le garantice su sueldo", añadió el presidente del IPAD.
Consultado sobre los proyectos existentes en las ex colonias portuguesas, Correia explicó que "hay una apuesta muy fuerte al fortalecimiento de las universidades de esos países, tanto a nivel de licenciatura como en los cursos de maestría y de doctorado, con el fin de reforzar los sistemas de docencia y de investigación".
El caso de Timor Oriental fue destacado por Toscano como el de menor retorno de los seis países beneficiarios. Entre 2001 y 2006, sólo 55 de los 127 estudiantes becados por el IPAD que se licenciaron en Portugal regresaron a la ex colonia insular ubicada entre Australia y el archipiélago indonesio.
Empero, el problema de la fuga de cerebros no sólo afecta a las ex colonias portuguesas sino que se ha generalizado en todo el Sur en desarrollo en lo que el director de la revista mensual África 21, Jõao Matos, describe como el "apartheid planetario".
"Nicolas Sarkozy, un descendiente de emigrantes húngaros que llega a la presidencia de Francia, una de las democracias más antiguas del mundo, preguntó hace poco tiempo durante una visita a Senegal si se podría considerar normal que haya más médicos de Benín en Francia que en ese país", relató el escritor angoleño radicado en Lisboa.
Matos recordó que Sarkozy opinó en la oportunidad que "África necesita de sus elites, porque el día que todas ellas estuviesen en Francia ¿quién se va a ocupar del desarrollo de Senegal?".
El entonces anfitrión de Sarkozy, el presidente Abdoulaye Wade, le respondió que no estaba interesado en que estudiantes de su país reciban becas "para después levantar vuelo a Francia".
Sin embargo, estas declaraciones del mandatario francés, de amplia repercusión internacional, fueron según Matos "de dudosa sinceridad", porque dice no creer que "Sarkozy prescinda de los médicos de Benin que están en Francia y lo que en verdad él no quiere son los pobres y miserables provenientes principalmente de África".
Matos relaciona la situación actual de su continente con "los males de la esclavitud y del colonialismo europeo sobre los pueblos africanos, hechos que están todavía por evaluarse completa e integralmente".
La precariedad económica de la mayoría de los países africanos "es en gran parte consecuencia de la rapiña de los recursos de ese continente, llevada a cabo hasta hoy por Occidente, comenzando por su principal recurso, la gente, llevada en millones para los parajes lejanos a los que ayudaron en su desarrollo mediante el trabajo esclavo", acota el escritor.
A modo de ejemplo, Matos recomienda la lectura de un extensa investigación que el profesor angoleño Jonuel Gonçalves, residente en Río de Janeiro, publica en el último número de África 21 bajo el título "Negros y mestizos en la América Latina de hoy".
En su trabajo, Gonçalves apunta que América Latina "es la región con más alto grado de mestizaje, tanto del punto de vista biológico como cultural", debido a que "fue el destino del mayor flujo de esclavitud de toda la historia, y la forma cómo ese tráfico fue abolido dejó fuertes marcas que hasta hoy perduran".
En América Latina "no existió ningún programa consistente de apoyo a la inserción social de los ex esclavos, creándose un cuadro de pobreza y de analfabetismo que, con mayor o menor intensidad, se prolongó por las generaciones sucesivas", apunta Gonçalves.
Según el articulista, una de las características de las estructuras de las sociedades latinoamericanas que demuestran esto "es la débil representatividad de los descendientes de esclavos, negros o mestizos en los centros de decisión".
"Brasil es uno de los casos más notorios, pese a que se trata del segundo país con mayor población de negros y descendientes del mundo, al representar por los menos 45 por ciento de los 188 millones de sus habitantes, sólo superado por Nigeria", con una población de 131 millones de personas, indica Gonçalves.
A renglón seguido, recuerda que Cuba, "otro de los grandes destinos del tráfico de esclavos durante tres siglos, presenta características del mismo tipo", porque, pese a la revolución de 1959 y al socialismo que hasta hoy perdura, "el número de negros en los órganos dirigentes permanece muy reducido".
Empero, Matos reconoce que los propios africanos no están "libres de culpas", porque después de las independencias fueron incapaces de convertir a los países ya emancipados del poder colonial en "buenos lugares para vivir, empezando por nuestros propios ciudadanos, en especial los más jóvenes".
Como muestra, recuerda "el auto-racismo destructivo" del que habla Kofi Annan, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas de 1997 a 2006, así como "nuestra tolerancia con los tiranos africanos".
El director de la revista cita al intelectual angoleño Arlindo Barbeitos, quien con frecuencia ha deplorado que África reproduzca "las mismas ideas y modelos aplicados por los poderes coloniales, como el racismo, sólo que esta vez al contrario".
Matos concluye manifestando su concordancia con Agostinho Neto (1922-1979), el primer líder de la insurrección contra Portugal, considerado el padre de la patria y primer presidente da Angola (1975-1979): "África no puede continuar siendo un pedazo de carne donde cada uno viene a dar su mordisco". *****