Los choques entre soldados y monjes budistas de Birmania que se sumaron a las protestas iniciadas el mes pasado, cuando la dictadura militar dispuso un repentino encarecimiento del combustible, agravaron esta semana la tensión política.
Varios monjes desafiaron abiertamente el jueves a la junta militar birmana en la central ciudad de Pakokku, con la quema de cuatro automóviles pertenecientes a autoridades locales.
"Los monjes de un gran monasterio de Pakokku están furiosos con el régimen militar", dijo a IPS desde el norte de Tailandia Than Win Htut, productor de la Voz Democrática de Birmania, cadena de radio y televisión de birmanos en el exilio con sede en Oslo.
La ira dirigida contra la junta, conocida por su régimen de mano dura, explotó por primera vez el miércoles entre soldados y monjes de Pakokku, unos 500 kilómetros al norte de Rangún.
Por primera vez desde que comenzaron las protestas contra el aumento en los precios de los combustibles, varios soldados disuadieron a tiros una protesta de más de 300 monjes.
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"Los monjes iniciaron una marcha desde su monasterio y fueron vivados por miles de personas mientras avanzaban hacia la ciudad", indicó Than Win Htut. "Los soldados sacaron a rastras a unos 10 de ellos, los ataron a postes de electricidad y los golpearon con palos de bambú."
En declaraciones a Voz Democrática, uno de los monjes atribuyó la participación de sus pares en la protesta al alza de precios, un golpe en el estómago para el clero al igual que para el resto de la población de ese atribulado país de Asia sudoriental.
"No podemos sentarnos de brazos cruzados y ver cómo nuestra gente se hunde en la pobreza. Su pobreza es la nuestra", señaló el monje entrevistado.
Más de 85 por ciento de los 47,3 millones de habitantes de Birmania son budistas y, la subsistencia de monjes, monasterios y templos depende de la ayuda y las donaciones de la población.
La ayuda incluye su alimentación. La gente les da comida cuando cada mañana ellos recorren las comunidades con sus platos vacíos.
En Birmania se practica el budismo theravada, al igual que en Camboya, Sri Lanka y Tailandia, entre otros países. La otra gran doctrina es la mahayana, predominante en Tibet y gran parte de Asia nororiental.
En la última semana de agosto, unos 150 monjes protestaron en el noroccidental estado de Arakan, ciudad alberga a la segunda mayor comunidad de monjes budistas. Viven allí unos 10.000 religiosos. La mayor comunidad está en la cercana ciudad de Mandalay.
"Esto puede desatar la reacción de los monjes en otros lugares, los puede obligar a salir y manifestarse", advirtió Win Min, especialista en asuntos birmanos de la Universidad de Chiang Mai, en el norte de Tailandia.
"El malestar puede propagarse pues la comunidad budista tiene una red estrecha, en especial en los alrededores de Pakokku", indicó.
El clero budista es "la institución más organizada después del ejército birmano", explicó Win Min. "Ha sido un actor influyente en la sociedad y ahora puede volver a serlo."
La historia birmana tiene varios testimonios de ello.
El clero budista desempeñó en tiempos antiguos un papel central como asesor y guía de la política nacional en las cortes reales. Cuando Birmania pasó a ser colonia británica, los monjes estuvieron a la vanguardia del movimiento contra el imperialismo occidental.
Su activismo político prosiguió aun después de la independencia, cuando el país estuvo gobernado por sucesivas dictaduras tras el golpe de Estado de 1962.
Entre los últimos ejemplos de ello figura el papel desempeñado por los monjes en el levantamiento a favor de la democracia de 1988, brutalmente aplastado por los militares.
"Muchos monjes que participaron en las manifestaciones fueron asesinados a tiros", relató Bo Kyi, ex preso político presente en esa protesta pacífica contra la dictadura.
Algunos religiosos fueron golpeados y despojados de sus ropas, apuntó.
"Todavía hay 90 detenidos por su actividad política de esa época. Forman parte de (los más de 1.100) presos políticos" de Birmania, añadió.
La comunidad budista también fue víctima de otra brutal ofensiva en agosto de 1990, cuando protestaban por la negativa de la junta a reconocer los resultados de las elecciones parlamentarias realizadas unos meses antes.
La opositora Liga Nacional por la Democracia, liderada por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, en prisión domiciliaria, aplastó al partido favorable al régimen en los primeros comicios realizados en casi 30 años.
Y ahora, las manifestaciones contra el aumento en los precios de los combustibles, que se elevaron en 500 por ciento de un día para otro, no parecen tener fin, pese a los duros métodos de represión empleados por la junta.
Hasta lo sucedido en Pakokku, el régimen militar mantuvo a los soldados a raya, aunque soltó matones para reprimir las protestas.
Parte de esa estrategia, según los analistas, tiene el objetivo de evitar que afloren recuerdos de la brutal represión del levantamiento popular de 1988 a manos del ejército.
El enfrentamiento de Pakokku marca un cambio de estrategia por parte de la junta que recurre una herramienta conocida: soldados armados. El miércoles, la junta encargó a dos regimientos desintegrar la manifestación de los monjes que protestaban en paz cantando.
"La situación puede empeorar", advirtió Debbie Stothard, de la Red Alternativa de la Asean sobre Birmania, "Puede comenzar un periodo de política suicida."
La Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) está integrada por Birmania, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia y Vietnam.
"Los monjes adoptaron una actitud muy provocadora. Están reafirmando la obligación moral que tienen de contribuir al bienestar de la población", señaló, y añadió que si se suman más religiosos a las protestas, se pondrá de manifiesto la forma gradual en que "el ejército pierde el control de la situación".