Los expertos y activistas que participan en el Octavo Congreso Internacional sobre Sida en Asia-Pacífico, que concluirá este jueves en la capital de Sri Lanka, lanzaron un mensaje esperanzador: las perspectivas sobre el control de la pandemia son buenas.
La fuente de ese optimismo es que esta región, la más populosa del mundo, muestra una tasa de contagio con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, relativamente baja a pesar de la pobreza y la discriminación.
El Congreso en Colombo reúne a unos 2.500 participantes de 70 naciones, que evalúan el estado actual de la pandemia, comparten experiencias y buscan medidas para contener su propagación.
Académicos, infectólogos, activistas y portadores del virus o enfermos de sida participan en las discusiones.
El presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapakse, mencionó ante el Congreso entre los motivos de optimismo de la región la alta tasa de alfabetización en algunos países, programas sociales y de prevención y una creciente toma de conciencia han contribuido para contener la difusión de la enfermedad.
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«A simple vista, parece que no existe amenaza», dijo. Pero «una baja tasa de prevalencia no es sinónimo de ausencia de riesgo», advirtió, al referirse al caso de Sri Lanka.
Según las estadísticas oficiales, apenas 0,1 por ciento de los 20 millones de habitantes son portadores de VIH, con 886 casos detectados a junio de este año. Otras estimaciones indican, sin embargo, que a fines de 2005 había unos 4.500 infectadas.
«Sin importar lo bajo que resulte este porcentaje, en el contexto internacional de esta gran amenaza, no podemos felicitarnos entre nosotros. Una sola víctima es demasiado», dijo Rajapakse.
Sri Lanka, agregó, «no sufrirá una epidemia generalizada, aunque muestra todos los factores que normalmente conducen a un fuerte aumento en el número de víctimas de sida».
«El desafío que nos plantea la pandemia del VIH/sida es tan grande que nosotros, como líderes políticos, debemos darle la máxima prioridad, porque negar la crisis tendría serias consecuencias en el desarrollo económico, el progreso social y el futuro de nuestras sociedades», indicó Rajapakse.
La voluntad política es un «elemento vital» para combatir la pandemia en Asia-Pacífico, coincidieron en señalar el director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida), Peter Piot, cuyo mensaje fue leído por la vicedirectora Deborah Langley, y el presidente del Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, Michel Kazatchkine.
«Una estrategia concentrada exclusivamente en un enfoque médico no es adecuada para tratar la pandemia del VIH/sida», advirtió Langley en conferencia de prensa.
La funcionaria agregó que dada la relativamente baja prevalencia de casos en Asia-Pacífico, los países de la región deben concentrar sus esfuerzos en mantenerlos en esos niveles, ofrecer tratamiento a quienes lo necesitan y fortalecer sus sistemas de salud.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2,8 y 9,8 millones de personas estaban infectadas con el virus en Asia en 2006. En ese año, entre 140.000 y 610.000 muertes se debieron a enfermedades relacionadas con el sida.
Asimismo, la OMS indicó que el número de portadores tratados con antirretrovirales se triplicó desde 2003, alcanzando un total de 235.000 en junio de 2006, es decir 16 por ciento de los infectados que necesitan este tipo de medicación en toda Asia.
La presidenta de la organización no gubernamental Lanka Plus, Princey Mangalika, ella misma portadora del VIH, detalló los problemas que deben superarse para que la región alcance el éxito en la lucha contra la pandemia.
Mangakila llamó la atención sobre el déficit de hospitales aptos para el tratamiento de pacientes con VIH/sida en Sri Lanka y reclamó que se aumente la disponibilidad de tratamientos gratuitos, especialmente en áreas rurales. «Estos problemas son comunes en Asia y los gobiernos deben implementar mejores programas», dijo.
El estigma derivado de padecer la enfermedad y la discriminación, que alcanza niveles muy elevados en Asia, es otro aspecto que requiere atención. Los expertos resaltan que esas actitudes contribuyen a la expansión de la pandemia, debido a que la gente evita realizarse los análisis para eludir el ostracismo social.
También destacaron la importancia de concentrar esfuerzos en los grupos más vulnerables, como los inmigrantes y las mujeres casadas.
Las mayores facilidades para viajar, por ejemplo, alentaron el movimiento de personas que, en busca de empleos mejor pagados, emigraron dejando a sus familias en el país de origen. Esto contribuye a la difusión de la enfermedad, pues muchos hombres tienen sexo no seguro con prostitutas y contagian a sus esposas al regresar a sus hogares.
Asimismo, alrededor de 60 por ciento de las personas que emigran de Filipinas y Sri Lanka son mujeres, lo que las coloca en una situación de alto riesgo.
Langley destacó algunas tendencias positivas en la lucha global contra la enfermedad en la última década. En 1996, se destinaron 250 millones de dólares para combatir el VIH/sida, mientras que en 2007 se estima que se invertirán 10.000 millones de dólares en países de bajos y medianos ingresos.
Pero aún se está lejos de los 18.000 millones necesarios para responder al desafío de la pandemia, indicó.
Langley remarcó que los países deben conocer los aspectos demográficos de la enfermedad. Más allá de los promedios nacionales, se deben conocer las tendencias de prevalencia en algunas regiones específicas o entre determinados grupos de población.
Por ejemplo, 46 por ciento de las nuevas infecciones con VIH en Tailandia y 39 por ciento en Camboya se registran entre mujeres casadas. «A veces, aumentan los casos en grupos que pensábamos que eran de bajo riesgo», indicó la funcionaria de Onusida.
*TerraViva es una publicación independiente de IPS
