El crecimiento económico de América Central no es acompañado por una distribución justa, según Luis Alberto Cordero, director de la Fundación Arias para la Paz, para quien la ostentación de riqueza provoca frustración en los que no tienen nada, que a veces se traduce en violencia.
Cordero es un abogado costarricense de 54 años que desde 2003 está al frente de la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, que desde 1987 trabaja por el desarrollo en América Central. Entre 1996 y 2000 fue director del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.
En la cumbre centroamericana de este miércoles en Nicaragua, Cordero será el encargado de entregar a los mandatarios un documento con recomendaciones para tratar de "superar buena parte de los rezagos" que sufre la región, una suerte de Esquipulas III en referencia a la firma del acuerdo de paz pactado hace 20 años en esa ciudad guatemalteca.
IPS: —¿Cuál es su valoración de Esquipulas II 20 años después?
Luis Alberto Cordero: —Positiva y optimista. El fortalecimiento de instituciones democráticas, la celebración periódica de elecciones con resultados que se respetan. América Central, en materia de participación, mantiene promedios altos, de 70 a 75 por ciento del padrón. Pero no ha sido así para el sistema de partidos políticos, con mucho clientelismo en la mayoría de los países. También la corrupción ha erosionado la confianza, y le falta independencia al Poder Judicial.
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—¿Qué retos hay pendientes?
—Seguimos manteniendo aparatos militares muy costosos, (que totalizan un presupuesto en la región) de 2.400 millones de dólares. Sigue siendo inaceptable, a pesar de la sostenida disminución de recursos. Otro elemento es que América Central recibe anualmente cerca de 6.000 millones de dólares en remesas (de dinero enviadas por sus emigrantes), pero ni el Estado ni la iniciativa privada hacen nada para sacar réditos de esa inversión. En seguridad sustituimos el conflicto armado (interno) por una lucha que es también armada, pero no de carácter político, como es la inseguridad y la presencia del crimen organizado. Esa violencia social convierte especialmente a las mujeres en sus principales víctimas. Hay que cambiar los modelos, poner énfasis en la prevención, no en la represión, pues las políticas de mano dura son un total fracaso.
—Para eso hace falta mucha inversión social. ¿Hay dinero?
—Sí, pero también hace falta mucha más inteligencia en la asignación del gasto. Hay que aumentar la carga tributaria —apenas pagamos impuestos— o atraer inversión extranjera, y para ello se necesita un clima propicio para generar empleo. El reto democrático no es sólo el fortalecimiento de las instituciones, sino también la superación de la pobreza. El crecimiento económico ronda el seis y siete por ciento, pero el problema es la distribución, ya que es enorme la concentración de riqueza en muy poca gente, y con ostentación, lo cual provoca frustración en los que no tienen nada, que a veces se traduce en violencia.
—Con Esquipulas II se creó el Parlamento Centroamericano (Parlacen), pero Costa Rica se quedó fuera. ¿Debe entrar o es necesario buscar una nueva fórmula?
—Es una institución que tiene que replantearse. Haber propuesto un parlamento siguiendo el modelo europeo fue una buena idea, pero su implementación fue un total fracaso. A la luz de un acuerdo comercial con Europa, conviene replantearse un instrumento regional verdaderamente efectivo. Este acuerdo y el Cafta (las siglas en inglés de Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos con cinco países de América Central y República Dominicana) harán muchas más contribuciones a la integración que lo que ha hecho el Parlacen.
—En el Parlacen, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, criticó en marzo que fuera el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, quien ganó el premio Nobel de la Paz en 1987, en lugar de José Napoleón Duarte, mandatario de El Salvador de 1984 a 1986 y también partícipe activo de los acuerdos de Esquipulas. ¿Qué piensa de esto?
—Respetamos la expresión del presidente Ortega. Me parece que es una lectura poco cuidadosa de la coyuntura en que se dio el acuerdo. En abril en España, fue muy triste que el embajador de Nicaragua dijera que Esquipulas fue un total fracaso. Fue no sólo una expresión poco afortunada, sino totalmente desalineada de la realidad. Ciertamente fue un esfuerzo conjunto de los presidentes firmantes, pero la idea original es de Arias. La perseverancia para mantener la negociación activa también fue suya, el punto aglutinador siempre fue Arias.
—En Managua, usted señaló la intención de celebrar un nuevo acuerdo en el plazo de 120 días desde este martes. ¿Cuáles serían los principales ejes?
—Queremos proponerles a los presidentes que, como resultado de un documento que les vamos a entregar este miércoles, se reúnan en torno al mismo. Se plantean unas recomendaciones en democratización, seguridad y desarrollo económico y social. Ahí están descritas tareas pendientes en la región. Permitirían, en distintos plazos, superar buena parte de los rezagos. Si eso se puede llamar Esquipulas III a mí no me molesta, yo no le puse nombre, hablé de la agenda pendiente.
—¿Han comprendido la ausencia de Ortega en esta cumbre? ¿Esperan que sí esté en Esquipulas III?
—La única razón por la que se trasladó del martes 7 (fecha del aniversario) a este miércoles fue porque el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, recibe a su par de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Y para no fallar a la celebración, pidió la postergación. Ese día, Lula estará en Nicaragua. Si Ortega hubiera querido venir a Costa Rica, habría podido pedir también cambiar el día de la cumbre para este jueves. Ciertamente no quiere venir.
—¿Piensa que no quiere continuar con este proceso?
—Es inevitable, ningún presidente centroamericano se puede sustraer de los problemas comunes. Creo que es un asunto de tiempo, nada más. Ninguno de nuestros países tiene voz ni peso en el contexto internacional. O jalamos parejo como región o no vamos a ningún lado. Tengo la esperanza de que supere esas diferencias a las que no encuentro fundamento, y se sume a una serie de intereses comunes.