La última evaluación de las agencias de inteligencia de Estados Unidos sobre la amenaza de la red terrorista Al Qaeda renueva las dudas sobre la invasión a Iraq en 2003. Y también llama la atención sobre el cada día más conflictivo Pakistán.
Una versión no clasificada de dos páginas de la última Estimación Nacional de Inteligencia (NIE, por su sigla en inglés), elaborada en consenso por las 16 agencias del sector para elevar al presidente George W. Bush, fue divulgada en la capital estadounidense el martes.
El análisis indica que Al Qaeda se ha recuperado tras su expulsión de Afganistán en 2001, al reconstituir su organización central y algunos de sus campos de entrenamiento. Esto causa una atmósfera de "amenaza intensificada" para Estados Unidos, según la evaluación.
Según el estudio, el resurgir del grupo ha sido posible, básicamente, por los "paraísos seguros" a los que tuvo acceso en áreas tribales del oeste de Pakistán.
Otro motivo es su asociación con Al Qaeda en Iraq, la cual ayudó a "energizar a la comunidad sunita extremista, recaudar fondos y reclutar y adoctrinar" nuevos miembros.
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Estas conclusiones fueron inmediatamente recogidas por los críticos de la política de Bush, especialmente los líderes del opositor Partido Demócrata en el Congreso legislativo.
Estos críticos argumentan desde hace mucho tiempo que la invasión a Iraq no sólo desvió recursos y atención sobre Afganistán y Pakistán sino que, al mismo tiempo, operó como herramienta extraordinariamente efectiva de reclutamiento para Al Qaeda y otros grupos terroristas.
"Iraq es importante porque se ha convertido en una 'causa célebre'. Al Qaeda en ese país y su organización central explotan la imagen de Estados Unidos como potencia ocupante de tierra musulmana", anotó un experto en Medio Oriente y analista retirado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Paul Pillar, en un análisis publicado por el diario The Washington Post.
La NIE es la primera evaluación sobre la amenaza potencial de Al Qaeda a Estados Unidos desde los ataques que el 11 de septiembre de 2001 acabaron con 3.000 vidas en Nueva York y en Washington.
El estudio reavivó un viejo debate sobre la afirmación del gobierno acerca de que Iraq constituye "el principal frente de batalla en la guerra contra el terrorismo". Curiosamente, el propio Bush basó esta certeza sobre un comentario similar realizado por el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden.
Expertos en contraterrorismo, particularmente en las agencias de inteligencia, han cuestionado esta tesis.
La última estimación de inteligencia apoya claramente ese escepticismo, al enfatizar que los grupos de Al Qaeda presentes en Pakistán, junto con su extendida red de afiliados y miembros operativos, siguen siendo "la amenaza más seria" para Estados Unidos en su propio territorio.
El gobierno de Bush presiona desde hace mucho tiempo al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, para que ataque bases de Al Qaeda en las zonas tribales del país, en la frontera con Afganistán.
El ejército pakistaní lo hizo, con cierto grado de éxito, entre fines de 2001 y 2004, cuando capturó o mató a importantes jefes de la organización, algunas veces con ayuda de la inteligencia de Estados Unidos y sus misiles Predator.
Sin embargo, luego de una serie de enfrentamientos con milicias de la organización islamista Talibán, que controló la mayor parte del territorio afgano entre 1996 y 2001, las tropas pakistaníes se retiraron de esas áreas en los últimos 18 meses.
Lo hicieron luego de que el gobierno prometiera a jefes tribales de expulsar a insurgentes extranjeros y prevenir la infiltración de miembros de Talibán desde Afganistán.
De hecho, la retirada del ejército dejó la zona bajo control de los talibanes pakistaníes, quienes no sólo brindaron a Al Qaeda un refugio seguro para reconstruir su capacidad operativa sino que, también, comenzaron a ejercer agresivamente su influencia sobre territorios vecinos y el propio Pakistán.
La semana pasada, el sangriento desenlace del prolongado sitio del ejército a la Mezquita Roja en Islamabad, la capital de Pakistán, dio paso a la ruptura de los acuerdos de paz en Waziristan y una serie de ataques y atentados suicidas con bombas.
Musharraf, alentado por Washington para enfrentarse con los combatientes que controlaban la mezquita, respondió con un nuevo despliegue de tropas en las áreas tribales.
"Alguna acción militar es necesaria y probablemente deberá ser tomada", dijo el subsecretario de Estado para el Centro y Sur de Asia, Richard Boucher.
También señaló que Washington espera otorgar casi la totalidad de los 350 millones de dólares que pidió Musharraf para entrenar, equipar y desplegar fuerzas pakistaníes en las áreas tribales.
Los planes incluyen la creación de un cuerpo de custodia de la frontera, que se sumaría a los esfuerzos para reafirmar el control del gobierno central.
Washington ya comprometió la entrega de 750 millones de dólares, en un periodo de cinco años, para promover el desarrollo de las áreas tribales. La ayuda total, sin embargo, representa menos de lo que lo que gasta en cuatro días Estados Unidos por su esfuerzo militar en Iraq.
Boucher agregó que la decisión de Musharraf de atacar la mezquita "implicó traspasar una línea. Ya no hay vuelta atrás".
El presidente de Pakistán afronta una creciente oposición interna de parte de los partidos políticos seculares.
El gobierno de Bush realmente tiene la esperanza de que Musharraf y los militares lleven la lucha a las áreas tribales para, de tal forma, ocasionar el máximo daño posible a la estructura de Al Qaeda.
"Vamos a ver el desbaratamiento de grupos extremistas vinculados con Al Qaeda y también otros de carácter local, que realizan ataques a través de la frontera en Afganistán", declaró por televisión otro ex agente de la CIA, Robert Grenier.
Una acción militar más agresiva, sin embargo, acarrearía serios riesgos para Musharraf quien, según trascendidos, fue forzado a retirarse de las regiones fronterizas por presión de los comandantes militares.
"Están muy preocupados ante la posibilidad de desatar una guerra civil más generalizada entre los pashtuns" pakistaníes, indicó Anatol Lieven, experto en el sur de Asia del centro de estudios Fundación Nueva América. La etnia pasthun (patana) es mayoritaria en Afganistán y en la frontera pakistaní. Entre sus miembros predomina el Islam sunita.
"La mayoría de los pashtuns viven en Pakistán, no en Afganistán, pero están muy identificados con los que se encuentran al otro lado de la frontera. Y este grupo es también el que más hombres proporciona, de manera desproporcionada, al ejército pakistaní", agregó Lieven.
Un especialista del Centro Nixon de esta capital, Alexis Debat, se hizo eco de esa preocupación.
"Existe una gran tensión entre los pashtuns y los punjáis", de ascendencia indo-aria, afirmó. "Si se ataca a los patshuns, los punjáis están felices y si ambos grupos empiezan a matarse entre ellos las consecuencias pueden ser muy serias", declaró a IPS.
"Lo que veo como una amenaza, incluso en el corto plazo, es que Pakistán simplemente se desintegre", agregó.
Otro problema, indicó Debat, es que el ejército "carece de la capacidad para combatir a los insurgentes en las áreas tribales. Las pocas operaciones realizadas no resultaron para nada exitosas y, sencillamente, tiraron la toalla".
Si el ejército de Pakistán es realmente incapaz de iniciar operaciones ofensivas, o no desea hacerlo, puede aumentar la presión en Estados Unidos para intervenir de manera directa, más allá de las operaciones encubiertas de inteligencia y su hoy limitada cooperación con misiones especiales.
La mayoría de los analistas se declara en contra de ese curso de acción. "Provocará disturbios en Pakistán y el mundo árabe y llevará con toda certeza a un mayor nivel de insurgencia contra las fuerzas de Estados Unidos", advirtió un experto en el sur de Asia del centro de estudios RAND Institute, Seth Jones.